De cómo las gallinas se arrechan en diciembre y suben los costos

Una pregunta quizás idiota, pero de importantes repercusiones para quien a diario se enfrenta a los precios de los alimentos en los mercados. ¿Por qué, ahora en diciembre, suben los precios?

Es una estupidez, lo sabemos. Suben para rendir mayores ganancias, y más en diciembre que la gente tiene platita en los bolsillos. Cosas del libre mercado, natural, como podría exclamar un selvático capitalista, incluso acá en Venezuela donde pugnamos por controles y conciencias de carácter socialistas.

Pero la respuesta no satisface y el alma del quien pregunta sigue en penitencia. ¿Por qué? ¿Es que acaso la producción en estos días decembrinos se hace particularmente difícil y costosa que hace necesario aumentar los precios para recuperar gastos? ¿Se angostan los culos de las gallinas y necesario se hace subir los precios del cartón de huevo, para poner un práctico ejemplo (la semana antepasada el cartón costaba Bsf. 220, la pasada 240 y hoy va por 270 en el Mercado Quinta Crespo)? ¿El queso se corta, se pudre, se pierde o las vacas se ponen ácidas que necesario se hace subir el precio del kilogramo para recuperar esfuerzo, tiempo y dinero? Casualmente en estos días decembrinos. El cemento vuela a pesar de su peso de piedra empacado... Por cierto, ¿donde está desde que su producción el Estado la ha tomado?

Y se puede seguir con un montón de artículos alimentarios o no, de construcción, estética..., lo que sea. Suben y punto. Rubros se dirá inteligentes, con vida propia, que se hacen rebeldes a la oración productora de su empresario, adivinos de que en los bolsillos de la gente hay más plata, presuntuosos que se tasan con más valor. Dice la gallina al criador: “O vendes mis huevos más caros en este mes de diciembre o no pongo un carajo”. Y el pobre empresario, sube los precios para complacer a su amada gallinita, obligado, afectando la cadena de precios hasta el tonto consumidor final. ¿Es eso?

¿O no es la gallina o la vaca, sino un mojón de esos ubicado en la llamada cadena de comercialización que hace de las suyas? Un tipo desalmado en la cadena (como el vendedor final, el transportista) que arbitrariamente decide vender más caro y listo, con pena más que gloria para la gallina o vaca, llamadas a pagar los platos rotos. El desalmado burlescamente podría decirte a la hora de venderte un producto en el que apenas ha tenido que ver para su producción: “Las gallinas se arrecharon, no quieren poner”. Y se guarda un grueso billete en sus bolsillos que no se compadece ni con la puja gratis del pobre animalillo ni con el esfuerzo productor del criador, en este caso empresario honesto.

Los precios suben y no hay responsables ni razones convincentes. Misterios del libre mercado, por un lado, o leyes del mercado, por el otro. Una de tales leyes es: hay más plata en los bolsillos de los tontos consumidores, por ende, más demanda, lo cual concluye en aumentos. Y como es en Venezuela, que es parte de un mundo capitalista y salvaje, no hay que extrañarse: el mercado es libre con sus misterios y salvajadas, sin leyes ni controles. Se está en el planeta Tierra, pues. Es un agua natural que corre por donde se lo señale el cauce el tal mercado. Ni el hombre ni el Estado han de estar interviniendo. Un santuario intocable el fenómeno. ¿A qué preocuparse, siquiera preguntar?

De manera que en el final de cuento la gallina o la vaca podrían resultar exoneradas de culpa y culpables los pendejos finales de la calle que anden con más platita en los bolsillos en un mes como diciembre. A la hora y en el sitio indicado. ¡Bang!

Si no hay otra explicación que la arbitrariedad de un mojón en la cadena de comercialización para esclarecer el aumento de precios en este mes postrero del año, dos hecho quedan a la reflexión: (1) los consumidores finales, pendejos de fin de cuerda, son unos reos en la calle, listos para pagar el capricho lucrativo de cualquiera, a la merced de tales humoradas, sin protección estatal y carente de una fuerte conciencia que les impida apoyar salvajadas con sus compras y apetencias; (2) el libre mercado hace de las suyas con su ley “a mayor demanda, mayores precios” en un país que procura revolucionarse desde humores capitalistas hacia estadíos soñadores socialistas.

Si el valor de producción de un huevo, un chorro de leche o una piedra de cemento es el mismo tanto en diciembre como en enero, ¿por qué el desparpajo del aumento entonces? ¿Es que hay que aumentar porque la gente está feliz y cobró utilidades? ¡Ah, sí, casi se olvida con la preguntadera! Es el aumento de la demanda, lo cual evidencia que el tal libre mercado es una frondosa enredadera arraigada en Venezuela de tal modo profundo que inmune a revolución alguna resulta.


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Oscar J. Camero

Escritor e investigador. Estudió Literatura en la UCV. Activista de izquierda. Apasionado por la filosofía, fotografía, viajes, ciudad, salud, música llanera y la investigación documental.

 camero500@hotmail.com      @animalpolis

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