A los bancos, ni con el pétalo de una rosa

En esta desgastante y miserable crisis socioeconómica y moral que padecemos, hemos buscado y señalado culpables tanto del gobierno como de la oposición, dentro del país y fuera de el y en algunos casos, varios “opinadores” con o sin argumentos, han manifestado que es un complot donde las fuerzas diestras y siniestras se han unido soterradamente para crear este inestable clima y sacar provecho a costa de la salud mental y física del pueblo.

Pero, dentro de toda esta variopinta elucubración sobre las conspiraciones, la banca venezolana (pública y privada) no ha tenido un protagonismo mediático acorde a su participación en esta dificultad nacional. Es como si existiera un tácito acuerdo entre los bandos políticos que se “disputan” la supremacía del poder, en no rozar la actividad que manipula el mercantilismo de la moneda. Lo bursátil se considera tabú, es innombrable, es delicado, está dentro de un “corralito” y escondieron la llave.

Los banqueros están gozando una bola con la crisis, con la conversión monetaria legal e ilegal, con el apremio de la gente por conseguir billetes, una tarjeta o con cualquier diligencia que hacemos y ya que todo tiene un valor y hay que pagarlo, el banco está de por medio.  La liquidez monetaria solo se ve en el chorro de billetes para gastar y como el valor del papel moneda es tan bajo en comparación a la brutalidad de los precios, hay que acudir diariamente como un autómata a tocar otro autómata o cajero automático, a pedir más moneda impresa, pero casi sin valor nominal. Estamos a punto de pesar por kilos el fajo de billetes para pagar. Y cada vez que los millones y millones de personas hacemos este diario ritual de apareamiento hombre-máquina, “nuestros” bancos nos pechan con una pequeña cantidad por el usufructo del servicio. Por ende, esta “pequeña cantidad” casi imperceptible y por la cual hasta le “agradecemos” al banco que nos la cobre por el uso de la “maquinita expendedora de agonía”, al ser multiplicada por las millones de venezolanos, son millones de bolívares virtuales y convertibles que entran a las arcas de la institución bancaria.

Todos los economistas (azules, verdes, rojos, anaranjados y sus diversas tonalidades) nos han dicho que el ahorro bancario es inexistente, no aplica hoy día, que la plata en el banco no genera sino zozobra porque paradójicamente en una cuenta de ahorro, pierde valor y que es mejor invertir “en lo que sea” o lo que se pueda comprar. Vivimos una economía atípica que ni todos estudios al respecto de cualquier ideología no se atreve a definir, mucho menos prever su cauce porque no lo tiene. Los modelos económico implosionaron aquí para después explosionar.  La situación es tal que es mejor guardar los reales debajo del colchón, porque los billetes aumentan al menos de peso cuando se le pegan las pelusas, el polvo, los ácaros o cualquier sustancia inorgánica u orgánica que tenga nuestro aposento, en contraposición a colocarlos en el banco donde se desvirtúa como moneda. Pero, cada movimiento que hagamos dentro o en frente del edificio bancario, o al comprar con nuestros “plásticos”, o al pedir los “credinóminas” o un préstame tal o el compra hoy y jódete mañana, en fin cualquier artificio que arguyen los bancos para succionar nuestra ya seca savia económica, nos hace cada día mas insolventes y lo peor, mas dependiente de ellos y atados con pesados grilletes de intereses o tarifas por servicios bancarios. No es una gran burbuja a punto de estallar, son pequeñas burbujas que nos ahogan.

El rosado, simpático y sonriente cochinito bancario, se ha convertido en un monstruoso jabalí con enormes colmillos y bien “jarto”. Un cerdo que nosotros no vamos a comernos en diciembre, unos poquitos lo harán “a nuestro nombre”. Y sino se lo comen este fin de año, seguirá cebándose, va a engordar mucho más, ya que tiene el amparo o la venia oficial de los que “regulan” su actividad, por aquello de que controlar vigorosamente las apetencias de los “CEO Y CHAIRMAN” de estos bancos, no es un indicio saludable de una buena economía, aunque la nuestra esté en terapia intensiva. Cosas del capitalismo salvaje, que nuestro Socialismo del Siglo XXI respeta.

Y mientras espero los billetes “grandes” que solucionen la economía del papel, voy a saludar a mi cajero automático favorito para ver si me da un “bultico de a cien” o me muestra el dedito del medio porque no me fijé si me quedaba algo, en mi hurgada cuenta de nómina. De todos modos, pase lo que pase, estoy contribuyendo con la salud del banco, la mía, ya veremos.



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Carlos Contreras


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