Indígenas: la insurrección de la historia

Siempre viviremos.
Al olvido sólo regresarán
quienes rinden su historia.
Aquí estamos. No nos rendimos.
EZLN


Desde ante de la llegada de los españoles a América, existían agudas contradicciones entre los diversos grupos étnicos nativos por el dominio económico y militar, esto fue aprovechado por los invasores quienes profundizaron estos antagonismos en función de su objetivo: la conquista. Como consecuencia de ésta nueva etapa histórica se supeditó a las etnias indígenas americanas a un poder desconocido hasta entonces: la corona española.

Si bien es cierto que se producen cambios sustanciales en la nueva sociedad con la llegada de los conquistadores, existe cierta continuidad en algunos mecanismos de dominación y explotación que caracterizan la organización social anterior a la conquista, tales como, el tributo, mecanismo de extracción de excedentes, la estratificación social entre la nobleza y los sectores populares son recursos reproducidos y refuncionalizados por la nueva situación histórica.

La orientación de explotación y dominación de la sociedad azteca condicionando a la obediencia y sumisión a otras sociedades nativas mesoamericanas, facilitó la conquista y permitió el proceso de ceder las tierras a los nuevos amos y la sumisión para trabajarle a éstos. Debe aclararse, no obstante, que este proceso no fue homogéneo y se dieron brotes de insurgencia irregulares y múltiples suicidios como parte del rechazo a los conquistadores.

Una vez logrado el objetivo militar, se inicia la conquista cultural a través de la imposición de diversas manifestaciones de carácter espiritual, con la cristianización y castellanización que, con las condiciones prevalecientes del momento estos aspectos educativos y religiosos se convirtieron en un único proceso. La religión estaba orientada a cumplir además de la cristianización, la no menos importante misión de establecer mecanismos de control, obediencia y subordinación. La castellanización sería el instrumento que afirmaría los nuevos valores y símbolos. De esta manera, la pólvora es combinada con la dominación cultural y estos dos componentes -coerción y consenso- hacen una letal combinación, directamente relacionada con las nuevas instituciones económicas y políticas que garantizan la explotación.

La recompensa a los conquistadores tomó forma de concesiones de tierras, que variaban de acuerdo al grado militar y los méritos acumulados de cada uno de los soldados. Los nativos fueron desplazados de sus tierras de propiedad colectiva en base a los siguientes factores: disposiciones legales de la corona, las donaciones de tierra a los que acompañaron la empresa de conquista, y la falta de titularidad “legal” de posesión por parte de sus antiguos pobladores. Para el desarrollo de la colonización, el hombre y la tierra se constituyeron en los recursos económicos fundamentales para la nueva etapa histórica.

Los derechos de los pobladores originarios sobre la tierra fueron violados frecuentemente e inducidos por la corona española para fomentar la inmigración a colonizar regiones despobladas y fundar nuevos poblados. Esto ocasiona el surgimiento de la propiedad privada de grandes terratenientes españoles y luego de criollos e instituciones eclesiásticas, este acaparamiento instituyó la futura hacienda dando origen a una estructura agraria compuesta básicamente de terratenientes, campesinos y jornaleros.

Los pobladores originarios eran separados de sus tierras, que consideraban propiedad colectiva. Perdiendo en lo económico, su medio de producción básico y su cosmovisión mística y sagrada, en lo filosófico. La contradicción era evidente económica-filosófica versus apropiación y riqueza son dos maneras distintas de concebir el problema de la tierra, para los originarios la tierra significaba un medio para la subsistencia biológica y social, la propiedad era común y sólo su usufructo era particular, mientras para los conquistadores era fuente de riqueza de propiedad individual. Esta visión ha provocado la concepción tergiversada sobre la población originaria al calificarla con los epítetos más despectivos para designar los defectos sociales o personales: torpeza, ignorancia, suciedad, pereza, que en todo caso son sinónimos de incapacidad mental, moral y física. Esto tuvo consecuencias importantes para su desenvolvimiento social y sentó las bases para el futuro surgimiento de nuevos hombres, cultura y étnicamente distinto sometido a la dependencia, el paternalismo, la obediencia y la sumisión.

Estas prácticas colonizadoras trajeron consigo importantes transformaciones en la nueva sociedad, se diversifica la economía con el objetivo de incorporar a España a las crecientes exigencias del mercado mundial. Comienza un periodo de posesión de los recursos naturales que por si solos no eran de gran utilidad, sino se complementaba con la extracción, transformación y comercialización, para ellos era indispensable y fundamental: la fuerza de trabajo nativa.

Fueron obligados a integrarse a una economía nacional antagónica a sus principios basada en el capitalismo embrionario de mercado, pasando a ser vendedores de fuerza de trabajo y mercancías, así como también consumidores de productos. Ello ocasiono lo que el antropólogo mexicano Gonzalo Aguirre Beltrán llama “regiones de refugio”, los vencidos se alejaron de las vías de comunicación, lejos del alcance de los españoles que los sometían y de la expansión mercantil que los obligada a participar en la conformación de un sistema que no estaba dentro de su lógica colectiva de vida.

El calificativo de indio surge a partir de la llegada de los conquistadores el 12 de octubre de 1942, al calificarlos como seres humanos, argumentando su escasa cultura que obstaculizaba el desarrollo de la nueva etapa: La colonización. La definición colonial sobre el indígena dejó establecida el carácter genérico-racial, en cuanto el indio era descendiente de otros indios, expresada por los rasgos físicos, la capacidad intelectual, la actitud ante la vida y el progreso. De esta manera, se cuestiona la inferioridad de calidad humana del indio que hacia posible una absoluta condición de tutelaje por parte de la cultura superior española civilizada y cristiana. Esta conducta determinó la justificación para que los recién llegados les negaran los derechos a los indígenas y comenzar la brutal explotación económica donde la conquista espiritual y la administración colonial jugaron un papel preponderante y decisivo en la prolongada dominación y exclusión por parte de la corona española.

la definición del indio no ha tenido un significado homogéneo a lo largo de la historia, sino más bien de cambios dinámicos de categoría política de sujetos paternalistas, obedientes y sumisos bajo la interpretación de excluidos y explotados, pasando por el romanticismo social folklórico, para convertirse en importantes sujetos socio-políticos recuperando el sentido histórico de ser indígena con reivindicaciones de carácter étnico-nacional que constatan su despliegue ascendente en el plano de sus acciones de lucha organizadas que obliga a un replanteamiento de los Estados nacionales incompletos y excluyentes.

El estudio de la cuestión étnica en América Latina ha comenzado a trascender el marco académico del análisis cientificista de la antropología, para ser objeto de reflexión y debate público. Ha contribuido a este viraje, más que las jornadas melancólicas del Encuentro de dos mundos, el desarrollo creciente de la lucha insurgente indígena en varios países de la región, que han alcanzado significación estratégica nacional. Son tan conocidos los alcances que tuvo la cuestión en la costa Atlántica con los mismitos, sumos y ramas en el proceso de desestabilización del gobierno sandinista en Nicaragua, como la dimensión étnica de las guerrillas guatemaltecas y peruanas que develaron el proyecto etnocida de las campañas contrainsurgentes en ambos países, la razón de la utopía de la resistencia del EZLN en Chiapas contra la imposición de la política neoliberal en el México indómito, las constantes posiciones de vanguardia y de dirección que llevan los movimientos étnicos en Bolivia y Ecuador, hacen posible e inocultable la relevancia creciente que estos actores sociopolíticos tienen hoy día en Nuestra América.

Sus Planteamientos son el resultado de un largo proceso histórico de conciencia política que viene a fortalecer los llamados movimientos de liberación nacional quienes dan elementos fundamentales para nuevas interpretaciones dentro de las ciencias sociales orgánicas comprometidas con los cambios sustanciales de la sociedad donde ha de nacer un “Hombre Nuevo” con la mirada en perspectiva de futuro y no del romanticismo folclórico del pasado.

Lo indígena tiene que ser analizado en su justa dimensión por que estos grupos se encuentran ubicados en zonas de sumo interés estratégico en América Latina, además, una política cultural revolucionaria tiene el deber de reivindicar lo multiétnico, plurilingüe y pluricultural con el objeto de dar curso al reconocimiento de los derechos históricos de los grupos étnicos y propiciar el despliegue de sus capacidades en los campos económicos, políticos, social y cultural.


En esa dirección, se hace necesario impulsar y solidarizarse con las luchas de los movimientos indígenas por lograr un régimen de autonomía regional que se fundamente en el reconocimiento de los plenos derechos de las estas comunidades sobre el usufructo y el uso de sus tierras, montes, bosques, aguas y, en general, de todos sus recursos naturales. La puesta en práctica de esta propuesta es la garantía para que los pueblos indígenas cuenten con la base material necesarias para el ejercicio de sus derechos políticos dentro de los cuales se encuentran fundamentalmente, el establecimiento de gobiernos regionales con el respeto al derecho consuetudinario con el protagonismo y la participación.

Las perspectivas de lucha y movilización de las organizaciones indígenas en América Latina tienden a radicalizarse, al asociar su lucha por la tierra a sus particulares proyectos de autonomías regionales. Sin embargo, sus posibilidades de éxito, dadas su escasa población en sus respectivas regiones del refugio, dependerán más de planteamientos que enfoquen la construcción de un nuevo Estado nacional democrático con justicia social e incluyente. Y ello significa la transformación profunda de la sociedad en que vivimos.


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