El salto del dólar o Venezuela colonia cambiaria de Cúcuta

El peso colombiano es la moneda intermediaria que está determinando el desbarranco del bolívar. Una simple operación matemática nos muestra que los cambistas de Cúcuta (y todos los puntos comerciales de la frontera) son quienes fijan el tipo de cambio de nuestro signo, muy por debajo de las quimeras del BCV.
 
El salto con garrocha que dio esta semana el dólar ilegal, fue diseñado en Colombia, como todo lo que ha ocurrido en materia monetaria los últimos años.
 
El jueves 21 de mayo el Banco Central de Colombia (de la República) fijaba en 208 pesos por bolívar la tasa del día, pero los cambistas cucuteños la pusieron a lo charro en 7,5 pesos por bolívar, y el viernes 22 amaneció en 6,5.
El juego criminal incluye este cálculo: el dólar gringo estuvo el jueves en algo más de 2.500 pesos, y el jueves en 2.489; dividan estas cantidades entre el “valor” forzado que los cambistas ponen al bolívar y les dará una cifra aproximada a la que alcanzó el dólar callejero en nuestro país.
 
Con esta manipulación, al peso que en Colombia no vale nada, a razón de 2.500 por dólar, le multiplican por 28 su “valor” frente al bolívar, convirtiéndolo en el “peso fuerte” con el que entran a vaciar los anaqueles.
El negocio es redondito para Colombia. Pesitos inservibles se crecen a “pesos fuertes” que compran bienes subsidiados para revenderlos en un mercado liberalizado (Colombia) con ganancias que superan el mil por ciento. Y no estoy hablando de la gasolina. Eso raya en el suicidio nacional.
 
Así no hay chips ni capta huella que valgan, las ganancias fáciles, como los aludes y las vaguadas, no las paran ni los milagros.
Mi opinión de patriota fronterizo y economista, es la siguiente:
 
1)    Es urgente definir una política económica nacional, que tome en cuenta la racionalización del gasto fiscal, la moderación monetaria y la claridad cambiaria; que lance un agresivo programa de relanzamiento productivo en el agro y la industria, y traslade a la iniciativa ciudadana las actividades no estratégicas en manos del Estado (hoteles, canales de televisión, areperas, tierras ociosas, etc.)
2)    Frente a la guerra cambiaria desde Colombia, tomar medidas tan radicales como inteligentes, que consideren el reclamo diplomático por el deprave del cambismo cucuteño, la prohibición total de circulación de mercancías, hasta el cierre indefinido de la frontera, y otras que desmitifiquen, frente a la hipocresía de la elite neogranadina, el estigma del “hermano rico y pendejo”
3)    Subsidios que matan. Hay que cambiar el método de subsidiar mercancías, para otorgar subvenciones directas a las familias necesitadas. Productos a precio de mercado para quien los pueda pagar, subsidio a los más vulnerables. Los subsidios generalizados son regresivos, favorecen a los más ricos y avispados, generan corrupción y son la causa del masivo contrabando de extracción junto a la manipulación cambiaria. Al final, el beneficio no llega a nuestro pueblo, al contrario, lo aprovechan nuestros enemigos.
4)    Hay que pensar seriamente en reestructurar todo el aparataje monetario y cambiario de la nación, sin descartar a priori ninguna opción que legítimamente pueda tomar el Estado. La presión de la masa monetaria sobre la inflación, junto a las falencias productivas, amenazan con devorar cual ave rapaz los menguados ingresos de la familia trabajadora.

Concluyo: lo más liberal (o neoliberal) es dejar hacer, dejar pasar; y peor que eso, es poner controles que terminen descontrolándose. En términos de guerra económica, mientras nos distraemos –y gastamos más- poniendo chips y capta huellas, haciendo colas y rumiando arengas, el enemigo celebra nuestro desgaste a la vez que hunde la daga en la yugular, sin compasión ni estridencia.



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Yldefonso Finol

Economista. Militante chavista. Poeta. Escritor. Ex constituyente. Cronista de Maracaibo

 caciquenigale@yahoo.es      @IldefonsoFinol

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