Regresa Nixon y se me va mi muchacho

No solo un flagrante desacato legal, sino una burla al estamento de “inteligencia” investigativa del estado, se ha convertido la supuesta presencia de Nixon Moreno en la ciudad de Mérida de manera velada y sin ningún tipo de empacho para su público y mediático actuar. Hay un envalentonamiento por parte de la cofradía de la MUD. Retan al estado y al gobierno. Esto se suma a una serie de situaciones que anteceden a una supuesta ruptura o desconocimiento de la actual administración gubernamental nacional. En este inicio de año, las colas por combustible en toda la fronteras aumentaron, se ha incrementado de manera brutal la escasez de medicamentos, de alimentos esenciales, de productos de higiene y la inseguridad está desatada, tanto que hasta apariciones en la Web por diferentes redes sociales de los jefes de banda, estos se atreven a fotografiarse con su arsenal, sus joyas, sus mujeres, sus fiestas y lo peor, emplazan a las autoridades. Es como si aparentemente, muchos estuvieran esperando un desenlace de esta situación y que este pasara por la salida del actual gobierno y no solo hablo de la oposición.

Ayer mi hijo mayor, profesional de las ciencias sociales de la administración, por enésima vez en un emotivo desahogo pero ya bien seguro, me dijo que se iba del país, con su esposa y su hija, mi nieta. Muchos dirán, que se vaya, aquí no hace falta; a mi si, a su mamá, a sus abuelos, a sus amigos, a toda su familia y a mi país también. Esta mañana, mi pareja se levantó con el corazón en la boca porque a sus vecinos de apartamento, la puerta contigua a la suya en la ciudad de Maracaibo, un par de delincuentes entraron armados y sometieron a esa familia. Humillaron y aterrorizaron a estas honorables personas, que viven el día al día con lo que le da el día al día. Los hijos de mi compañera de vida, excelentes muchachos que trabajan y estudian, que reiteradamente le dicen a su mamá que quieren buscar otros derroteros fuera de nuestra patria, no tuvieron otro ejemplo peor para ilustrar a su angustiada madre una razón mas real y cercana para querer irse, que este delito cometido en su hogar. Porque un edificio es un gran hogar y cada familia es un miembro de el. Mi pareja me dijo: “Tendremos que darle la bendición a nuestros hijos para que procuren su futuro que le está siendo esquivo aquí y ver si en otros lares lo encuentran. Nosotros, sus padres, ya no estamos para irnos para ninguna parte, sino para quedarnos esperando que regresen algún día”. Triste, pero es así. Ni mis muchachos y ni los muchachos de muchos otros padres, no quieren marcharse pero el empujón de la crisis los abruma y arruma. Ya mis justificaciones que por tantos años les he expuesto sobre el porque quedarnos en el  país, sobre el futuro, sobre lo social, sobre la política y la economía, fueron superadas por el contexto que les circundan. Y me siento culpable de como se sienten y de lo que van hacer.

Hace poco, desayunando con un compañero, se sentó en nuestra mesa un empresario de nuestra ciudad. El tipo con una sarcástico saludo de “camaradas” nos dio una clase magistral de neoliberalismo de bolsillo y no manifestó que el no se iba del país y tontos aquellos que lo hacían. Su explicación, sencilla: Todos esos pendejos que se van del país, cuando cambie esta situación y quieran regresar, no van a poder comprar o tener nada, porque todo lo habremos comprado nosotros y valdrá bien caro.  Esa es la realidad en perspectivas: la del que tiene para tenerlo todo y se queda y los que tienen lo mas preciado juventud, pero sienten que sus oportunidades no están aquí, queriendo estar aquí.

Hay una situación de animosidad alterada en la población, que va desde un desasosiego hasta coraje y esto no es bueno. Es el caldo de cultivo ideal para que haya una irrupción colectiva, azuzada por los factores que existen en ambos bandos. El Gobierno Bolivariano no solo debe llamar a la calma con anuncios, deben existir garantías tangibles de calma con resultados. Dejemos a un lado tantas infértiles mesas de trabajo, tantas celebraciones de fechas simbólicas, tantos discursos de defensa revolucionaria sin contenido solo para exaltar momentos pasados y que al recordar esos momentos, la gente molesta se pregunta porque hemos perdido en tan poco tiempo el camino y llegado a esta realidad diferente. El tiempo es corto y las respuestas, aunque suene mal, deben ser a corto tiempo y planificar las otras en lapsos posteriores. Las propuestas socioeconómicas que se derivan del llamado nacional son para hoy.  No hay otra oportunidad, es esta o hasta aquí llego todo.

 



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Carlos Contreras


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