Ls deseada y pregonada paz por el presidente Maduro

Martes, 17 de diciembre 2013.-LA DESEADA Y PREGONADA PAZ POR EL PRESIDENTE MADURO

Edgar Pérez Rueda.
Diciembre, 16 de 2013.
“Triste es quedarnos callados
para que no nos llamen tira piedras”
Hugo Chávez Frías.

A la salida del Palacio de Justicia, la tarde del viernes 15 de noviembre del presente año, donde mi hijo y yo nos declaramos NO CULPABLES de los “delitos” que la Policía Nacional Bolivariana pretende imputarnos, oí a nuestro Presidente, camarada Nicolás Maduro, expresar que el sistema socialista es el único que garantiza la PAZ en nuestro país. Estamos completamente de acuerdo con su expresión, y de hecho el sistema socialista, después del rotundo fracaso del sistema capitalista a nivel global, es un sistema humanista, garante de la justicia y la paz.


PERO, estimado camarada, con estos cuerpos policiales, fieles herederos de los fascistas cuerpos policiales de la IV República que a tanto maltrato sometió al pueblo venezolano, por tan prolongado tiempo y con total impunidad, no vamos a garantizar la tan anhelada PAZ que usted y todo el pueblo trabajador, bolivariano o no, desea.


El Pueblo Bolivariano en Lucha, vanguardia del Pueblo Trabajador, celebró la decisión del Cmte. Chávez de crear la Policía Nacional Bolivariana, lo cual significaba el desmembramiento de la mafia delictiva en que se convirtió la odiada Policía Metropolitana y el nacimiento de una institución respetuosa de las leyes y garante de los derechos de las y los ciudadanos que hacemos vida en el país.


Tremenda decepción me he llevado camarada Presidente. En cuerpo y alma he comprobado que esta “nueva policía de la V” actúa y copia los procedimientos de las aberrantes policías de la IV.


El día miércoles 13 de noviembre, después de celebrar la instalación del Primer Encuentro de Países Hermanos, constituido por compatriotas de todos los continentes que hacen vida en nuestro país y militan en el proceso revolucionario que nos hermana, realizado en el teatro Principal, me dirigía a mi residencia en compañía de uno de mis hijos.

En la Estación La Hoyada, del Metro de Caracas, me encuentro que una empleada del Metro de Caracas está intimidando a una joven, trabajadora de una cadena de supermercados, e imponiéndole como sanción el no uso del citado medio de transporte. Cosa que me sonó extraña: “prohibirle” a una usuaria regular que pudiese usar un medio de transporte público.

Ante tal situación, detengo mi camino y expreso mi inconformidad con tan represiva actitud, y considero, ilegal sanción, obteniendo como respuesta de la empleada intimidadora: “ese no es tu problema, circula, vamos, vamos, sigue tu camino”, ante lo cual respondí que como ciudadano estoy en mi derecho (y considero en mi deber como militante de este proceso revolucionario) rechazar cualquier medida que considero injusta, represiva y que vulnera los derechos ciudadanos.


Ese fue el detonante para que un energúmeno, empleado del Metro, impidiera continuar en mi avance hacia los andenes y expresase “tú también te sales”, refute su autoritaria, represiva y policial orden, recibiendo como respuesta humana tremendo empujón, acompañado con gestos que denotaban pasar a mayor agresión.

Hecho que llamó la atención de otro empleado del Metro, quien trató de calmar los ánimos y me conmino a hablar con él. Salí como el señalaba y me explicó el porqué de la referida sanción en contra de la trabajadora que se le negaba acceso a los andenes.


Se une a nosotros mi hijo, quien estaba comprando su boleto para viajar en dicho transporte público y me pregunta ¿qué pasó viejo?, le informo lo sucedido y señalo al agresor, a lo que mi hijo le reclama el porqué de esa falta de respeto para con su viejo: “¿tú no respetas estas canas?” le reclamó; lo que enalteció al energúmeno que expresó que él lo hacía para que yo fuese serio (¿?) seguido de una serie de obscenidades.


Caldeándose nuevamente los ánimos porque al energúmeno no le gustó el reclamo de mi hijo y se abalanzó contra él provocando la intervención del citado empleado mediador y la presencia de funcionarios policiales. Yo reclamo la actitud grosera del energúmeno y, calmada la situación, se nos indica que podemos seguir nuestro camino.

Avanzamos en dirección de los andenes: yo por el acceso a tercera edad, encontrándome de frente con un empleado del Metro en actitud hostil y amenazadora, mi hijo lo hace por torniquetes; abrazo a mi hijo y nos acercamos a las compañeras de trabajo de la ciudadana sancionada y les expreso “no dejen a su amiga sola, como compañeras de trabajo no se queden allí llorando, defiéndanla, vayan y aboguen por ella”.

Eso molestó nuevamente a los empleados del Metro (dos patanes) quienes interceptaron nuestro camino evitando nuestro avance y nos obligaban a desalojar las instalaciones del Metro, orden tiránica que rechazamos porque hacer ese llamado a las citadas jóvenes no consideramos ninguna violación de reglas o norma alguna.

Ello ocasionó que uno de ellos tratara de asir a mi hijo por un brazo para sacarlo a empellones, mi hijo rechaza el empellón y al unísono dos efectivos de la Policía Nacional Bolivariana, en actitud de perros guardianes, se abalanzan en su contra y tratan de someterlo de manera violenta y bestial por ambos brazos, acción que mi hijo rechazó y resiste a tan violento y desproporcionado trato, agregándose al dúo represor dos agentes policiales más y empleados del Metro; en la acción de sometimiento lo golpean y esposan, encontrando que la indignación de mi hijo acrecentó su defensa por lo que lo golpearon con objeto punzo penetrante (esquina de radio) y caen los policías y mi hijo al suelo, yo lo abrazo para proteger de tan bestial paliza propinada por cuatro hombres contra un ser esposado y sometido; el energúmeno del Metro me aplica una llave por atrás separándome de mi hijo, me derrumba y arrastra por el suelo, reviviendo una reciente dolencia en mi rodilla izquierda.

Ante tal impotencia para proteger a mi hijo, me levanto y dirijo una arenga al público usuario que ya empezaba a protestar por la salvajada que estaba presenciado y solicito ayuda de mi “bravo pueblo”: hombres y mujeres se abalanzaron contra los salvajes en nuestra defensa.

Ello colmo de odio a policías y empleados del Metro quienes guindan a mi hijo por las esposas y lo arrastran hacia la “cámara de tortura”, (pasillos internos de la estación del Metro donde se acostumbra golpear a detenidos a usanza de la IV) espacio franqueado por una puerta.


Consciente de que allí lo seguirían agrediendo, solicito acceso a la “cámara de tortura” sin obtenerlo, pero ante la aireada exigencia del indignado pueblo que solidaria y gallardamente nos defendió los agresores (policías y empleados del Metro) no les quedo otra alternativa que dejarme pasar y encuentro a mi hijo tirado en un rincón, esposado con los brazos hacia atrás, en shock, producto de golpes especializados que cortan la circulación de sangre y oxígeno al cerebro, con la cara ensangrentada y casi sin fuerzas para quejarse de la paliza que empleados del Metro y esbirros policiales se turnaron para propinarle a un ser sometido y esposado en dicha “cámara de tortura”. Lo abrazo, trato de poner en pie y acuso a los delincuentes de salvajes, obteniendo por respuesta “tú también vas preso mama guev…”.


Me esposan, y un delincuente, con uniforme policial, me despoja violentamente de lo que consideró su botín de corso: bolígrafo Mont Blanc enchapado en oro; como todo ladrón, instintivamente trata de apropiárselo, pero ante mi mirada acusadora de su bajeza, lo coloca junto a las pertenencias que nos fueron incautadas; acto seguido nos conducen bajo lluvia de improperios, propios de antros hamponiles y tiran en cajón trasero de camioneta policial; mi hijo, lleno de indignación, golpeado pero lleno de vitalidad juvenil y de amor por su progenitor, protesta ante salvaje proceder, argumentando mi lesión en la rodilla izquierda que de paso fue agravada por la recién acción represiva del “energúmeno” empleado del Metro, al lanzarme al piso y arrastrarme por el suelo.


Como respuesta uno de los policías que apareció en moto en la escena se dirige a otro, vestido de civil, y expresa: “¿por qué no matamos a estos mama guev...? Le ponemos la pistola que tú tienes allí (señalando un bolso) y listo”. Copia procedimental de los esbirros de la dictadura perezjimenista y las odiadas, represivas y hamponiles policías de la IV República.

Lo que me alerta y retrotrae a los años sesenta, cuando viví, como miembro fundador y ejecutivo de la “Asociación de Defensa de los Derechos Humanos y del Ciudadano del estado Carabobo”, en cuerpo y alma la barbarie policial, e indico que una compatriota, camarada de una organización social a la cual pertenezco, me conoce y estaba presente en el sitio de los hechos.

Estrategia recomendada en estos casos de amenazas de muerte por parte de los cuerpos represivos del Estado.


En la sede policial, a donde fuimos conducidos a empellones, se nos solicita firmar documento aceptando la imputación: “resistencia a la autoridad y agresión a funcionarios policiales”. Nos negamos a firmar, lo que provocó más injurias y amenazas. Reseñados, cuan míseros delincuentes, nos conducen a inmundo calabozo donde pernoctamos, no sin recibir la solidaria orientación de presos que explicaban, según el caso expuesto ante tan docta “corte de justicia”, debíamos, al siguiente día, ser conducidos ante un juez y excarcelados porque el caso no ameritaba otra cosa.


Cumplidos los trámites burocráticos para ser presentados ante un juez que conociera de nuestros “delitos”, nos castigaron todo un medio día, de plantón esperando ser llevados al Palacio de Justicia. Ante nuestra insistencia se nos “vaciló” hasta que lo avanzado de la hora anulaba toda posibilidad de ser trasladados ante un juez.


Esa otra noche pernoctamos en otro calabozo donde el trato de los allí detenidos fue diametralmente opuesto al recibido por los delincuentes agentes policiales en referencia. Se nos brindó apoyo moral, alimentación (tras 24 horas sin obtenerla), sabios consejos y señalaron las reglas auto impuestas para garantizar una mejor convivencia en tan hacinado recinto. En la noche celebraron un “oficio” religioso que para nosotros resultó sorprendente.


Al día siguiente fuimos conducidos ante una jueza y leído los cargos que el Fiscal presentó en contra nuestra, solicitando entre las condenas a aplicársenos “la prohibición de utilizar el Metro por diez meses”, pedimento que la juez rechazó con una carcajada por ridículo e inconstitucional.

Manifestamos inconformidad con lo expuesto por el fiscal acusador y optamos por declararnos inocentes de los cargos.

Declaramos como es lo indicado y mi hijo solicitó ser reconocido por médico forense, a lo que la jueza ordeno tal reconocimiento; la abogada, defensora pública, que nos asistió indicó las diligencias para tal efecto.

Fuimos conducidos por efectivo de la Guardia Nacional hasta la salida del Palacio de Justicia quien señaló que estábamos en libertad; le indicamos al G.N.B. que debíamos acudir a oficina localizada en la Mezzanina, del mismo edificio, a efectos de solicitar la orden para practicar el examen forense ordenado por la jueza. La voz de mando militar se hizo oír: “de aquí no van a ninguna otra parte, vamos, fuera”. Explicamos nuevamente que obedecíamos la orden de la jueza y defendimos nuestro derecho a libre circulación. PERO recibimos, ya en tono más elevado, con cara de pocos amigos y en actitud intimidatoria, la tiránica voz militar: “o se van inmediatamente o quedan nuevamente presos”.

Mi hijo, indignado, amante de la libertad y la justicia, siguió insistiendo, PERO ante la mirada y gestos amenazantes del energúmeno de la Guardia Nacional lo abrace y retiré del lugar para evitar ir nuevamente presos por defender nuestro derecho a VIVIR Y ACTUAR EN PAZ.


Camarada Presidente, este agrio episodio suscitó la solidaridad de camaradas militantes de este proceso que nos hermana, quienes expresaron su indignación y rechazo a los odiados métodos policiales que nos recuerdan a los combatidos y rechazados regímenes opresores.

En las redes sociales el JOVEN Pueblo Trabajador “tuitió” con mi hijo, expresando por la red sus agrias experiencias de acciones violatorias de parte de estos delincuentes que para desgracia del pueblo venezolano visten el uniforme policial o militar y peor exhiban la M que distingue a empleados del Metro.

Espero tome en cuenta esta aberrante situación y se ordene una “limpieza” que permita que el Pueblo Trabajador considere al cuerpo de la Policía Nacional Bolivariana y trabajadores del Metro como aliados y no como sus enemigos, COMO GARANTES DE LA PAZ Y NO COMO DELINCUENTES PERTURBADORES DE TAN ANHELADA PAZ.


Mezquino sería el no reconocer que nos topamos con la Inspectora Médina, el inspector Vongeuver y los agentes Garrido y Pablo quienes entre tanto delincuentes mostraron su parte humana y ser fieles ejemplos de la policía que el Pueblo Bolivariano se merece.


Para nosotros la infeliz experiencia no ha terminado, estamos sometidos a presentación ante el Juzgado, esperando juicio que permita demostrar nuestra inocencia. Si las grabaciones de las cámaras de seguridad de la referida estación no son alteradas se demostrará quién agredió a quién, y lo más insólito VEREMOS A EMPLEADOS DEL METRO AGREDIENDO A LOS USUARIOS COMO SI NO BASTARA CON LA ACTITUD DELICUENCIAL DE LAS POLICIAS DE NUESTRO PAÍS.


Gracias a las y los camaradas de las organizaciones sociales que expresaron su solidaridad, seguros estamos sumaremos fuerzas para erradicar estos cuerpos represivos del Estado.

Sólo en el Estado Comunal el Poder estará en manos del Pueblo Trabajador; en el Estado Comunal el nuevo gobierno no ejercerá la violencia contra el pueblo y no podrá ejercerla porque suprimirá los aparatos represivos del Estado, el ejército y las policías no estarán separadas del pueblo, lo sustituirá el pueblo armado y erradicará los cuerpos corruptos que hoy mantiene un poder ilimitado sobre el pueblo y hace burla de los principios revolucionarios.



P.D. Al acudir al puesto policial (¿antro policial?) que funciona en la Estación Caño Amarillo, a retirar nuestras pertenencias incautadas el día de los infaustos hechos, nos encontramos que parte de nuestras pertenencias no se encuentran dentro de las incautadas: bolígrafo Mont Blanc y cargador de batería del celular de mi hijo.

Hacemos notar la falta de esas pertenencias, incautadas cuando estábamos esposados y bajo la “protección de garantes de la justicia, la legalidad y la paz”.

Más de una hora invertimos para imponer nuestro derecho: denunciar el robo de algunas de nuestras pertenencias: “incautadas y bajo resguardo de la autoridad”.

A duras penas admitió, el “responsable” de la represiva acción policial, dejar sentado, en el Acta de Entrega, la desaparición de las citadas pertenencias, no sin advertirnos que de haberse entregado las mismas, como corresponde, ante la unidad policial encargada de resguardar las pertenencias de las y los ciudadanos detenidos, hubiesen desaparecido todas.

Mi hijo, asombrado ante tan descarada aceptación del hecho delincuencial, por parte de agentes policiales presentes en el acto de entrega de nuestras pertenencias, expreso: “…o sea que ustedes mismos acusan a sus compañeros y a la institución de ladrones…”.

En respuesta recibimos la siguiente perla: “…y si sus pertenencias caen en manos de la Fiscalía es peor…”.

REFLEXIÓN: esto es inaudito. “Dios (soy teísta) nos agarre confesados”…


Edgar Pérez Rueda
edperezrueda@gmail.com

0416.611.0022

 

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