El Ministerio para el Poder Popular de las compras en supermercados

Hace par de días me dirigía a una panadería cercana a mi casa como hago varias veces a la semana para comprar algunos alimentos. Allí puedo conseguir harina de maíz precocida, harina de trigo, aceite, arroz, jabones de baño, papel higiénico, y varios productos más, todos de origen colombiano. Incluso puedes encontrar harina marca PAN producida en Colombia. Irónico, ¿no? Algunos todavía piensan que la escasez en Venezuela se debe al contrabando hacia Colombia.

Gracias a cierta “política” del Gobernador del Estado Zulia ahora los comerciantes zulianos pueden adquirir y vender productos colombianos que escasean en el país, como los mencionados. Los comerciantes importan con ayuda de la gobernación del estado y lo ofrecen en sus comercios a los zulianos. Desde entonces, los consumidores hemos podido encontrar fácilmente productos que hace meses atrás y desde hace varios años era sumamente difícil adquirir.

Los voceros del gobierno regional declaran que con esta “política” las autoridades están luchando y derrotarán en el mediano plazo al bachaqueo. Sin caer en la discusión sobre los responsables del contrabando en la frontera y las implicaciones de los militares y las autoridades venezolanas, conversemos sobre eso de “la lucha contra el bachaqueo”.
En Venezuela la escasez de los productos de primera necesidad comenzó a partir de la regulación de precios que desde el gobierno nacional se adjudicó a ciertos productos nacionales de primera necesidad. Podemos recordar los famosos precios regulados en alimentos, medicinas, artículos de higiene personal, entre otros rubros. Aunque en la actualidad la escasez de productos venezolanos es generalizada, podemos decir que tuvo sus orígenes en los productos regulados.

Estos artículos continúan “regulados”. Rubros como la harina de maíz precocida tiene su precio en Bs. 190 por kilo. Sin embargo, es sumamente difícil encontrarla en este precio en los anaqueles, por el contrario, es fácil para el zuliano conseguir el kilo de harina de maíz precocido producida en Colombia en algunos supermercados, abastos y buhoneros oscilando entre Bs. 1500 y Bs. 1700. ¡Gran diferencia!, señor gobernador.
Diciéndolo en otras palabras, el gobierno regional y autoridades nacionales permiten que los productos colombianos sean vendidos en el Zulia, en el caso de la harina de maíz precocido en Bs. 1700 (curiosamente por este precio oscilaba este rubro en manos de los ‘bachaqueros’ antes de la llegada de la mercancía colombiana), mientras impide a los productores venezolanos vender el kilo en más de Bs. 190. ¡El mundo al revés!

Esto hace evidente que verdaderamente en Venezuela existe una guerra económica, pero del gobierno hacia el pueblo. Ser ministro de alimentación en Venezuela es sumamente fácil, es como ir a un supermercado y comprar los artículos que necesitas. Así manejan nuestra alimentación los irresponsables que dirigen nuestro país: van a los mercados del mundo a traer todo lo que son incapaces de producir en Venezuela. Desde el Zulia parecemos proponer la creación del Ministerio para el Poder Popular de las compras en supermercados.
Vale la pena preguntarle al partido político que en la actualidad dirige alegremente nuestro país ¿ese es el socialismo bolivariano?, ¿ese es el socialismo chavista?, ¿la estatización irracional y el crecimiento de los negocios militares? ¡Paren el mundo, me quiero bajar!

Venezuela es un país que desde la industrialización de su actividad petrolera a principios del siglo XX ha sido económicamente capitalista-rentista. Sin embargo, las comparaciones son odiosas. Según datos del Banco Central de Venezuela en 1998 las divisas que ingresaban al país por vía petrolera representaban el 68,7% del total de ingresos anuales, pero en 2013 representaban el 96,28%. Esto no sólo significa que el mercado petrolero internacional tuvo varios años de bonanza significativa, sino que el aparato productivo venezolano decayó considerablemente en su capacidad de exportación. ¿Por qué? La respuesta se esconde en las dinámicas de una economía rentista. Para quienes controlan los dólares del país producto de la actividad petrolera resulta más lucrativo comprar afuera y revender adentro. La lógica del bachaquero no es nueva, está instalada en nuestra psiquis colectiva venezolana desde hace décadas gracias a gobiernos irresponsables y empresarios parásitos.

El gobierno siempre ha sido el bachaquero mayor, y la Gobernación del Zulia parece no tener pudor en reconocerlo. Además, el gobierno reconoce con esta “política” de importación de alimentos desde Colombia que la escasez no es producto del contrabando, por el contrario, se trata de la evidente destrucción del aparato productivo venezolano. No estamos comiendo harina precocida venezolana traída de Colombia, ¡no!, estamos comiendo harina precocida producida en Colombia, en algunos casos, por empresas venezolanas. Podría darnos vergüenza. Nada de esto importa cuando quienes tienen el control político, el control militar y el control de las divisas desean hacer negocios. Prefieren comprar por algunos millones de dólares algunas miles de toneladas de leche en Uruguay, por ejemplo, que invertir esos millones en los productores agropecuarios venezolanos que, no sólo producirían bienes de consumo sino que también movilizarían puestos de trabajo.

La dignidad de esos empleos y la calidad de esos productos dependerán de los mecanismos de control que tenga el propio estado, no de la conciencia del productor. Sobre esta idea podemos discutir el carácter rentista de nuestra economía, ¿por qué debe el estado financiar las actividades lucrativas de los privados?, considero válida y pertinente esa discusión, sin embargo, nuestro gobierno prefiere financiar a los productores de todas partes del mundo antes que a los productores nuestros. Según estas acciones parecen entender que la “burguesía” venezolana es malvada y apátrida, pero las burguesías de cualquier parte del mundo son buenas y solidarias. Si discutimos un poco este concepto algunos pueden señalar al actual gobierno como traidor a la patria.

El estado venezolano se burla de sí mismo cuando prefiere importar alimentos a producirlos. Nos dice a los ciudadanos que las instituciones responsables de mediar en la actividad productiva son innecesarias y que prefiere confiar en las instituciones de otros países. Por ejemplo, ¿qué papel juega la SUNDDE en la producción de leche uruguaya?, ¿qué hace SENCAMER en la venta de harina de maíz colombiana?, ¿qué función cumple el ministerio del trabajo o la defensoría del pueblo? Es el reconocimiento implícito de la crisis institucional generalizada que agudiza en Venezuela y que tiene al gobierno como su aliado.

Mientras ellos sigan considerando las políticas alimentarias como un carrito de supermercado los venezolanos seguiremos comiendo harina de maíz en Bs. 1700. No es tarea sencilla producir con las actuales condiciones del país, sin embargo, lo más difícil es no querer hacerlo. Los venezolanos estamos sumidos en una crisis integral de nuestro sistema de vida, ciclos históricos que se cierran y abren para agudizar nuestra desesperanza y afianzar el desarraigo hacia nuestro territorio, lo que en nuestra psique más que un hogar resulta ser un recurso.

No hemos tocado fondo porque no existe fondo, se trata de una caída libre hacia el infinito de nuestros engaños y costumbres mal-adaptantes como sociedad.

*Sociólogo Docente e investigador en formación de la Escuela de Sociología, LUZ
Estudiante de Maestría en Antropología Social y Cultural


juancho.portillo4@gmail.com


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