Del país profundo: La grandeza humana de Sixto Sarmiento

Cuando me encontré con Sixto Antonio Sarmiento bajo aquel sol de Tintorero cargado de espinas, todavía no lo habían llevado al hospital de Barquisimeto donde pasó una larga temporada, ni estaban tan delicados sus pulmones y su hígado, ni se había puesto a tocar el violín hasta las nueve de la noche para alegrar a los enfermos que tenía cerca, como lo supe más tarde a través de un amigo inmerso en lo íntimo de Venezuela, viaje tras viaje, tratando de descifrar en sus escritos la verdadera creatividad del pueblo de donde venimos. ¡Ah mundo!. Es a Mariano Díaz a quien me refiero. Ese buen Mariano que tuvo la dicha de conocer en lo más diverso el significado de tanta obra hermosa de hombres y mujeres que hoy parecen olvidados, ocultos involuntariamente, tan lejos de esta otra realidad.

Mariano Díaz, entre tantos documentos testimoniales sellados con su propio diseño gráfico, después de la muerte de Sixto (quien falleció en Tintorero el 26 de enero de 1986), edita ese libro tan coherente y humano con imágenes, música, colores del alma y voz de martirios y alegrías: “Sixto Sarmiento. Tejedor del arte de cobija y músico muy a su mandar”. Es un recorrido biográfico sobre el lúcido creador de cultura, envuelto en la naturaleza y la historia ya lejana de Tintorero, donde un 28 de marzo de 1905 había nacido y crecería “hecho a sol y viento y machete”. Tengo este libro entre los más apreciados relatos de vida y de sueños sobre nuestro país, que tocan los sentimientos en su sentido verdadero, con el añadido particular de una frase-dedicatoria sobre la que sigo y seguiré militando, Mariano, ”para Benito Irady, siempre pegado al pueblo”.

A Sixto Sarmiento lo fui a conocer en un viaje que hice expresamente a Tintorero en 1981, cuando él andaba por los 77 años. Lo que sigue es parte de lo que no dudó en decirme un segundo día que tuve el privilegió de estar a su lado, queriendo saber la forma de procesar la lana y cómo fabricaba los telares. Pude consustanciarme mucho más con su vida, y me pidió aprenderme el nombre, el perfil de los cerros que rodean su aposento y saborear por primera vez la dulce pulpa del fruto del cardón.

SOY UN HOMBRE VIVIENTE EN EL MUNDO COMO OTROS ANIMALES.

“Tintorero es donde yo nací en el estado Lara. Aquí en esta tierra que no tiene agua nací yo, atrás de ese cerro donde llaman Los Paujices. Desde la punta de ese cerro hasta aquí donde estamos es Tintorero, también está ese otro cerro que es el de Los Dividivi y allá queda el cerro de Los Muertos y más allá todavía el cerro Jimenero que era de Antolín Jiménez.

Mi mamá se llamaba Marcelina Sarmiento y Aguedo Anacleto Sequera mi papá que murió de 75 años en 1915. Ellos no trabajaban la lana ni siquiera seca. La vieja hilaba, tejíamos sombreros de cogollo cuando se vendía ese sombrero a real y medio y había otro tipo de sombrero que llamaban pava doble que valía diez bolívares, pero se llevaba sesenta brazadas de tejido cada sombrero que pesaba cerca de un kilo. Le daba usted un sombrerazo a la gente y la mediomataba.

Sixto Antonio Sarmiento me llamo yo, y el abogado mío es San Antonio, nací el 28 de marzo de 1905, un martes santo, y estoy martirizado porque soy nacido en martes, y lo que me favorece es que fue santo y caliente que salí, fíjese en toda la cantidad de hijos que tengo, son 14 hijos varones y 4 hembras, 18 tengo vivos de los 24 que pinté y esos hijos me han dado 100 nietos, 50 varones y 50 hembras, fíjese que partí por la mitad, pero hay más todavía, tengo 53 bisnietos y un tataranieto, por eso soy un hombre viviente en el mundo como los otros animales, pero eso sí, sin echarle broma a nadie.”

YO APRENDI EL ARTE PRIMERO CON JUAN TORREALBA.

“No hay animal más rico que la oveja, da leche, da carne, da lana. Yo tuve ciento y pico de ovejas aquí, vivía echándoles maíz, haciéndoles potreros, buscándole el pasto de sabana. La criolla es la especial, porque ese es un animal que a los seis meses está de pelarla, es un animal lanudo, no como la oveja china que llaman, que es una oveja calva, pelona. Esa oveja criolla no, ese es un animal rico, hay que saber su mantenimiento, se gasta mucho en ese animal, pero se produce, hay que estarlas vigilando mucho, porque ellas cogen por aquí y pueden seguir para Barquisimeto y llegar hasta Caracas, porque no se acuerdan de donde son ellas y se pierden, por eso hay que tener pastores para voltearlas.

Yo a prendí a trabajar la lana de la oveja, a pelar la oveja, a escoger la lana, a lavar la lana, a limpiarla, todo lo sé perfectamente bien, yo aprendí el arte primero con Juan Torrealba, y aunque él no sabía hacer un liso, un telar, yo lo vi haciendo y lo aprendí también, yo le hacía todo, hasta en Chile está un telar que hice yo, se lo llevó Juan Torrealba y lo vendió allá. Yo aquí soy maestro. La lana hay que secarla un día haciendo buen sol. Después se recoge, se empiezan a escoger los colores, se separan entonces y uno va escardando para poder hilar.”

PURO PEDAL Y MANO.

“Desde 1920 estoy en esto, cuidando la oveja, tejiendo cobijas, tejiendo chamarras, tejiendo petates en un telar que hice de juájua, otros le dicen bambú a esta madera, pero este telar donde yo tejo es de juajua y es de madera de cardón y tiene varias partes, una llamada julio, que sirve para enjuliar la tela, para enrrollarla a la medida y hacer los cuadros, otra parte llamada el garabato, que sirve para sostener la tela, para prensar el julio, otra parte es el tenedor del telar, allí uno va prensando, acomoda a la proporción de tejer, amarra, anuda. Todas esas maniobras hay que hacerlas para uno poder hilar bien. Después están las varillas que llevan cuatro de los lisos, esos lisos van uno para arriba y uno para abajo, porque el pedal los lleva. Y esta es la lanzadera que la hago yo también, la lanzadera es la que lanza el hilo, la que lo teje, Esto sí que tiene trabajo, es puro pedal y mano y mucha idea y mucho reglamento para que todo quede igualito. Aparte del telar hay que tener las escardas para escardar, el huso para hilar y las ruecas para hacer las tañuelas, ¡y las ovejas, pues!”

DE LA ESPINA NACE LA ROSA.

“Antes había que escoger bien la lana, saberla escoger, porque antes se tejía con los colores naturales, uno tenía que escoger la lana negra, negrita, la que era marrón, marroncita, o el alazán, o el gris, eso era un trabajón y era hebrita por hebrita. Ahora no, porque ahora se tiñe, se le dan otros colores, el mismo Juan Torrealba empezó a teñir la lana, habían esas papeletas que llamaban bellotas, con una papeleta que costaba un real se teñía un kilo de lana, yo la usé mucho y la pintaba yo mismo. Yo pintaba la lana, cargaba la lana en un perolón, en una pipa, cargaba de los pozos, porque no había agua, eran pozos hechos por nosotros mismos para buscar el agua, porque esta tierra es muy árida, era pico y pala, parihuela, que quizás usted ni la conoce, un cuero de res amarrado en dos palos para dominar el entrezón. Una tarea de pozo valía real y medio, 75 céntimos valía un pozo y había personas que sacaban cuatro por día, de eso salía uno muerto, eso era para matarse, pero eso sí, con un bolívar mantenía usted a toda su familia tres días

Un papelón valía medio, una tercia de caraotas negras que eran dos libras valían tres lochas, dieciséis libras de maíz valían dos bolívares, ¡Caray!, se ponía uno buchón. Yo como harina todos los días, y tengo mi maíz para yo mismo hacer la harina. Éramos doce hermanos, y mamá en aquel tiempo mataba un chivo, ponía a hervir un espinazo y tostaba una tercia de maíz que eran dos libras, entonces se la echaba a ese hervido cuando estaba bien caliente, así, para repartirle a los hijitos, ¡caldo e’ chivo con maíz tostao!, y uno se criaba completamente templado. Esa era mi madre, y yo como la quería, quería mucho a mi madre, ¡era mujer pues!, y yo se querer a las mujeres. Mire amigo, yo quiero a las mujeres como querer a Dios, porque a las mujeres hay que tenerlas como oro en polvo, vea que son las que sostienen al mundo, aunque sean locas hay que quererlas, porque de la espina nace la rosa para que lo sepa.”

YO SOY MUSICO TAMBIEN.

“Yo soy músico también, además de trabajar la lana yo toco el violín porque los padres míos eran músicos, ellos eran de Las Flores, los Sequera eran músicos y vino uno de los Sequera por ahí y se enamoró de mi mamá, estaban muchachos y le pegó 12 hijos. Mi papá se aplicaba a cantar en velorios, en santos y yo aprendí, me gustaba mucho, yo ya de 7 años tocaba cuatro, a la edad de 9 tocaba bailes, turno, que era el baile de aquí. Eso no lo sabe nadie aquí, solo yo soy folklore completo. Me acuerdo que una vez toqué un turno y lloraron 20 parejas ¡Ay Dios mío, eso es muy grande!. Si usted está bailando un turno, la pareja que está con usted, esa no baila con más nadie, sólo usted, y si hay veinte parejas, son veinte figuras que tienen que hacer los músicos, ¡si señor!, eso es delicadísimo y el ritmo no es como el de ahorita. Yo he sido alegre para tocar pero no he sido profesional, porque a mi me gustó más el trabajo de la lana que la música. Es mejor parrandear que comer, eso es muy sabroso, pero yo no me acostumbré; al músico sólo lo conocen mientras está tocando y eso a mi no me gustó.”

ENTRE PUROS CARDONALES.

Aquí en Tintorero todas las matas que hay son de espina, ese palo verde es el yabo y ese yabo da perrubia para tocar violín, y la mata de espinas que más se extiende es el cardón, este es el cardón de dato ¡sabroso!, usted se come un dato de cardón y queda cebao, eso es dulcito y hay cuatro colores, el rojo, el blanco, el amarillo y el rosado. ¡Pruébelo! El dato es esa pelota grande que echa el cardón en la punta, uno le quita las espinas, le quita la conchas y se lo tira en la boca, se come usted una docena de dato y se pone a orinar ¡Ave María Purísima!. Después es la lefaria, usted se pega un viaje de lefaria y brinca a la mujer en la noche y le amanece preñada, que se lo digo yo, eso es muy caliente, ese es otro tipo de cardón, la lefaria , y para chivo ese es el gran pastoral, es comida especial, alimenta a los chivos y a uno también, yo cuando como lefaria engordo tres kilos, y otro tipo de cardón que abunda allí es la pitahaya que también se come, es dulcita y ácida. “Me encontré una pitahaya picada de un pajarito” ¿usted nunca escuchó esa cancioncita?, la pitahaya aparece en tiempo de lluvia, en lo que llueve usted descubre la pitahaya florecida. Entre cardonales vivo yo, entre puros cardonales.”

A la izquierda Sixto Sarmiento en su taller de Tintorero. A la derecha escarda la lana.
Credito: Rafael Salvatore






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Benito Irady

Escritor y estudioso de las tradiciones populares. Actualmente representa a Venezuela ante la Convención de la UNESCO para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial y preside la Fundación Centro de la Diversidad Cultural con sede en Caracas.

 irady.j@gmail.com

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