Crimen, sexo, Mónica Spear y las telenovelas colombianas en Venezuela

omo revolucionarios autocríticos debemos asumir que el notorio asesinato de Mónica Spear es tan sólo uno de centenares de casos de casos semejantes que ocurren en Venezuela diariamente http://goo.gl/GPYRWC

En efecto, los índices de criminalidad en nuestro país revelan síntomas de descomposición social, lo cual consiste en un fenómeno cuya fase de mayor gravedad está caracterizada por la pérdida del respeto a la vida humana.

Cuando el irrespeto hacia ese derecho (la vida) de las personas es despreciado por un número considerable de integrantes de la colectividad, entonces la sociedad puede ser diagnosticada como profundamente enferma o descompuesta.

Dolorosamente en países hermanos como Colombia, pareciera haber un extendido repudio hacia el derecho a la vida y la violencia es un evento cotidiano y natural ya que actividades delictivas como sicariato, esclavitud sexual, narcotráfico son practicadas ampliamente como lo revelan varias estadísticas. Allá la burguesía gobierna sin contrapeso y multiplica antivalores que menoscaban al resto de la sociedad prácticamente indefensa.

De manera preocupante, el elenco de delitos más crueles es exportado desde dicho país y  por ello en la región latinoamericana la violencia se expande aceleradamente. No obstante, sería insincero desconocer la responsabilidad política y jurídica de los gobiernos para frenar la penetración o inmigración de delincuentes.

En vez de jugar al populismo de una integración latinoamericana que en nombre de Simón Bolívar elimina restricciones para la entrada de extranjeros cuyos antecedentes penales no han sido examinados por mecanismos de control previo, lo acertado y más maduro sería que los cuerpos policiales y de inteligencia en cada país latinoamericano operaran unidos con recursos humanos y tecnológicos para detectar a las redes criminales, impedir su libre tránsito, desmantelar sus escondites, capturarlos y aplicarles todo el peso de la ley penal.

Obligatorio es advertir que si El Libertador estuviera vivo hoy, no plantearía la unidad latinoamericana y caribeña en los mismos términos que lo hizo cuando aquel célebre Congreso Anfictiónico de Panamá. Ya que el desarrollo de la delincuencia organizada y hampa común con drogas y armas potentes, obliga a los Estados a defender celosamente sus fronteras y examinar a cada aspirante que pretenda ingresar a su territorio soberano.

Gringos y europeos son celosos defensores de los requisitos para entrar a sus territorios en perjuicio de los latinoamericanos. Y aunque dicha praxis migratoria tenga manchas de repugnante intolerancia, América Latina tiene sobradas razones para protegerse de forasteros de dudosa conducta.

Que ningún populista del siglo XXI esgrima el argumento de que las restricciones en materia de inmigración constituyen discriminación. Muy por el contrario se debe establecer una categorización de la buena integración latino caribeña y otra que es muy mala porque sólo beneficia a delincuentes.

Por ejemplo, si cada Estado latinoamericano elimina barreras legales para el intercambio de profesionales, médicos, abogados, maestros, investigadores, etcétera; entonces estamos frente a una buena inmigración. Porque precisamente la retroalimentación de saberes entre países hermanos contribuye al crecimiento integral de nuestros pueblos.

Si se fomenta, acepta o facilita la libre entrada o salida de un país a otro de sujetos cuya hoja de conducta no ha sido debidamente chequeada en diversas fases por las autoridades, América Latina seguirá siendo como hasta ahora, territorio para la clandestinidad de criminales que desdichadamente ven en Venezuela un país desprotegido que empieza a mostrar indicadores de violencia aguda como la que hasta hace poco solo se conocía en la Colombia de los sicarios, traquetos y paramilitares que vemos en esas nocivas telenovelas que mucho se ven en Venezuela.

Ni el Derecho Penal Nazi de Gunter Jackobs con su "teoría del enemigo" para reprimir, suspender garantías, aplicar violencia preventiva con uso de policías y militares no servirá para reducir la criminalidad. Tampoco la pena de muerte o el aumento de las sanciones penales solucionan el dilema delincuencial.

Resolver la criminalidad, implica la acción de muchas ciencias están involucradas (Derecho, sociología, psicología, educación, economía). En paralelo, se deben mejorar los valores ciudadanos que se difunden en los medios de comunicación y en las instituciones  porque buena parte de la juventud comete delitos buscando alcanzar la vida lujosa de los teleculebrones colombianos. Esa programación tóxica debería desaparecer inmediatamente de la televisión venezolana.



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Jesús Silva R.

Doctor en Derecho Constitucional. Abogado penalista. Escritor marxista. Profesor de estudios políticos e internacionales en UCV. http://jesusmanuelsilva.blogspot.com

 jesussilva2001@gmail.com      @Jesus_Silva_R

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