Un golpe contra el pueblo

El golpe de estado fascista contra la presidenta, electa por el pueblo brasileño con más de 54 millones de sufragios, Dilma Rousseff, viene a confirmar, una vez más, que cualquier camino, por muy perverso que sea, puede ser empleado por el imperialismo estadounidense, el aparato industrial militar y los oligopolios transnacionales para frenar cualquier intento en la región de gobiernos que atiendan las necesidades de las grandes mayorías.

Evidentemente, para llevar a cabo tan nefastos fines, tienen que contar con la colaboración de las burguesías parasitarias y sus representantes en instituciones públicas, instancias de poderes legislativos, medios de comunicación social, poder judicial y, en no pocos casos, fuerzas militares. Todos ellos, marcados por la huella del entreguismo apátrida y la ambición de pequeños grupos. El fin, en este caso, la destitución y posterior enjuiciamiento político de la presidenta brasileña, justifica todos los medios para el hegemón continental en la neocolonización del continente americano. Nada los detiene en su desmedida apropiación de recursos que, si a principios del siglo pasado estuvo más concentrado en energía fósil y minerales diversos, en la actualidad abarca la biodiversidad completa en cuyo centro gravitan, las grandes reservas de agua de la Amazonia multinacional.

Un golpe desde el senado pone peligrosamente la atención en el tema de la democracia, los gobiernos que deciden la mayoría de los electores en comicios universales, libres y secretos y advierte a la vecindad latinoamericana y caribeña de todos los posibles atajos; más aún cuando el gobierno estadounidense, o mejor dicho, el de las mega corporaciones, tiene abiertos conflictos armados en varios lugares del planeta y atiende las incontables bases militares repartidas a lo largo y ancho del mundo.

Herida la democracia en Brasil, un país donde los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT) – Lula y Dilma- lograron sacar de la pobreza extrema a 30 millones de personas, ¿dónde queda la esperanza de su pueblo que decidió cambiar el destino de su historia de manera pacífica, escribirla sin la sangre de la violencia?. Mientras en Colombia, el gobierno "amigo" de las políticas estadounidenses dialoga por la paz con la guerrilla de la Farc después de décadas de enfrentamientos que produjeron millares de muertos y millones de desplazados, en el gigante amazónico los caminos democráticos se tuercen desde su mismo centro como para preparar el caldo de cultivo de la violencia, ésa que aplasta sin misericordia las conquistas populares, la búsqueda de una distribución más justa de la riqueza, la elevación del índice de desarrollo humano, los derechos humanos, más allá de los políticos, el derecho a la vida, a la dignidad, a la salud , a la educación.

No es Brasil nada más un inmenso país es también la octava economía del mundo: desalojar un gobierno de avanzada, un gobierno progresista en Brasil supone frenar, en parte, el desarrollo de este sendero de progreso en la región, pero más aún, es golpear el Brics, una de las más grandes empresas para la creación de un mundo pluripolar y multicéntrico del cual forma parte Brasil con Rusia, China, India y Suráfrica. La política decidida desde la economía, la ausencia de las fronteras con la globalización supone que mover una pieza aquí trastoca para bien del imperio y sus intereses planetarios con los países de Europa rendidos a sus designios. Es Brasil, pero es también la escalada para recuperar "el patio trasero", es Brasil pero es la República Bolivariana de Venezuela, es Ecuador, es Bolivia, son, en definitiva, los Pueblos, los que sufren y sufrirán las consecuencias. No hay sorpresas. Los gobiernos de derecha en cualquier parte, tienen el programa desde el siglo pasado para aplicar a los pueblos, sólo afinan, actualizan, los hacen cónsonos con las nuevas tecnologías.

El programa llama gasto social a lo que en justicia es inversión, el programa privatiza hasta aquello que es inconcebible que pueda ser privatizado como el agua, el programa excluye de la educación a quienes ésta libera, el programa, en conclusión, excluye la vida de la vida de millones de compatriotas de la Patria Grande latinoamericana y caribeña. Ya lo saben con dolor los argentinos con Macri, los paraguayos sin Lugo, los hondureños.

Es la hora de la solidaridad con Dilma Rousseff, es la hora de los Pueblos, dijo Hugo Chávez en una oportunidad y siempre la hora de los pueblos es de lucha, de conciencia, de defender las conquistas. El imperialismo no duerme, mucho menos deben dormir quienes son atacados por él.

Comité Neoespartano de Solidaridad Venezuela-Cuba "Florentina González"

Isla de Margarita - Venezuela



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