El Nacional , cueva de infamias de Miguel Henrique Otero

Este trabajo, con modificaciones necesarias, será incluido

en mi libro de investigación "Los Medios, Lengua y Fuego del Terrorismo",

próximo a editar y publicar.

 

El neurocirujano Adolfredo Pulido Mora demandó a El Nacional en 1991 por haber promovido información falsa planificada contra su honor, y fue el 15 de Octubre de 2015, (24 años después de esperas angustiosas e interminables), cuando la Sala de Casación Civil (D.F.) del Tribunal Supremo de Justicia dicta sentencia firme contra la C. A. Editora de El Nacional, cuyo director y propietario es Miguel Enrique Otero. El alto tribunal obliga a pagar a la editora, [y ya pagó] cuatro millones quinientos mil bolívares (Bs. 4.500.000) como parte monetaria de indemnización al neurocirujano, por haberlo injuriado y expuesta su reputación social y profesional al desprecio de los venezolanos. De igual manera, la sentencia obliga a la empresa a ceder al neurocirujano, sin costo alguno para él (y esta obligatoriedad moral y ética completa la sentencia), cinco [costosísimas] portadas consecutivas del cuerpo "C" del periódico, espacio conocido hoy como Ciudadanos, para que Pulido Mora ejerza su derecho legal a réplica, derecho que le fuera conculcado por el director del periódico durante más de un cuarto de siglo. Las cinco portadas en referencia se corresponden con las publicadas por El Nacional en forma igualmente consecutiva, en ese mismo espacio, los días 04, 05, 06, 07 y 08 de Marzo de 1991. La sentencia del alto tribunal precisa que estas páginas debían ser utilizadas en forma completa y única por el afectado, cosa que no acató el condenado por la justicia, al agregar en la cabecera de cada una de las cinco páginas, un gran cintillo a todo su ancho, violentando así el espíritu de la sentencia. Por tal motivo, el demandante recurrió nuevamente al TSJ solicitando sean repetidas las cinco páginas y publicadas tal como fue ordenado.

Las costas procesales correrán de igual manera, por cuenta de la parte demandada, lo que supone otro desembolso millonario que El Nacional debe satisfacer.

Las periodistas Ibeyise Pacheco Martini y Hercilia Gandica Meza, fueron las redactoras de las cinco páginas infamantes. También fueron condenadas por el alto tribunal a indemnizar monetariamente al neurocirujano. Entre los años 2002 y 2004, Ibeyise Pacheco tuvo que visitar tribunales de justicia, por mentir, difamar y calumniar, a personas no afectas a ella ni al periódico al que servía sin reservas. La más grave de sus infamias, fue en Mayo de 2003 cuando acusó de corrupto por su columna en el diario de Otero, a un hijo del Ministro Rodríguez Araque, que había muerto años antes. Sin embargo, la que le costó nueve meses de prisión, fue cuando la Fiscalía del Ministerio Público la acusó por el delito de difamación agravada continuada, contra el Coronel Angel Bellorín.

Desarrollo del affaire

En setiembre de 1990, seis neurólogos y neurocirujanos, haciendo uso seguramente del cerebro equivocado y sin acompañamiento psiquiátrico, todos a una, se dirigen a la Fiscalía General de la República y solicitan que Adolfredo Pulido Mora, Jefe de Servicio del Hospital de Lídice, Caracas al que ellos reportan en lo administrativo, sea investigado y sometido a juicio acusándolo de haber incurrido en mala praxis médica que le costó la vida a cinco de sus pacientes. La denuncia interpuesta por los médicos fue: homicidio culposo y lesiones graves por mala praxis médica.

Conjuntamente con la documentación aportada a la Fiscalía por los denunciantes, debió aparecer el caso de uno de sus pacientes al que Pulido Mora, según afirmó en su defensa la periodista Ibeyise Pacheco, le había extraído un tumor cerebral con los dedos. La lista de personas a la que hacen referencia los demandantes la componen, Nicolás Acosta, Leonel Abadejo, Jorge Hernández, Luis Acosta y Nancy Cartaya.

El escabroso hecho toma dominio público cuando los denunciantes, Código Deontológico en el closet, acuden al diario El Nacional y en cinco páginas ya referidas e ilustradas todas con caricaturas de gran formato, liberan su proyecto contra Pulido.

Con la publicación de la primera y la segunda de las cinco páginas, todas ajenas a publicidad y otro tema que no fuera el diseñado para la realización de lo que de hecho se convirtió en un folletón, bastaban para cumplir con los deseos de los denunciantes. Las otras tres, sobraban.

En la primera de las páginas, aparece una caricatura de gran formato que dibuja a un médico vestido con su bata blanca portando en su mano derecha un bisturí destilando sangre. Arriba, a modo de lead, un texto suscinto en el que aparece el nombre del neurocirujano Adolfredo Pulido Mora y la razón del por qué se le denuncia. El título: "Morir en manos del Médico". En la segunda página, coherente con la primera, aparecerá también en caricatura, la figura de un hombre desconsolado y asido a una cruz de gran tamaño. El título principal dominante: "Al paciente sólo le Queda Luchar y Rogar a Dios". Otros dos títulos de menor formato, siguen marcando la pauta de la parte propositiva de los acusadores contra Pulido Mora: "Errores que ponen la vida en peligro" y "Reparar la falta". Reparar la falta (falta absolutamente negada por el TSJ en su momento), fue el leitmotiv de los médicos para acusar a su compañero de trabajo ante la Fiscalía.

La razón del por qué del ataque a Pulido

Pulido Mora señala las causas.

De los seis médicos que a través de El Nacional actúan contra él en 1991, tres de ellos neurocirujanos, y uno neurólogo, adscritos todos al Hospital "Jesús Yerena" de Lídice, durante más de un año, dejaron de ir a trabajar y sólo hacían presencia los quince y los últimos para pasar por taquilla y cobrar. Con su ausencia la consulta médica se produjo precaria, y el post-grado casi no funcionaba. Después de inspecciones en el hospital por parte de las autoridades sanitarias de Caracas y del Colegio de Médicos del D.F., la dirección del nesocomio les canceló el contrato de servicio. Los médicos tenían consultorios por atender en diversas clínicas de Caracas.

Pero, quiénes son los médicos que enhebraron este affaire?

Para Pulido-Mora, la lucha por el rescate definitivo y total de su buen nombre, aún no ha concluido. Ahora va por los médicos que lo acusaron de asesinato múltiple. Es decir, que abatido y condenado El Nacional por la justicia como plataforma para la infamia, el injuriado va ahora por los autores intelectuales que atentaron contra su honorabilidad. No pueden quedar impunes, afirma el hombre que, con estoicidad admirable, ha cargado con dignidad el más cruel y gratuito de los castigos públicos personales y civiles que persona alguna haya sufrido en nuestro país en mucho tiempo. Uno de esos dolorosos castigos soportados, lo cuenta el médico sin reserva alguna: su hija, de apenas cinco años, al llegar de la escuela en aquellos días aciagos en los que apareció la caricatura de un médico con bisturí sangrante en su manos simulando a su padre, le muestra un dibujo hecho por ella en la escuela. En sus garabatos, como en El Nacional de entonces, aparece un médico en la misma actitud de aquél. Y dice: "Mi papá matando a un paciente".

Pulido Mora ubica a los cinco del affaire, y los señala:

Santos Erminy Capriles, Clínica Metropolitana. Aquiles Alcalá Brazón, Clínica Atías. Marcos A. González Berti, Centro Médico de Caracas. Leonardo Moschini Picazo, Policlínica Metropolitana. Luis Beltrán Bellorín y Ana Cruz Márquez, Ipasme.

Basamento de la sentencia contra El Nacional

Consideró el alto tribunal, entre otras diversas causales para juzgar y sentencia a El Nacional, que

"el periódico utilizó todas las técnicas de información "dirigidas a la omisión, a la distorsión, a la promoción de información falsa planificada que incluyó dos aspectos resaltantes: el primero, que al final de cada entrega se anunciaba el contenido de la siguiente página. El otro aspecto, "no permitirle al afectado su derecho legal a réplica". (…) "El Nacional le sustanció el expediente al neurocirujano Adolfredo Pulido Mora, lo juzgó y lo condenó como culpable ante la opinión pública, convirtiéndose en su juez, violando además, su derecho a la defensa".

Es decir, que El Nacional no le permitió nunca, ni pagando, ejercer este derecho al doctor Pulido Mora. Aún más. En instancia máxima y extrema, el neurocirujano se dirigió personalmente a las oficinas del periódico y enteró en caja un cheque por Bs. 158.820,95 recogidos entre familiares, colegas y amigos, para que le publicaran un remitido a fin de ejercer, aunque sea en forma forzada, rayana casi en el pedimento de clemencia, su derecho a réplica. No tuvo éxito. A los días, el cheque le fue devuelto. Antes, para los mismos efectos, había logrado entrevistarse personalmente con Miguel Enrique Otero, director y dueño del diario, pero fue instado a salir de su oficina. Así, en forma despiadada, su honor siguió secuestrado por El Nacional durante 24 años.

La sentencia contra El Nacional y sus páginas, concluye determinando

que "no hay prueba alguna de que el Dr. Adolfredo Pulido Mora haya incurrido en mala praxis médica". Y agrega: "Por tal hecho, se le ha lesionado el derecho a ser protegido en su fuero personal, en su reputación y honor".

Pulido Mora hace uso de la sinonimia para señalarnos las armas psicológicas y demoledoras que utilizó El Nacional para execrarlo:

Ofensa, injuria, humillación, farsa, escarnio, denuesto, vilipendio, falsedad, infamia, embuste, insulto, engaño, procacidad, calumnia, afrenta, fue lo que Miguel Enrique Otero estimuló para mostrar su verdadero modelo de conducta.

2

Antimemoria

El viernes 18 de Octubre de 2002, cuando el affaire El Nacional-Pulido Mora estaba en pleno desarrollo, Miguel Enrique Otero es Orador de Orden en el Segundo Simposio de Responsabilidad Social Empresarial que se celebraba ese día en Caracas. Al siguiente día, a página completa, sin desperdicio alguno de espacio, cargado de conceptos en los que se desnuda el orador, El Nacional, en la sección Cultura que dirigía la periodista Marianela Barbi, aparece los más significativo de su discurso tan aplaudido, pero que para nosotros choca con la racionalidad y la verdad.

El orador y su verdad virtual:

"se equivocan todos aquellos que piensan que El Nacional es un sistema de barreras y señalizaciones, de controles y normativas, de afinidades y adversarios, donde la información debe circular a través de estrechos y controlados caminos. La realidad es otra, completamente distinta, fundamentada en un principio socialmente responsable: abrir el periódico a mayor número de voces, crear oportunidades a todo aquel que tenga algo que informar, obviamente, todo eso circunscrito a preceptos inevitables, como limitaciones de espacio y tiempo, calidad del idioma que se emplea, confiabilidad de la fuente, fundamentos de lo que se informa".(Negritas nuestras. Todo pudo haber sido resaltado en negritas).

Miguel Enrique, aunque el harakiri es un ritual de acción inmediata, rompe tradiciones y poco a poco se va encajando la daga

"Si un ciudadano ejerce la violencia en contra de otro estructuralmente más débil, ¿qué significa responsabilidad social en cada uno de esos casos? Responsabilidad social no es informar solamente; va más allá todavía. Responsabilidad social se refiere a tomar una posición frente al hecho, no para convertirse en juez de lo sucedido, sino para que la violación a la ley, no caiga en la categoría de la impunidad".

Algo más para ayudar al mentiroso a bienmorir, en el ámbito de su gran maldad "ecológica":

El Nacional es la empresa que podríamos llamar el sistema de producción ecológica de la información porque, sobre otras cosas, tiene como una de sus características más relevantes, el que no suprime a ninguna de las voces que aspiran a expresarse, porque no desecha a priori ninguna información relevante, y porque no elude como parte de sus consideraciones ninguna de las herramientas que las empresas, las instituciones y los grupos de interés, utilizan para influir en los contenidos".

Memoria

El 12 de agosto de 1969, Miguel Ángel Quevedo, periodista y dueño de la revista cubana Bohemia, con casi un millón de ejemplares de salida por semana, se suicida. En su carta a Ernesto Montaner, su amigo íntimo que ya lo había convencido en Enero de 1965 para que no lo hiciera, le adelanta que "cuando recibas esta carta te habrás enterado por la radio de la noticia de mi muerte. Ya me habré suicidado –al fin!--, sin que nadie pudiera impedírmelo. (…) Sé que después de muerto llevarán sobre mi tumba montañas de inculpaciones. Que querrán presentarme como "el único culpable de la desgracias de Cuba. Y no niego mis errores ni mi culpabilidad, lo que sí niego es que fuera "el único culpable. Todos, por acción u omisión. Viejos y jóvenes, ricos y pobres, blancos y negros, honrados y ladrones. Virtuosos y pecadores. Claro, que nos faltaba por aprender la lección increíble y amarga que los más "virtuosos" y los más "honrados" era los pobres. (…) Fuimos un pueblo cegado por el odio. Y todos éramos víctimas de esa ceguera. Nuestros pecados pesaron más que nuestras virtudes. (…) Fuimos todos resentidos, demagogos, estúpidos y malvados. (…) Adiós. Este es mi último adiós. Y dile a todos mis compatriotas que yo perdono con los brazos en cruz sobre mi pecho, para que me perdonen todo el mal que he hecho". (Jotaerre, 12.11.15).

jrizquierdob@gmail.com



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