Pedagogía económica

Libre comercio, protección arancelaria y desarrollo (I)

(Comentarios a extractos del libro: "Patada a la escalera: La verdadera historia del libre comercio", de Ha-Joon Chang Facultad de Ciencias Económicas y Ciencias Políticas Universidad de Cambridge)

Un agudo estudio del Dr. Ha-Joon Chang, de la Facultad de Ciencias Económicas y Ciencias Políticas de la Universidad de Cambridge, titulado: "Patada a la escalera: La verdadera historia del libre comercio", dilucida uno de los paradigmas que desde hace dos siglos rigen la economía occidental. Siendo como fuimos los economistas venezolanos, y en general los latinoamericanos y caribeños formados en la escuela de los teóricos del liberalismo, siempre creímos que era tabú la práctica de un modelo económico y social diferente. La verdad histórica, sin embargo, está muy distante de esas enseñanzas y esas creencias, según las investigaciones del Dr. Ha.

Por supuesto que es éste un estudio de interés sólo para estudiosos del tema. Un aspecto central del discurso neoliberal sobre la mundialización o «globalización» es la afirmación de que el libre comercio, más que la libre circulación del capital y el trabajo, es la clave de la prosperidad general. Incluso muchos autores que no son entusiastas respecto de todos los aspectos de la mundialización —desde el economista teórico del libre comercio Jagdish Bhagwati que aboga por controles de capital, hasta algunas organizaciones no gubernamentales que acusan a los países desarrollados de no abrir sus mercados agrícolas— parecen estar de acuerdo en que el libre comercio es el elemento más benigno —o, al menos, el menos problemático— del progreso hacia una economía mundializada. Parte de la convicción de la conveniencia del libre comercio de los partidarios de la mundialización proviene de la creencia de que la teoría económica ha establecido irrefutablemente la superioridad del libre comercio. O, bueno... casi, ya que hay algunos modelos formales que muestran que el libre comercio puede no ser lo mejor (pero incluso los que han ideado esos modelos, como Paul Krugman, argüirán que la liberalización del comercio es la mejor política porque es casi seguro que las políticas comerciales intervencionistas sufrirán abusos por parte de los políticos). Sin embargo, incluso más poderosa es su creencia de que la historia está de su parte, por decirlo de alguna manera. Al fin y al cabo, preguntan los partidarios del libre comercio, ¿no fue mediante el libre comercio como todos los países desarrollados se hicieron ricos? ¿Qué estarán pensando los países en desarrollo —se preguntan— que rechazan adoptar esa receta probada y demostrada para el desarrollo económico?

¡Ah! Pero un examen más atento de la historia del capitalismo revela sin embargo una historia muy distinta (Chang, 2002). Como afirma este profesor, cuando eran países en desarrollo, prácticamente ninguno de los países hoy desarrollados practicaba el libre comercio (ni una política industrial de liberalización como contrapartida doméstica) sino que promovía sus industrias nacionales mediante aranceles, tasas aduaneras, subsidios y otras medidas. Investigadores de hoy día, aluden en primer lugar a la Gran Bretaña como la cuna de las modernas doctrinas de laissez faire y el único país que puede proclamar haber practicado el libre comercio absoluto al menos en un momento de la historia; muy a menudo se considera que su desarrollo tuvo lugar sin intervención estatal significativa. Afirma el profesor Chang que, en realidad, la verdad es muy distinta. Cuando Gran Bretaña entró en su etapa posfeudal (siglos XIII y XIV), su economía estaba relativamente atrasada, basada en exportaciones de lana en bruto y, en menor medida, tejidos de lana de poco valor añadido, a los Países Bajos, entonces más avanzados. Se considera que Eduardo III (1312-1377) fue el primer rey que tomó medidas deliberadas para desarrollar las manufacturas locales de tejidos de lana. Solo vestía ropas hechas en Inglaterra para dar ejemplo, trajo tejedores de Flandes, centralizó el comercio de la lana y prohibió las importaciones de tejidos de lana. Durante siglos Inglaterra confió en medidas de protección, las llevó al extremo y obtuvo resultados satisfactorios. No cabe duda de que a ese sistema debe su fortaleza actual. Tras dos siglos, Inglaterra encontró conveniente adoptar el libre comercio porque la protección ya no tenía nada que ofrecer.

Aunque pueda haber sido importante, la protección arancelaria no fue la única política aplicada por el gobierno estadounidense para promover el desarrollo económico del país durante su fase de despegue.

Desde la década de 1830, si no antes, se promovió una extensa red de investigación agrícola cediendo tierra propiedad del gobierno a escuelas de agronomía y estableciendo institutos de investigación gubernamentales. En la segunda mitad del siglo XIX aumentaron las inversiones públicas en educación –en 1840 menos de la mitad del total de la inversión en educación era inversión pública, pero este porcentaje había aumentado casi a 80%— y se elevó el porcentaje de alfabetización a 94% en 1900. También se impulsó el desarrollo de la infraestructura de transporte, especialmente mediante la cesión de tierra y la concesión de subsidios a las compañías de ferrocarriles. Es también importante señalar que el papel del gobierno federal estadounidense en el desarrollo industrial ha sido significativo incluso en la posguerra, gracias al gran volumen de las adquisiciones en defensa y del gasto en investigación y desarrollo (I + D), que tiene enormes efectos de difusión. La participación del gobierno federal en el gasto total de I + D que era solo 16% en 1930, se mantuvo en una proporción de entre la mitad y dos tercios en los años de la posguerra. También hay que señalar el papel crítico de los Institutos Nacionales de Salud (NIH, National Institutes of Health, una institución del gobierno estadounidense) en el apoyo a la I+D de la industria farmacéutica y biotecnológica.

El siguiente cuadro, un aporte del Dr. Chang y colaboradores, es por demás elocuente.

Cuadro 1. Tasas arancelarias promedio sobre productos manufacturados aplicadas por algunos países desarrollados en sus fases iniciales de desarrollo (promedio ponderado; en porcentajes de valor)1

 

18202

18752

1913

1925

1931

1950

Alemania3

8-12

4-6

13

20

21

26

Austria4

R

15-20

18

16

24

18

Bélgica5

6-8

9-10

9

15

14

11

Dinamarca

25-35

15-20

14

10

n.d.

3

EE. UU.

35-45

40-50

44

37

48

14

España

R

15-20

41

41

63

n.d.

Francia

R

12-15

20

21

30

18

Italia

n.d.

8-10

18

22

46

25

Japón5

R

5

30

n.d.

n.d.

n.d.

P. Bajos6

n.d.

3-5

6-8

4

6

11

R. Unido

45-55

0

0

5

n.d.

23

Rusia

R

15-20

84

R

R

R

Suecia

R

3-5

20

16

21

9

Suiza

8-12

4-6

9

14

19

n.a.

Fuente:Bairoch 1993, p. 40, cuadro 3.3.

Notas: n.d. = no disponible. R = tasas arancelarias promedio no significativas por la existencia de restricciones numerosas e importantes a las importaciones de productos manufacturados.

1. En World Bank 1991 (p. 97, recuadro-tabla 5.2) puede hallarse un cuadro similar, en parte basado en los estudios de Bairoch que forman también la base de los datos aquí presentados. Sin embargo, las cifras del Banco Mundial, aunque en muchos casos son similares a las de Bairoch, son promedios no ponderados, obviamente menos apropiados que los promedios ponderados de Bairoch.

2. Esto son tasas arancelarias muy aproximadas y el intervalo que se indica es de tasas promedio, no de extremos.

3. El dato de 1820 se refiere solo a Prusia.

4. Austria-Hungría antes de 1925.

5. Antes de 1911 el Japón fue obligado a mantener tasas arancelarias bajas (por debajo de 5%) mediante una serie de «tratados desiguales» con los países europeos y EE. UU. Según los datos del Banco Mundial citados más arriba, en la nota 1, las tasas promedio no ponderadas para todos los productos (no solo productos manufacturados) correspondientes a los años 1925, 1930 y 1950 son 13%, 19% y 4%.

6. En 1820 Bélgica y los Países Bajos estaban unidos.

acciones terroristas mal disimuladas.

 

 

 

 



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César Eulogio Prieto Oberto

Profesor. Economista. Miembro de Número de la Academia de Ciencias Económicas del Estado Zulia. Candidato a Dr. en Ciencia Política.

 cepo39@gmail.com

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