Denuncio

Como viejo comunista acostumbrado a no huirle a la injusticia, a enfrentarla incluso al precio del desangre y la desesperanza, repito siempre la frase de Racine en su obra de Los Litigantes: “Por dormir en la calle, no ofendo a nadie”. Eso me da fuerza para denunciar el despido de la Doctora Gabriela Salazar Rondón del cargo que ocupaba en el Tribunal Disciplinario Nacional, presidido por el tachirense Hernán Pacheco, y adscrito al Tribunal Supremo de Justicia. Fue botada del cargo por el solo hecho de tener amistad con el Doctor José Amalio Graterol, abogado defensor del sonado caso de la Juez Afiuni y que está siendo enjuiciado en La Guaira. Un poder judicial que castigue a la amistad o al amor de sus componentes, es una aberración para la revolución, es un salto atrás hacia la Edad Media de los cinturones de castidad, o de los odios irracionales entre los Capuletos y los Montescos.

Una revolución, como la bolivariana, que pregona el amor, no puede perseguir el amor ni la libertad de amar ni la amistad. Sin embargo eso hizo Francisco Ramos, Presidente de la Comisión Ejecutiva de la Magistratura, del Tribunal Supremo de Justicia, al ordenar de manera arbitraria e injusta el despido de una profesional honesta, digna, responsable, con una carrera judicial intachable con más de 13 años. Un magistrado que dice estar al servicio de la revolución, no puede tener mentalidad de carnicero, parodiando a Simón Rodríguez, como la demostró Ramos cuando no le importó el cuadro familiar de la Doctora Salazar Rondón, con sus dos hijas pequeñas que quedan ahora sin el sustento necesario. Eso me ha lastimado profundamente, como revolucionario, como militante por más de cincuenta años en el PCV , porque ella es mi hija. Esos magistrados como Ramos y Hernán Pacheco, son las fichas negras de la revolución, son los pichones del engaño y de la traición a Chávez.

Ellos han violado el artículo 49, numeral 6 de la Constitución que tuve el honor de redactar y aprobar como Constituyente de 1999, y además, violaron el artículo 60 de la misma, es decir, violaron el derecho a la intimidad de mi hija de escoger los amigos de su corazón y su conciencia. Nada ni nadie, ni esta canallada, me apartará del camino de la revolución que he defendido en el Táchira al precio del odio de los adversarios y murciélagos derechistas.. Ese despido de mi hija le da la razón a un litigante como Graterol de que la justicia de esta revolución es extremadamente sectaria, controlada por perseguidores de oficio como Ramos y Pacheco, de inquisidores de amistades, de moralismos estúpidos agrego yo. Medidas de este tipo le hacen un gran daño a la revolución. Protesto esa conducta fascista de estos magistrados, contrarrevolucionarios agazapados, dinosaurios políticos, verdugos de ocasión, pero como dice el gran Racine.”el que ríe en viernes, llorará en domingo”.

Yo he defendido esta revolución con mi verbo y mi trayectoria moral en difíciles circunstancias y no merezco que la revolución me apuñale por la espalda despidiendo de su cargo a mi hija Gabriela Salazar, donde había laborado con lealtad, honestidad y profesionalismo Por eso, denuncio ante el campo revolucionario, esta medida de injusticia suprema. Al fin al cabo, “por dormir en la calle, no ofendo a nadie”.

(*) Profesor Titular de la ULA. Constituyente de 1999 por el Táchira. Doctor en Historia de la UCV. Militante del PCV desde 1958.


temorai@yahoo.es


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