Caracas: Devotos plenan la Basílica de Santa Teresa para agradecer al Nazareno de San Pablo

Nazareno de San Pablo

Nazareno de San Pablo

Caracas, abril 16 - Desde la noche de este martes y la madrugada de este miércoles miles de venezolanos se han congregado en la Basílica de Santa Teresa para rezar y agradecer al Nazareno de San Pablo en su día.

Cada Miércoles Santo, con el fin de la cuaresma e inicio de la Pascua, miles de feligreses se concentran en los alrededores de la Basílica de Santa Teresa, en el centro de Caracas, para agradecer y adorar la imagen que representa la Pasión de Cristo.

Ataviados con túnicas moradas, descalzos, de rodillas o bajo cualquier otra expresión de penitencia, son incontables los devotos que anualmente acuden a participar en la procesión y las misas de esta advocación de Cristo cuya figura fue traída a Caracas en 1674.

Fue exactamente el 4 de julio de 1674 cuando Fray González de Acuña consagró la imagen de El Nazareno, tallada en España por Felipe de Ribas, la cual fue alojada en la antigua Capilla de San Pablo, motivo al que debe su nombre.

La capilla de “San Pablo, el ermitaño” había sido construida cerca del centro de Caracas en 1580, luego de una epidemia de viruela que azotó la ciudad, y en la que los habitantes rogaron al santo que acabará con la peste.

Para ese entonces, como muestra de agradecimiento, los caraqueños acudían regularmente al lugar para ofrendar con flores como violetas y orquídeas al Nazareno.

Fue en 1870 cuando el entonces presidente, Antonio Guzmán Blanco, mandó a derribar la edificación para construir lo que actualmente es el Teatro Municipal. Esta decisión se debía a la condición anticlerical del mandatario, quien tuvo que ceder ante los ruegos de su esposa Ana Teresa Ibarra para la construcción de la Basílica de Santa Teresa a pocas cuadras de donde se encontraba la capilla de San Pablo.

Luego de ser custodiada por una señora, la figura del Nazareno fue trasladada a la Basílica de Santa Teresa, donde anualmente miles de devotos acuden a ofrendarlo y agradecerle por sus “favores recibidos”.

El limonero del señor: el auge de una devoción

En 1696, se desató en Caracas una epidemia de viruela, motivo que los llevó a sacar en procesión al Nazareno. Durante la caminata, la imagen tropezó con un limonero ubicado en la esquina de la capilla de San Pablo, en la esquina de Miracielos.

El impacto generó que se desprendieran los frutos del árbol, quedando estos enredados en la corona del Nazareno, lo cual fue interpretado como una señal divina por parte de los fieles quienes comenzaron a elaborar bebidas con esos limones para dárselas a los enfermos que, milagrosamente, se curaron.

A partir de ese momento, adorar al Nazareno de San Pablo se convirtió en sinónimo de ser caraqueño.

La historia fue plasmada en versos por el poeta cumanés Andrés Eloy Blanco en su obra “El limonero del señor”:

(…) Por la esquina de Miracielos,
en sus Miércoles de dolor,
el Nazareno de San Pablo
Pasaba siempre en procesión.

Y llegó el año de la peste;
moría el pueblo bajo el sol;
con su cortejo de enlutados
pasaba al trote algún doctor
y en un hartazgo dilataba
su puerta «Los Hijos de Dios».

La Terapéutica era inútil;
andaba el Viático al vapor
Y por exceso de trabajo
se abreviaba la absolución.

Y pasó el Domingo de Ramos
y fue el Miércoles del Dolor
cuando, apestada y sollozante,
la muchedumbre en oración,
desde el claustro de San Felipe
hasta San Pablo, se agolpó. (…)

¡Oh, Señor, Dios de los Ejércitos.
La peste aléjanos, Señor…!

En la esquina de Miracielos
hubo una breve oscilación;
los portadores de las andas
se detuvieron; Monseñor
el Arzobispo, alzó los ojos
hacia la Cruz; la Cruz de Dios,
al pasar bajo el limonero,
entre sus gajos se enredó.
Sobre la frente del Mesías
hubo un rebote de verdor
y entre sus rizos tembló el oro
amarillo de la sazón.

De lo profundo del cortejo
partió la flecha de una voz:
¡Milagro…! ¡Es bálsamo, cristianos,
el limonero del Señor…!

Y veinte manos arrancaban
la cosecha de curación
que en la esquina de Miracielos
de los cielos enviaba Dios.
Y se curaron los pestosos
bebiendo el ácido licor
con agua clara de Catuche,
entre oración y oración. (…)

El miércoles santo que vistió de luto a los caraqueños

El párroco Hortensio Carrillo se aprestaba para oficiar la misa de aquel miércoles Santo, 9 de abril de 1952. Cientos de personas, muchos de ellos niños llevados por sus padres, se encontraban a las afueras de la Iglesia Santa Teresa, ansiosos de entrar y presenciar la misa en honor al Nazareno. Eran las 4:45 de la mañana.

Adentro, muchas de las personas que habían estado en la misa anterior, una hora antes, se negaban a salir del recinto, mientras que los que se encontraban en las afueras luchaban por entrar a través de la puerta sur ya que el acceso del ala noreste se encontraba cerrada debido a los trabajos de construcción de la avenida Bolívar que se realizaban en ese entonces.

De repente se escuchó una voz desde la nave izquierda del recinto: ¡Fuego, fuego! El pánico se apoderó de quienes estaban en el lugar. La gente empezó a correr desesperada sin saber exactamente lo que sucedía. Unos se arrodillaban implorando salvación; otros iban cayendo arrollados por la multitud, mientras el padre Carrillo trataba, infructuosamente, de calmar a la gente.

Valientemente, Manuel Sosa, el monaguillo de la iglesia, de apenas 13 años, saltó desde el altar y logró salvar la vida de siete niños, a los que puso a resguardo en la sacristía.

El saldo fue de 50 fallecidos y 115 personas heridas. Los bomberos que llegaron al lugar pudieron constatar que no hubo tal incendio



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