Violencia delicuencial, hagamos algo, por Dios

Violencia, calidad de actos que contemplan terrorismo hacia el otro. Costumbre asumida por el individuo para lograr objetivos individuales o colectivos. Barbarie, salvajismo, brutalidad, bestialidad. Muchos sinónimos pudiéramos escribir, vocear o estar en léxicos para definir semejante desempeño humano o animal realizados por personas a estas alturas de la civilización, los delincuentes. Y es que con mucho pesar admito que la sociedad ha asumido este comportamiento, mas allá de su asombro, como normal y permite con mucho acento esta característica en sus malhechores confesos y no confesos.

Es gigantesca la cantidad de notas informativas señalando el comportamiento de la delincuencia con consecuencias mortales. Pero es más increíble la cantidad de casos no conocidos por la prensa, ni las autoridades donde los delincuentes; asumen la violencia en sus fechorías. La actitud pasiva de la sociedad ante esta diabólica realidad es también sorprendente; la familia, la escuela (en sus tres niveles), el gobierno, la iglesia, las ongs, líderes políticos, los gremios, comunicadores sociales, la comunidad, los individuos sociales, todos tenemos un comportamiento casi cómplice de esta triste realidad humana.

Solo basta ver como sectores urbanos o rurales son antros y se han hecho de renombre, solo por la cantidad de delincuentes y su violencia; que imperan dentro de su ámbito geográfico. Ha crecido tanto esta circunstancia que ya, por ejemplo, toda Maracaibo es zona ROJA. Circunstancia que solo se acreditaban unos escasos sectores de la tierra del sol amada. Es común ver como la comunidad evita la aprehensión de un delincuente, bien sea escondiéndolo o arremetiendo contra la autoridad que llega con este fin a esos predios.

No somos expertos en estas materias, pero vivimos en carne propia todo el acontecimiento anticultural que implica el desempeño criminal de quien sabe cuantas personas en este país. Señores, los delincuentes son millones. Este fenómeno social crece con velocidad de luz, incluso de la mano de nuestro amparo y complicidad. El desorden familiar en Venezuela es una de las fuentes más inagotables de delincuentes, en ese seno nace y se asume esta conducta. Luego todo un contexto o universo social lo desarrolla para luego arremeter contra toda regla de comportamiento establecida.

En este orden de ideas, aunque no se pueda creer esto; hay gran cantidad de casos donde alumnos agreden físicamente a sus maestros, he visto también como se le da mucha publicidad y se enfoca mucho el acoso escolar entre alumnos, pero el chantaje de la violencia llega hasta las autoridades escolares de las instituciones educativas (primaria, secundaria y universitaria), la permeada a la educación de esta circunstancia ya señala lo mal que estamos como sociedad, y es que el miedo hace que veamos la violencia como sentencia divina hacia la sociedad y no es así, la hemos construido con nuestro comportamiento ciudadano y personal.

Si, como sociedad estamos fracasando en la inculcación de valores de vida en nuestros hijos, en nuestros estudiantes, en nuestros fieles, en nuestros clientes, en nuestros vecinos, en nuestros trabajadores, en nuestros usuarios de los medios de comunicación, en nuestros seguidores (esto con los líderes), en nuestros presos, etc. El universo donde el delincuente hace vida, le proporciona la fuerza para aumentar su capacidad de violencia: en la comunidad, en la cárcel, en la escuela, en su trabajo (algunos tiene sus empleos fijos), en su club, en la esquina, en la mata, en el mercado, en el callejón, en la vereda, en el cerro, en la cañada etc. Incluso los delincuentes disfrazados de autoridad tienen en sus comandos las vitaminas para su violencia, aquí el poder se las confiere.

La violencia delicuencial está mostrando su rostro, y vemos como nuestra patria se desangra y pierde su mejor riqueza; a grandes personas producto de asesinatos realizados por delincuentes. Pero también vemos como nos hacemos cómplices de la situación esperando que los demás hagan algo por esa nefasta realidad; apoyando matanzas por los medios de comunicación (esto sucedió durante las guarimbas); criticando la actuación policial, para no denunciar a los delincuentes de nuestra calle; viendo al policía matraquero como un héroe; creyendo que tanta violencia es normal porque vendrán tiempos mejores. Si nos descuidamos; después de esta tormenta de violencia solo vendrá la calma del cementerio.

Todos los venezolanos estamos llamados a poner nuestro grano de arena para erradicar tanta violencia delincuencial, desde nuestras instituciones, comenzando por la familia. Apoyándonos, ayudando en todo lo posible. Todo mensaje público deber denotar anti-violencia. La justicia debe tocar a los violentos y neutralizarlos. No premiemos la violencia, no caigamos en chantajes. Dios nos agradecerá si lo ayudamos con acciones concretas. Eduquemos con nuestro hacer, en lo público como en lo privado. Convoquémonos todos, esta es mi trinchera y ofrezco mi humilde aporte, estoy a la orden para ayudar. No nos alegremos pensando que la violencia es fracaso del gobierno, no. La violencia delincuencial, si lo permitimos, será el final de nuestra sociedad; como la conocemos.



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Pedro Barrera


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