Con tres millones más de fallecidos en accidentes de transporte público tal vez reaccionemos

O quizás cuando empecemos a entender que la vida no es juego y que la irresponsabilidad es un crimen por anticipado. O cuando el pueblo se dé cuenta que debe exigir y actuar, y no esperar todo pasivamente sin sentirse responsable. O cuando caiga en la trampa alguien “importante”.
Apenas en julio del año pasado, me sorprendía y llenaba de dolor el trágico fallecimiento de una querida amiga por la irresponsabilidad de un chofer y la empresa de transporte para la cual trabajaba éste (Islamar). Mi amiga apenas empezaba su vida. Tras su muerte y la de todos los demás, la cruel sensación de la impotencia, y cuántos otros sentimientos. En ese accidente, en la recta de Dos Caminos a Calabozo, presuntamente estuvo el alcohol involucrado. El sueño, la causa principal. Dieciséis fallecidos y 33 heridos. Cada vez que paso por ese sitio me angustian los recuerdos, y, con el pecho contrito, no puedo creer que eso no haya sido suficiente como para tomar una decisión realmente TRASCENDENTAL para enfrentar el problema. En mayo de 2014, otro accidente en Táchira (Expresos Los Llanos) dejaba 4 fallecidos y 23 heridos. Ese mismo mes, dos camionetas chocaron en la Autopista Regional del Centro (ARC).

Recientemente, en junio de 2014, un trágico accidente en la misma autopista (ARC) dejó 10 lesionados y 20 fallecidos. Es decir, 20 familias enlutadas, destruidas en un instante. En marzo de 2012, 2 muertos y 31 heridos en un accidente en la bajada de Tazón. Un mes después, en abril de 2012, 14 fallecidos y 22 heridos en un choque de autobuses cerca de Barcelona. Dos meses después, en junio de 2012, 14 heridos y 2 fallecidos en Las Trincheras. En mayo de 2011, 14 fallecidos en un accidente en Cojedes, donde chocó un autobús con un camión cisterna. En noviembre de 1992, 38 fallecidos y 15 heridos graves en la bajada de Tazón, cuando a un autobús le fallaron los frenos por falta de mantenimiento y se fue por un barranco por falta de mantenimiento de la segunda rampa de frenado y, aparentemente, el conductor había dejado pasar la primera rampa por la falta de responsabilidad de un chofer que había estacionado una gandola bloqueando la rampa. La lista es interminable. Siempre ocurre por falta de algo que parecía una tontería. Doce años atrás, que para mí parecen no haber transcurrido, mi padre fallecía en un accidente donde estuvo involucrado un autobús. Una estúpida defensa central en esa vía y se habrían evitado ése y muchos otros accidentes. Cada nuevo accidente me recuerda aquel día fatídico.

Se torna inadmisible la inacción gubernamental, y la sensación de que los venezolanos hemos llegado a un punto de indolencia, donde peligrosamente nos hemos acostumbrado a todo tipo de violencia, incluso la que aquí se comenta. He sentido la angustia de ver a los choferes manejando con sueño y/o a exceso de velocidad. No sé con cuántos de ellos he tenido discusiones serias. Por eso, no puedo calificar de otra cosa sino de estúpido que los detectores de velocidad estén parados en los peajes, o que los alcoholímetros se usen sólo en Semana Santa. ¡Qué difícil es avanzar con tanta ignorancia y tanta permisividad! ¡Para todo! Decía mi padre que buena parte del problema era que los mecanismos de control sólo se activaban de manera epileptoide. Pareciera que todos nos empeñamos, por nuestra flojera para encontrar las salidas, en avanzar más y más hacia el fondo. Sé que por esto y mucho más fue y sigue siendo necesaria la Revolución, incluso dentro de sí misma. Pero no puedo creer que a ningún cerebro con poder político de ejecución se le ocurran ni las más mínimas ideas para superar dificultades tan evidentes. Sin conocer a fondo cómo debe enfrentarse de manera más eficiente esta problemática (para eso hay gente preparada dentro y fuera del país), hay muchas medidas establecidas en otros países que pueden aplicarse sin mayores inconvenientes, tales como dispositivos sonoros que se activen ante un exceso de velocidad, pantallas donde se muestre a los pasajeros la velocidad a la cual se desplaza la unidad y su ubicación, sistemas de almacenamiento de información sobre velocidades máximas alcanzadas, ubicación, etc. Para eso se gobierna: para organizar, para controlar, para decidir, para aleccionar. ¿No ven que en casi todos los accidentes el exceso de velocidad y el sueño son los factores determinantes?
No puedo creer que sea tan fácil que a cualquier loco desalmado le entreguen como si nada la vida de decenas de personas. No es difícil determinar cuáles son las horas más riesgosas según los ritmos circadianos del ser humano y decidir cosas concretas en tal sentido. No es difícil sencillamente PROHIBIR, como se prohibió el fumar en espacios públicos, que vulneren tan descaradamente al usuario con música a todo volumen con la cual es imposible comunicarse entre sí o con los choferes. Los choferes de autobuses se han convertido en emisarios de la muerte.
Para ser chofer de autobús se debería superar una prueba sicológica y técnica realmente estricta. Y se debería tener una edad y una madurez adecuadas. Eso evitaría –entre otras cosas– los piques de autobuses que siempre vemos, sin posibilidad de denunciarlos. Para conducir alguna de las unidades de transporte en Copenhague, por ejemplo, el individuo estudia y se prepara, habla al menos dos idiomas y se conoce la ciudad completa. Cada unidad es monitoreada. Para ser taxista en Londres, el aspirante debe estudiar tres años, saberse de memoria miles de nombres de calles y avenidas, ser amable en sus respuestas, etc. Si el individuo no califica en una estricta prueba porque no hizo el esfuerzo suficiente o no está capacitado, sencillamente NO SE LE DA EL PERMISO O CERTIFICACIÓN.

Por otra parte, ¿por qué hay que tolerar trabajos mediocres en las principales vías del país? Señales obsoletas, rayados sólo en algunas partes, peraltes contrarios, huecos mortales (¿recuerdan el cráter en la ARC, donde murió un Guardia Nacional?), falta de iluminación, carencia de ojos de gato, puntos de control, sitios de descanso y asistencia, etc. ¿Será que los responsables de esos contratos multimillonarios viajan en carros magnéticos? Vayan, gobernantes, a ver el viaducto de La Cabrera, donde se acaban de invertir cientos de millones de bolívares y se le hizo perder millones de horas a los conductores. Vean el túnel. Disfruten de los sempiternos huecos que lo reciben a uno al salir del túnel. Si llegamos al punto donde no hay nadie que haga algo bien aquí, empecemos a contratar gente seria en otras partes del Planeta
Tierra para hacer las cosas. O a exigir con mano de hierro. Que el responsable de un hueco en una vía rápida es tan criminal como el que mata directamente.

¿Seguiremos confiando eternamente en los mediocres poniendo nuestra vida en sus manos?

¿Cuántos muertos más lloraremos mientras pretendemos resolver las cosas con el hombre nuevo? Crear conciencia es necesario, pero mientras tanto es sólo la justicia, los controles rigurosos, la tecnología y la ciencia los que pueden ayudarnos a frenar esa masacre por manos de los choferes del transporte público. No podemos confiar ciegamente en la conciencia de seres tan infantiles e irresponsables como los mediocres que nos acorralan, nos persiguen, nos vulneran, nos transportan, nos matan; entre ellos muchos choferes. Y si bien es cierto que la seguridad es corresponsabilidad de todos, no todos tenemos el poder político para tomar las decisiones cruciales que le pongan el cascabel al gato. Para mí está claro que, como dijo Bolívar, “nuestras discordias tienen su origen en las dos más copiosas fuentes de calamidad pública: la ignorancia y la debilidad”.

*Docente UCV Maracay, aerg58@gmail.com.


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Andrés Rodríguez González


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