Irán

El pueblo resiste frente a sus opresores



Publicamos a continuación la introducción al número 8 (otoño 2012) de la Revista Solidaires International de Union Syndicale Solidaires de Francia (1), consagrado a la situación política y social en Irán. En el momento en que el poder dictatorial iraní es uno de los más firmes apoyos del régimen Assad de Siria, es necesario comprender algunos rasgos definitorios del sistema vigente en Irán, de las muy difíciles luchas de los trabajadores y trabajadoras, así como de las necesarias iniciativas de solidaridad internacionalista. Desde el punto de vista de los derechos nacionales, sociales y democráticos y de la movilización multiforme contra las acciones criminales de esos diferentes poderes, existe una profunda coherencia en el apoyo simultáneo a las diversas formas de la lucha anti-dictatorial del pueblo de Siria, a las iniciativas de los trabajadores y trabajadoras de Irán para conquistar e imponer sus derechos democráticos contra la dominación militar-teocrática; al derecho del pueblo palestino en su conjunto a disponer de las estructuras estatales que le corresponden, un pueblo que sufre, hoy, una agresión aún más exacerbada en esa gigantesca prisión a cielo abierto que es Gaza (Redacción de A l´encontre).

En la primavera de 2009, millones de manifestantes salieron a las calles iraníes. Al hacerlo hacían añicos una visión ampliamente extendida en el mundo: la de una población profundamente sometida al régimen vigente desde 1979.
Durante todos esos años, existía sin embargo otro Irán que había comenzado a ser conocido por el gran público internacional dos años antes, con la película Persépolis.

La suerte de las mujeres ilustra bien este profundo distanciamiento entre la realidad iraní y su percepción en el mundo. La islamización del derecho familiar y de los derechos de las mujeres "se suponía que mantenía a las mujeres en su papel tradicional de madre de numerosos hijos y esposa sumisa" (1). No ha sido así en absoluto: por ejemplo, el número de hijos por mujer ha pasado de siete a menos de dos en treinta años.

Si esta oposición al poder absoluto de los religiosos ha permanecido subterránea durante tanto tiempo, ha sido únicamente porque la menor protesta pública debía hacer frente a una represión implacable.

El monarca en el poder antes de 1979 era llamado "el carnicero de Medio Oriente": había hecho ejecutar, durante sus treinta y siete años de reinado, alrededor de 500 presos políticos. Decenas de miles fueron masacrados por el ejército real durante la represión de los levantamientos de los pueblos kurdo y azerí, en particular en las ciudades de Tabriz y de Mahabad.

El régimen islamista que le sucedió, únicamente en sus 10 primeros años y según la estimación más baja, ha ejecutado a más de 40.000 presos políticos. Hay hoy en Irán, muchos más presos políticos, detenciones arbitrarias y ejecuciones sumarias que bajo el antiguo régimen. La práctica de la tortura física y psicológica es mucho más extensa, el respeto a las libertades políticas y los derechos humanos mucho menor, la censura y la represión de las libertades artísticas e intelectuales mucho más flagrante que nunca antes.

La clase obrera está privada de los derechos más fundamentales como el derecho de asociación, de negociación colectiva y de huelga. Las mujeres se ven confrontadas a una opresión sin precedentes. La homosexualidad es castigada con la muerte. El régimen lleva a cabo una política de ocupación militar de las regiones pobladas por las minorías nacionales y utiliza los métodos de represión más brutales para aplastar su resistencia.

Una violencia así se explica fundamentalmente por su voluntad de erradicar toda huella de las reivindicaciones populares de la revolución de 1978-1979. Ésta había sido una de las revoluciones más importantes del siglo XX, con un grado increíble de participación de las masas. Durante los cuatro meses que llevaron a la insurrección de febrero de 1979 hubo una huelga general en la que participaron más de 4 millones de obreros. Los comités de huelga habían surgido en todo el país y los comités de vecinos controlaban la mayor parte de los sectores urbanos. La noche de la insurrección contra el Sha, se estima que más de 300.000 revólveres y ametralladores habían sido recuperadas en los cuarteles del ejército y distribuidos a la población.

El clero chiíta era la única fuerza de oposición que disponía de fuertes estructuras que la dictadura del Sha no podía desmantelar. Las utilizó para apoderarse en algunos meses de la totalidad del poder y eliminar toda oposición. En los años que siguieron, el régimen islamista encarceló, torturó, ejecutó u obligó al exilio a los principales militantes de la revolución de 1979.

No autorizó para representar a los trabajadores más que asociaciones islámicas controladas localmente por las mezquitas o grupos paramilitares.

Lejos de ser el portavoz de los desheredados, el poder del clero chiíta participó activamente en un aumento de las desigualdades sociales. Durante el último decenio del reino del Sha alrededor de 100 familias utilizaban el poder del estado para monopolizar la economía iraní entera. Son hoy menos de sesenta.

Ninguna legislación social se aplica en las empresas de menos de 20 personas, que emplean a más del 80% de la fuerza de trabajo, con una mayoría de mujeres. En ellas los patronos están exentos, por ejemplo, de toda obligación de proporcionar una cobertura social o de justificar un despido. Decenas de miles de obreros esperan la paga de sus salarios durante meses.

Hoy en Irán la mayoría de la población está oficialmente bajo el umbral de la pobreza. Según Adel Azar, responsable del centro de estadísticas de Irán, 40 millones de iraníes vivían en 2010 bajo el umbral oficial de pobreza. Sin embargo es un país rico en recursos naturales, que casi ha cuadruplicado sus ingresos de ventas de petróleo en el curso de los 10 últimos años y dispone de una renta sin igual en la historia del Irán moderno. Jamás la distancia que separa a los más ricos de los más pobres ha sido tan grande. Según los cálculos de economistas independientes, el número de parados podría alcanzar 10 millones para una población de alrededor de 75 millones (2). Más de 4,5 millones de iraníes disponen de menos de un dólar al día. La venta de sus riñones u otros órganos es ya la mayor fuente de ingresos para ciertos pobres urbanos.

Aunque la "primavera" de 2009 no triunfó, los problemas que la habían suscitado permanecen. La resistencia cotidiana a la dictadura no ha sido erradicada y desembocará tarde o temprano en nuevas movilizaciones importantes.

Notas
1) http://orta.pagesperso-orange.fr/solidint/
2) Marie Ladier-Fouladi "Iran, un monde de paradoxe" (2009) p 13 y 57-58.
3) La cifra oficial es de 3 millones de parados según unas reglas de cálculo ridículas, que por ejemplo, no consideran como parada a una persona que ha trabajado ¡una hora por semana!.

Fuente original: http://alencontre.org/
Traducción de Viento Sur http://www.vientosur.info/


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