Del país profundo: Enrique Pericaguán y los santos niños que conquistaron a Caigua

Debió ser Paricaguán, el apellido originario de nuestro informante Enrique, como se indica en el censo que en 1783 realizó Chávez y Mendoza en diferentes misiones de la Provincia de Cumanagotos. Quizás por error viene esa variación Pericaguán que se conserva hoy entre los descendientes de casi 50 familias señaladas en aquel tiempo, como un grupo portador de apellidos indígenas que habitaban ese amplio territorio cercano al río Unare, extendido más allá todavía, hasta el Neverí, y donde los españoles también llegaron a establecer cuarteles, fortines, iglesias, villas y plazas de guerra, en el brutal escenario de conquista de los pueblos cumanagotos, entre los que destaca Jesús, María y José de Caigua, una de las 25 misiones que tiene fecha de fundación conocida en el siglo XVII.

Según Antonio Caulín, en su historia de la Nueva Andalucía “hízose esta conversión el día 24 de marzo del año 1667 en los días de Semana Santa, cuyos oficios se realizaron en la misma casa de Caigua, con admiración de los indios y extraordinario regocijo del gobernador y demás soldados que le acompañaban”. Caigua era shaman y rebelde, gran cacique de los Cumanagotos y en su memoria se llamó a este pueblo Caigua Patar, que en el idioma español suena como la Casa de Caigua.

Fue allí en la Casa de Caigua, en donde estuve una vez más en 1980, para encontrarme con esta gente (que en muchos casos se autodenominan Caribes) y a la que me une una especial amistad de muchos años, como la que he sostenido con la lideresa Zarina Troncoso, activa promotora de cultura en la localidad del estado Anzoátegui, fundada por Franciscanos Observantes. Una de las conversaciones fundamentales para conocer más de ese pasado indígena del cual todavía siguen quedando rastros entretejidos con los misterios de la santa fe católica, la mantuve en aquel momento con Enrique Pericaguán de 75 años de edad. Un hombre muy respetado en Caigua, nacido en 1905 y que todavía trabajaba la agricultura y sembraba maíz, caraotas y algodón. El pudo hablarme sobre la sabiduría y el compromiso que le ha acompañado siempre en la celebración del nacimiento y muerte del hijo de Dios. El relato tiene un especial interés por la conciencia de origen y de vida que encontré en Enrique Pericaguán y trato de transcribirlo en el orden en que llegan los recuerdos a mi memoria.

PASCUALITO, EL NIÑO JESUS QUE TAMBIEN ES PATRON DE CAIGUA

“Ese Niño Jesús es el Patrón de Caigua, pero sus verdaderas fiestas no son el Domingo de Resurrección, cuando lo sale a buscar la Virgen María en la madrugada. Sus verdaderas fiestas son en enero, aunque comienzan el 24 de diciembre que es el día en que él nace a la media noche, ese día sale Pascualito que es un Niño Jesús igualito a él, es el que sale por esos campos, porque el otro, el que busca la Virgen el Domingo de Resurrección, ese se queda en la iglesia, pero el Pascualito que es callejero como todos nosotros sí sale con los pastores por todas partes, lo van llevando de casa en casa y le cantan aguinaldos, toda esa fiesta es el 25 de diciembre y le cantan de nuevo el 6 de enero, que es el día de Reyes, cuando aparece el espuntón, de allí sale para la calle otra vez, hasta el 7 de enero a terminar la fiesta. Antes, cuando lo organizaba el señor Natividad Troncoso que ya murió eso tenía más sabor porque se bailaba el espuntón del 1 al 7 de enero y uno los tiene como los días propios del Santo Patrón, más todavía el 7 de enero por la mañana que es cuando salen los caribes.”

“Los caribes andaban antes con onoto en las manos y embarraban a la gente de onoto y cargaban una iguana llamada Juanita para que la gente la besara y el que no besara esa iguana tenía que dar dinero y un litro de ron para alegrar la parranda de los caribes, pero eso era antes, porque ahora la gente poco se ocupa de esas tradiciones, aunque todavía queda el baile del espuntón que es el baile más antiguo de este pueblo, eso es de la infancia de Caigua y lo hizo un indio bravo que los españoles sometieron con el Niño. Con ese Niño Jesús sometieron a Caigua los españoles, ese Niño lo trajeron ellos de España y después trajeron al otro, a Pascualito y trajeron a San José y a la Virgen María, por eso este pueblo se llama Jesús, María y José de Caigua”.

CAIGUA, EL CARIBE GUERRERO Y EL ORIGEN DEL ESPUNTON

“Ese Cacique Caigua era el Caribe bravo y guerrero de los indios que estaban aquí, porque esto antes era una montaña y eso era flecha y flecha contras los españoles que varias veces intentaron entrar y no podían, hasta que hubo un tiempo en que de nuevo vinieron los españoles, dándole ropitas a los indios, dándole perolitos para agarrarlos, hasta que se les ocurrió traer de España al Niño Jesús, y con ese Niño Jesús, que es el mismo que está aquí, sometieron entonces al indio Caigua y lo bautizaron, y de ese tiempo de los españoles viene el espuntón. Eso es una espadita, un palito que viene adornado con un lazo de cinta grande y un corredero de cinta larga y una bandera, que no es la de ahora, era otra, la de la conquista que llegó aquí a este pueblo desde que dominaron a Caigua. El indio Caigua tuvo que someterse ante esa espada, ante esa bandera y ante ese Niño Jesús y la ceremonia que se hizo entre los españoles y el indio Caigua es lo que representa el baile del espuntón. Eso nos lo han enseñado desde antes y eso no lo tumba nadie aquí”

HERMANO DEL NAZARENO
“Desde la edad de 10 años yo soy hermano del Nazareno, que es Jesús después de grande, después que ese Niño ha crecido y se ha hecho hombre en el tiempo. Mi mamá, que se llamaba Sebastiana Pericaguán ofreció una promesa para curarme de una enfermedad y me colocó en la Sociedad del Nazareno. Esa es una sociedad grandísima y yo tengo que seguir allí hasta que me muera. La sociedad tiene un orden. Primero está el Hermano Mayor que es José Antonio Guapache y está después el Hermano Segundo que es Salomón Quintana. Esos hermanos se eligen cada año en el Domingo de Resurrección y tienen la responsabilidad de la celebración del día de Jesús El Nazareno, pero también está la secretaria de la Sociedad que es Josefa Troncoso, esa es la que organiza las reuniones y saca las cuentas y entrega las velas, porque todo el hermano que paga la contribución a la sociedad recibe una vela que está bendecida, esas van en El Sepulcro, son más de mil velas y eso pesa, por esta razón hay dieciocho personas responsables para cargar el sepulcro el día Viernes Santo, ellos son los sepulcrureros y cada uno tiene un sitio asignado debajo de la mesa para cargar sobre sus cabezas a Jesús muerto.

Los sepulcrureros compran esos puestos para toda la vida, hasta que se mueran estarán cargando el sepulcro y allí se llega por promesa. Pero en la mesa además de tener puesto asignado los sepulcrureros, también tienen puesto asignado los dueños de brazos, son los que llevan las horquillas y tienen que cargar el brazo de la mesa que les corresponde, esos son los propietarios y también cumplen con ese deber por promesa, y también tienen que pagarle a la Sociedad para tener esa condición de dueños de brazos. Siguen los faroleros o veleros que son los que marchan con los faroles y están los doce hermanos que el Jueves y el Viernes Santo hacen la guardia armados de machetes. Así está organizada la Sociedad que en estos momentos tiene setecientos hermanos nazarenos que han llegado aquí por promesa, y pagan al inscribirse y pagan una cuota especial cada año para que la Sociedad tenga sus propios fondos.

YO SOY EL QUE CONOCE LOS SECRETOS
“Hay muchas reglas en la hermandad. Cuando muere algún hermano, ese se entierra vestido con su hábito de Nazareno y lo velan otros cuatro hermanos que le hacen guardia permanentemente, aunque no es como antes, porque antes no velaban a un hermano muerto en la urna. Antes, al morir un hermano lo colocaban en el suelo con cuatro velas encendidas hacia la cabeza y hacia los pies y los Hermanos Nazarenos descalzos y vestidos con sus hábitos haciendo guardia. Dentro de la Sociedad yo soy el que prepara a todos los santos, yo soy el que responde por ellos porque yo soy el que conoce los secretos que aprendí del señor Ramón Gamboa, muerto hace ya muchos años. Todo lo que aprendí de él lo haré hasta que yo también muera, hay que saber curar esa madera de Dios, reforzarla, curarle las heridas a los santos, saber conservarlos, son secretos para llegar a sus manos y a sus pies y a su estómago, cruzarle sus extremidades, todo ese hay que saberlo y es un misterio del que no puedo hablar. Todas las atenciones que se le deben dar al Nazareno y a otros Santos las dejan por cuenta mía. Aquí se comienza el Domingo de Ramos que es el día en que se arreglan todos los Santos y todas las mesas y día tras día se hace un acto distinto hasta el siguiente domingo después del Sábado de Resurrección que es cuando sale el Niño Jesús a esconderse y la Virgen María a buscarlo en la madrugada por todo el pueblo, hasta que se encuentran a las seis de la mañana, ese también es un día en que se celebra al Niño Jesús en la Semana Santa, pero el otro Niño Pascualito del que empezamos a hablar, que es muy parrandero y anda con los músicos que beben aguardiente no sale en esa fecha, él se queda en una casa del pueblo esperando que llegue diciembre para que le paguen sus promesas y después sigue celebrando hasta que entra el mes de enero.”

A la izquierda el Niño Pascualito, a la derecha Enrique Pericaguán junto al Nazareno de Caigua
Credito: Rafael Salvatore





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Benito Irady

Escritor y estudioso de las tradiciones populares. Actualmente representa a Venezuela ante la Convención de la UNESCO para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial y preside la Fundación Centro de la Diversidad Cultural con sede en Caracas.

 irady.j@gmail.com

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