Una bailarina de Petare es la única latina en el Ballet de Houston

Credito: MOISÉS SAYEC

Credito: MOISÉS SAYEC

14/01/13.-Karina González, nativa del barrio Campo Rico del municipio Sucre, es la única latina que integra la compañía Houston Ballet de Estados Unidos La ejecución de líneas perfectas y llevar unas puntas en sus pies, siempre fue el sueño que anheló Karina González, quien comenzó a armar esta fantasía a los 7 años de edad y hoy, a sus 26, lo ve realizado.

“Desde pequeña siempre quise ser bailarina, los movimientos del ballet siempre me llamaron muchísimo la atención y desde que me inicié, esto ha sido mi vida. Mi familia me apoyó muchísimo, mis hermanos eran los que me iban a buscar y eso se los agradeceré siempre. Profesores y representantes también me tendieron su mano en cada momento, Dios puso personas en mi camino para poder llegar a donde estoy”, expresó Karina.

Ella es la tercera de cuatro hermanos, se crió en el barrio Campo Rico, en el municipio Sucre del estado Miranda. Cuenta que comprar unas zapatillas de ballet o puntas, como se les llama en su argot, era algo muy difícil porque su familia no tenía las posibilidades económicas para adquirirlas mensualmente, debido al desgaste que presentan. Sin embargo, su creativo padre se las ingenió para darles más durabilidad.

“Las zapatillas son muy costosas y son nuestro principal instrumento. Siempre teníamos que esperar la quincena para tener unas nuevas, sólo si se podía. Era algo muy difícil porque pasaban dos o tres días y ya necesitaba unas nuevas, porque se parten. Mi papá con su idea de que las zapatillas tenían que durar, inventó colocar una pieza de hierro con remache y así podían aguantar una semana más”, cuenta la anécdota.

Actualmente, el contrato en la compañía de ballet incluye la entrega de zapatillas. “Antes mis puntas las usaba con muchísimo cuidado para que no se dañaran y ahora me las dan por cantidades, porque forma parte de la carrera, si estás en un papel principal te dan un par nuevo por cada función y durante los ensayos se pueden cambiar cada dos o tres días. Cuando me las entregaban no podía creer que tenía tres zapatillas al mismo tiempo para mí, eso siempre me ha impresionado mucho”.

TRAYECTORIA

A los 7 años Karina González ingresó a la Escuela Fundación Gustavo Franklin, donde se graduó a sus 16. Luego, dio paso a su carrera en el Ballet Nacional de Caracas en el Teatro Teresa Carreño, en el que permaneció dos años con la dirección artística de Zane Wilson y Vicente Nebrada.

Sus pasos se agigantaron cuando el director de Tulsa Ballet realizó una audición en Venezuela y la seleccionó para formar parte de su agrupación.

“Esa fue mi primera compañía en Oklahoma, Estados Unidos, allí me dieron contrato para formar parte del cuerpo de baile, durante cinco años fui escalando posición y llegue a ser bailarina principal”, recuerda.

Pero sus ganas de seguir creciendo artísticamente le dieron la oportunidad de audicionar en una compañía más grande, la Houston Ballet, conformada por 60 bailarinas.

“Esta es mi tercera temporada y hasta ahora estoy bien, me han dado muchas oportunidades para seguir ascendiendo, ya estoy como solista y quiero continuar haciendo cosas importantes dentro de la compañía”, afirma.

Karina se siente afortunada de ser la única bailarina latina dentro de la compañía, sobre todo porque Houston es una ciudad que cuenta con una comunidad hispana numerosa y “saber que soy la única me hace sentir orgullosa y comprometida con representar a mi país, además el carisma venezolano es una característica que me distingue de los demás. Por la compañía también han pasado bailarines cubanos pero en estos tres años en los que yo he participado, no”.

La vida de una bailarina transcurre dentro de salas de ensayos y escenarios. Sus horarios de prácticas son de martes a sábado desde las 10:00 am hasta las 7:00 pm. “Practicamos muchísimo para perfeccionar la técnica y aprender la música, de modo que cuando estés en escena muestres lo mejor de ti, estar ahí es lo que uno ama y estar con el público es lo que uno espera en cada función”.

Sin embargo, después de cumplir su rol, González se baja de sus zapatillas, se aleja de los zapatos de tacón y se dedica a caminar cómodamente para conocer sitios nuevo, escuchar música o ir al cine.

CALOR VENEZOLANO

Desde hace siete años esta audaz profesional reside en Estados Unidos y aún le cuesta acostumbrarse a estar lejos de su familia.

“Después de cada función uno quiere abrazarlos, no es lo mismo el amor de la audiencia que el amor familiar, son sensaciones muy distintas. Siempre tengo la necesidad de regresar a mi país para llenarme del calorcito de mi gente, aquí todo es diferente, mi comida, la música, todo”.

Dentro de sus aspiraciones están casarse y ser mamá, pero su prioridad es seguir cultivando la profesión. “Creo que hay muchísimos ballets que me faltan por ejecutar, así como el trabajo junto a otros coreógrafos de los que me encantaría seguir instruyéndome. Mi plan es seguir creciendo como artista, no sólo como ballet clásico sino también del contemporáneo y moderno, en toda carrera nunca se termina de aprender”.

Aunque su fuerte es el ballet clásico, Karina confiesa que le encanta el ritmo tropical, heredado de su madre, Corina Guevara, una petareña que sueña con crear una fundación que apoye a las bailarinas de bajos recursos económicos.

“Cuántas bailarinas hay en los barrios que se quedan sin la oportunidad de cumplir su sueño. Nosotros estamos agradecidos con la vida por las oportunidades que nos puso en el camino y debo agradecer especialmente al Metro de Caracas, porque por este medio de transporte fue que ella pudo llegar a sus clases y su personal muchas veces estuvo atento a su resguardo, no teníamos dinero para el pasaje de las dos y yo la montaba sola y luego alguno de sus hermanos mayores la iban a buscar, ella esperaba en la casilla de información”, recuerda Corina.

Guevara recomienda la creación de más lugares, principalmente en las barriadas, donde niñas, niños y adolescentes puedan desarrollar sus habilidades, para formar futuros representantes del país, en distintas área, así como fomentar la disciplina y alejarlos de los vicios.

“¿Cuántas personas tienen potencial pero no cuentan con las posibilidades? Sueño que en la parroquia se haga una escuela pública de ballet y de gimnasia artística. Yo hablo desde mi experiencia, no era ella sola, eran tres hermanos más, fue una época muy dura para la familia. Antes nos costaba mucho adquirir una zapatilla y fíjate, afortunadamente hoy le sobran, hoy eso se valora mucho más”, afirmó la orgullosa madre de la bailarina.

BELÉN VAN ARCKEN/CIUDAD PETARE


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