Violencia, paz y modo de vida socialista

La violencia tiene su principal determinación en la estructura de la actual sociedad capitalista como ha sido suficientemente reconocido. Por ello se denomina a la violencia que de ella proviene “violencia estructural” ya que nace en sus entrañas. Es violento, o mejor dicho, violentado, aquel que recibe y resiente la influencia de esa violencia estructural que se expresa en la desigualdad, la injusticia, la explotación, el sometimiento, la subordinación, la exclusión, el oprobio, la miseria, la pobreza, etcétera. Se hace presa de aquella con más facilidad quien no logra racionalizar su situación de “objeto de violencia” y comprenderla en sus determinaciones para actuar resistiéndola y contrarrestándola, y encauzar su potencialidad vital como “sujeto de liberación o autoliberación” a favor de la transformación de tales determinaciones económicas, sociales, culturales, políticas, psicosociales, etcétera, que lo condicionan o sujetan. De aquí que consideremos que no toda violencia sea injustificable, porque reconocemos la necesidad de la “violencia defensiva” ante la agresión a nuestra dignidad.

Sobre la violencia estructural u originaria, la cual podríamos llamar también “violencia expropiadora o despojadora del capital” atendiendo a la naturaleza histórica saqueadora y acumuladora de los bienes o medios de producción por parte del capitalismo, actúan otros factores y aspectos sobredeterminándola para exacerbarla y producir en los individuos patologías severas en su conducta o comportamiento social; por ejemplo, el consumo adictivo de drogas que afectan la personalidad o el carácter, el maltrato infantil, la violencia de género, etcétera. Sobremanera cuando no se dan condiciones contrarrestantes de la violencia originaria como son la encauzadora crianza familiar, el afecto fraterno protector, la solidaridad humanitaria, la formación ética y moral, entre otras. No desestimamos la incidencia de los medios de comunicación y los video-juegos en la incitación y extensión de la violencia, pero queremos resaltarla respecto de su incitación al consumismo excluyente de mercancías para satisfacer las necesidades alienadas capitalistamente que, al asociar su posesión con estatus de distinción clasista y realización ilusoria pequeñoburguesa, promueven la violencia para obtenerlas en quienes no poseen el dinero para adquirirlas, que son mayoritariamente los adolescentes y jóvenes de los sectores populares marginados de los circuitos elitescos de consumo capitalista.

A propósito de la influencia del consumo adictivo de drogas hay que señalar que es un flagelo promovido por grandes transnacionales mafiosas que rivalizan por el control de la producción, las redes de comercialización y el mercado debido a las monstruosas y depravantes ganancias que produce. Entre sus promotores están las mafias estadounidenses que a través de la actuación gubernamental de las fuerzas militares y las parapoliciales de la DEA, luchan por controlar la producción y la comercialización a nivel mundial ya que poseen el mayor mercado de consumo. Eso explica el porqué de que pese a la presencia de las tropas yanquis en Colombia dizque para acabar con las mafias de narcotraficantes, se haya incrementado la producción, el tráfico y consumo hacia su país y el resto del mundo con base en las cifras de la ONU-UNESCO. Seguramente apuestan a que cuando controlen todas las fases del negocio, legalizaran el consumo “terapéutico” y harán las mayores ganancias que haya producido históricamente alguna transnacional. Mientras, favorecen la violencia eliminadora de la competencia para posesionarse de los mercados a través de sus capos y sicarios a todas las escalas. Es una competencia intercapitalista a muerte que incluso les da dividendos cinematográficos con películas y series televisivas para aparentar que si luchan contra el narcotráfico. Esto hace que la lucha real contra el narcotráfico y la violencia que genera, tenga necesarios enfrentamientos con el gobierno yanqui.

Con relación a la formación ética, en tanto bloqueadora y reductora de la violencia social, siendo que ésta se manifiesta en su falta de reconocimiento del otro u otros, de la alteridad u otredad, la consideramos fundamental para la revalorización de la paz al propiciar por medio de experiencias de formación ética densas, mucho más efectivas que las predicativas, el reconocimiento dignificador de la vida de los demás por iguales. Asimismo, creemos que la lucha contra la impunidad de la corrupción es decisiva, por cuanto los corruptos al ostentar obscenamente los bienes mal habidos ante el pueblo más endeble éticamente (vehículos de lujo, viviendas multimillonarias, gastos astronómicos, etcétera), éste se siente con derecho, si no a arrebatárselos violentamente, si a obtenerlos igualmente prescindiendo de toda ética por parecerle mera retórica. Esta situación deslegitima el llamado ético por parte de los funcionarios del gobierno y abona a favor del resentimiento violento.

En consecuencia, no basta con exhortar a deponer las armas en manos de adolescentes y jóvenes violentados y darles alguna ocupación, hay que edificar las condiciones de vida que atiendan a satisfacer plena e integralmente las necesidades sociales de los sectores populares. Hay que superar la concepción reformista de asistirlos institucionalmente en su pobreza. Aquí llegamos al punto crucial del asunto. Se trata de concebir en la praxis el modo de vida socialista, mejor dicho, el modo de producción y reproducción socialista de la vida que es la única vía para atacar y destruir de raíz la violencia estructural que genera el modo de vida capitalista al actuar sobre sus determinaciones. Si bien ambos declaran satisfacer las necesidades sociales, el modo capitalista no las satisface con equidad sino inequitativamente (para un pequeño grupo que compite entre sí, excluyendo a las mayorías), alienándolas mercantil y consumistamente, y depredando la naturaleza; en verdad es un modo de insatisfacción de las necesidades sociales. Mientras que el contradepredador modo de producción y reproducción socialista de la vida propicia la equidad justiciera y la desalienación en la satisfacción real de las necesidades de todos porque su satisfacción libera ya que para él no existe libertad mientras se padezca necesidad, la libertad solo se consigue superando las necesidades y su alienación capitalista. De allí que el modo de producción y reproducción socialista de la vida busca la satisfacción con base en la transformación estructural de las necesidades sociales históricas y de su modo de (in)satisfacción capitalista para así lograr erradicar la violencia y establecer la paz solidaria y fraternal entre todos nosotros y los hasta ahora violentados.


diazjorge47@gmail.com



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Jorge Díaz Piña

Doctor en Ciencias de la Educación (ULAC), Magister en Enseñanza de la Geografía (UPEL), Licenciado en Ciencias Sociales (UPEL). Profesor universitario de la UNESR

 diazjorge47@gmail.com

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