Del país profundo: Los sueños que dominan a Cleto Rojas

En 1984, el Festival de Cortometrajes Manuel Trujillo Durán premia el documental “Cleto Rojas: Un Pintor Campesino”, también lo hace ese mismo año el Concejo Municipal del Distrito Sucre en Petare y en 1985 el Festival Internacional de Cortometrajes de Leipzig. Alemania Oriental.

Se trataba de un proyecto muy hermoso al cual nos asociamos en Cumaná, por eso el nombre, Productora Cinematográfica Nueva Andalucía, como se conoció a esta región de América, para revivir desde la otra acera de la calle, lo que dejaron los rayos del sol de la herencia española en expresiones culturales muy nuestras y en la creatividad constante de estos personajes a los que nunca les faltó el dolor cuando contaban su vida para el cine. Cleto Rojas fue uno de ellos, pero también Cruz Quinal, el Rey del Bandolín y Luis del Valle Hurtado, el Diablo de Cumaná, quedando por culminar otros trabajos sobre María Rodríguez, La Sirena de Cumaná y la familia Coronado que habitaba en las montañas, con las piedras de un río puestas en las espaldas de las casas.

Fueron muchos más los premios al proyecto donde participamos junto a Elizabeth Hernández, Rafael Salvatore y el director de cine John Dickinson. Y como resultado, además de divulgar la grandeza de ese país profundo de Venezuela, entre los años 1985 y 1986 se obtuvieron otros galardones otorgados por el Festival de Cine de Mérida, la Asociación Venezolana de Críticos Cinematográficos y el Concejo Municipal del Distrito Federal en Caracas. También fueron seleccionados estos cortometrajes en los festivales del Nuevo Cine Latinoamericano, La Habana. Cuba. El Margaret Mead Festival del Natural Science Museum, New York. Estados Unidos, el Festival de Cine de New México en el mismo país. El Festival du Réel del Centro Pompidou, París. Francia, y en las muestras de cine venezolano de aquellos tiempos en España, Portugal y Gran Bretaña.

Próximo a cumplir 90 años, Cleto Rojas permanece en 2017 en Casanay, sitio de doctrina de la expansión misionera del siglo XVII al que se le dio por título Santa Cruz en el valle de Payacuar, primer punto donde tuvo origen su fundación con naturales chaimas que luego se rebelaron y huyeron. Posteriormente, con otras almas, que debieron conocer de Dios y de un Confesionario “muy claro y breve”, según indica el capuchino Buenaventura de Carrocera, (quien señala como su autor al padre Juan del Pobo, interesado en que se predicara, catequizara y se administraran los sacramentos a los indígenas en su propia lengua), se somete de nuevo a la población chaima para la instalación definitiva de la elegida misión en este valle de Casanay, actual Estado Sucre, donde siglos más tarde, una casa de dos aguas, con el primer horcón levantado por un mismo hombre hace 50 años sería un taller de pintura. Es Cleto Rojas este hombre.

Obra de Cleto Rojas el techo de carata y las vigas de durote y guatacare y cautaro, palabras con las que se nombran maderas y pencas de su valle repasado al óleo. Obra de Cleto Rojas el bahareque levantado por encima de los dos metros de altura, las paredes de barro decoradas con un libertador Simón Bolívar y una heroína de la misma mezcla sacada a relieve con abultados pechos en el friso rojísimo, el barro puesto a mano sobre la caña brava entretejida. Obra de Cleto Rojas el piso de tierra y el palomar enjoyado en la palma del techo, donde las aves adornan con su canto los días de sueños en los que el campesino expande sobre lienzos los misterios vivos de su imaginación.

Para Cleto Rojas no existe un sitio más grande en el mundo que esos veinte metros cuadrados de sombra y fantasía reservados al encantamiento, ese espacio de veinte metros cuadrados donde habita con sus odaliscas y sus héroes. De los noventa años que va a cumplir le ha dedicado por lo menos ochenta a pintar sus propios sueños, a esculpir, a dibujar, a fabular historias de aparecidos y de hadas entre jardines y cascadas.

No ocupó más de un mes de su vida en el primer grado de una escuela de campo cerrada casi siempre por falta de maestro. Así empieza la biografía del artista que hizo sus primeros trazos con carbón de leña sobre cartón desechado. Conuquero, hijo de conuqueros. Santiago Hernández y Paula María Rojas le enseñaron los secretos del maíz y del café y de la caña de azúcar que sembró y cosechó entre dos hectáreas de las tierras de Putucual, en los alrededores del río Casanay.

DEL PRIMER GRADO HASTA SIMON BOLIVAR.

“Por todo yo estuve un mes en la escuela, porque el maestro se me iba cuando yo venía. Nunca había maestro, hasta que nombraron a Eliseo León y yo veía a los muchachos que pintaban con creyones de colores, y me gustaba tanto, pero yo era muy arruinadito y no podía tener unos creyones de color. Yo andaba descalzo, y mi traje solo era un pantaloncito de la cintura a las rodillas. Yo tenía que vivir cocinando arepas para vender porque la mamá mía estaba enferma…

A mí me nacía pintar y agarraba los carbones de leña con que cocinaba las arepas y me ponía a marcar dibujos sobre cartones que hallaba en los basureros. La primera vez que pude disponer de un real, porque me lo conseguí en la calle, me compré un cuaderno de dibujo y una cajita de creyones y llegué a mi casa contentísimo. Fue allí que dibuje un gallo, bonito ese gallo y lo lleve a la escuela de Eliseo León y presenté ese gallo sin saber que el maestro se iba a ofender, iba a pelearme y a sacarme de la escuela. Se ofendió tanto que suspendió las clases. Ocurrió que el maestro tomaba muchísimo ron, se la pasaba borracho y llegaba muy tarde a la escuela, y cuando vio aquel gallo que yo presente interpretó que yo lo había pintado para burlarme de la tardanza con que el hombre siempre llegaba. Más nunca fui a la escuela.
Después en Casanay, un amigo mío llamado Juan me compró el gallo por medio y con el mismo medio le compré a mi mamá café y papelón. Yo seguí pintando después del gallo y empezó la noticia de que en la calle Carvajal había un pintor. De que había un pintor en Casanay y todo el mundo me buscaba para hacerle pinturas…

Yo empecé a pintar loterías para ganar algo, pintaba con acuarelas y pintaba con el corazón abierto. Hice a Simón Bolívar y por encargo pinté también al General Marcos Pérez Jiménez con la misma acuarela. Cuando no pude tener más acuarela empecé a pintar con sapolín de todos los colores y empecé a preparar esculturas, a la vez que atendía mi conuco en Putucual. Yo sembraba caña que era lo que más comía cuando me pegaba el hambre, sembraba ocumo, yuca y maíz, sembraba hasta tres almudes de maíz y pintaba lo que me salía, aunque para vivir hacía loros pintados en madera y la lotería que me encargaba la gente, hasta que un buen día descubrí el óleo en unos tubitos que me trajo al campo un amigo mío.”

DE LAS REVELACIONES Y LOS SUEÑOS.

“Yo en el campo tuve una revelación y estoy seguro que voy a pintar ese cuadro. Yo iba volando, y cuando iba volando me consigo un atardecer bonito, elegantísimo hacia abajo. Voy volando y veo una poza y hay una catarata, un precipicio donde se consumía el agua. Llegó un viento fuerte, batió y me zumbó en la poza, casi para caer al precipicio. Hago fuerza, fuerza y entonces el agua buscó para otro lado y yo pude agarrar una playa, una arena donde había árboles, unos pinos, me subí a esos pinos y cuando me trepaba pasó un negro. Yo estaba descalzo y el negro me puyaba con una vara para que yo cayera. Como los pinos estaban bien pegados uno del otro, yo empecé a pasarme del uno al otro y así estaba, hasta que un ángel llegó volando con un cordón, llegó y pasó el cordón adonde estaba yo y yo agarré el cordón cuando me desperté. Ese sueño tenía abajo un atardecer con sus colores riquísimos. Yo para poder hacer ese cuadro tengo que hacerlo en un tamaño grande, tengo que pintar el ángel al fondo y después la caída del agua a cierta profundidad y después el atardecer, lo más difícil sería sacar el cielo, pero yo busco la manera. Yo sé que me pongo a sacar ese cuadro y lo saco porque tengo que agradecerle al ángel que me haya salvado.

DE LAS MUJERES DESNUDAS

“Yo hago mis pinturas por las revelaciones, por eso aparece Jesucristo en mis cuadros. A mí me da mucha idea Simón Bolívar, pero no he tenido el gusto de soñar con él, yo lo he visto, te digo, yo lo he visto estando despierto, pero quisiera verlo en sueños para pintarlo conforme lo sueñe, aunque lo he pintado mucho, y he pintado también a los charros mexicanos, los he visto en sueños y los he visto en el cine, ahora estoy preparando un homenaje a México pintándole a Jorge Negrete, tengo la idea clarita en el juicio, pero los sueños que a mi me dominan son los sueños con las mujeres, sueños que no puedo contar pero me dominan, porque tú ves mis cuadros a veces y allí casi no hay hombres, yo tengo temporadas donde sólo me sale pintar pura mujer. La mujer desnuda es lo que más pinto, aunque también me nace pintar al campesino, hasta yo mismo aparezco en un cuadro que se llama “Mi Vida Campesina”, pero las mujeres me dominan con más fuerza que Cristo y con más fuerza que Simón Bolívar.”

DE LEONARDO DA VINCI A BÁRBARO RIVAS

“A los pintores también los sueño, he soñado con Leonardo Da Vinci, yo no lo he visto, pero me acuesto y sin estar pensando en ese pintor siento una voz de hombre que me lo mienta, me dice: ¡Ese es Leonardo Da Vinci!, en esa forma he tenido dos sueños, digo yo que será porque a mí me gusta mucho la pintura de Leonardo Da Vinci. Ahora, pintura que no me gusta es la de Picasso, pero me gusta su fama, pintura que si me gusta es la de Miguel Ángel, me gusta la de Cristóbal Rojas, me gusta la de Arturo Michelena, me gusta la de Tovar y Tovar, me gusta la de Reverón y la que más me gusta de todos los pintores venezolanos es la de Bárbaro Rivas. Yo vi la pintura de toda esa gente en el Museo de Bellas Artes, porque viví un tiempo en Caracas trabajando como guachimán. Yo vivía, pintaba y dormía en el mismo depósito que vigilaba. Allí se desarrolló mucho la pintura mía y pude exponer en Caracas, en Colombia y en Estados Unidos, después en Puerto La Cruz, en Cumaná, donde me han dado dos premios, y en Ciudad Guayana, ahora quisiera que me volvieran a organizar otra exposición en Caracas. Como te dije, Benito, trabajé un tiempo allí, pero me volví al conuco porque me botaron de la compañía y aquí en Casanay sigo pintando, pero verdaderamente, yo no soy pintor, yo lo que soy es conuquero.”

Cleto Rojas en Casanay en 1982
Credito: Rafael Salvatore


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Benito Irady

Escritor y estudioso de las tradiciones populares. Actualmente representa a Venezuela ante la Convención de la UNESCO para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial y preside la Fundación Centro de la Diversidad Cultural con sede en Caracas.

 irady.j@gmail.com

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