Octubre 6 de 2015.
johnelvisvera@gmail.com
Hoy estamos al borde del desastre total ambiental de nuestro planeta. La vida en todas sus manifestaciones se deteriora sin que los gobiernos y demás entes responsables, tomen las medidas pertinentes que de manera urgente se necesitan abordar, para poder lograr la supervivencia de la sociedad humana y el resto de seres vivos con quienes cohabitamos la diversa y hermosa Tierra.
Quienes militamos en organizaciones que trabajan por la construcción de una nueva sociedad más humanizada y en armonía con la naturaleza, nos vemos rebasados ante la realidad que día a día nos lleva en ocasiones a la incertidumbre y hasta el pesimismo colectivo. Nuestros mensajes y propuestas no logran el eco que se requiere para detener esta destrucción masiva de la vida en su plenitud.
Existen innumerables espacios para que nuestro llamado sea escuchado. No es tarea fácil, en algunos países como Nuestra Colombia, hasta supone en no pocas ocasiones un alto riesgo que ha conllevado al vil asesinato de luchadores por la vida en toda sus manifestaciones.
Se hace necesario que sin vacilaciones nos sigamos sumando a las luchas políticas y sociales de nuestros pueblos. Que ejerzamos nuestro derecho a determinar el devenir de nosotros mismos como sociedad. Que en cada instancia posible, nos hagamos presentes para jalonar decisiones que aporten a la construcción de la sociedad soñada y necesaria.
Un espacio son los procesos electorales. En estos sea a través de la abstención beligerante, el voto en blanco como protesta o la participación activa y protagónica, existe la oportunidad para que respaldemos o ayudemos a elaborar programas que estén en concordancia con nuestras luchas y aspiraciones. Construir una sociedad ambientalmente sustentable, requiere a su vez de justicia social y económica. Esto solo se lograra con una plena democracia donde todos y todas podamos participar en las decisiones que nos impactan tanto individual como colectivamente.
Hoy debemos decidir con que opción estamos. Con el de entregar nuestro derecho a la propia existencia al modelo destructor y a los mercaderes de la muerte o la posibilidad de hacer viable el planeta para las presentes y futuras generaciones.