Quiero hablar de la esperanza

"Sin ninguna consideración, sin piedad ni vergüenza,
alzaron muros a mi alrededor, gruesos y altos.
... tenía tanto que hacer fuera.
Pero nunca oí a los constructores, ni un ruido.
Imperceptiblemente me encerraron..."
Kavafis

La realidad se te revela brutal e ineludible con el primer boletín del Consejo
Nacional Electoral: El NO, 58.25. El SI, 41.74. Es el inicio de una tendencia
que se amplía en las horas siguientes con una fuerza sólida, arrolladora. Al
final, las cifras definitivas hablan de seis millones de venezolanos que están
de acuerdo en la continuidad de este gobierno y de esta Revolución. Igualmente
reconocen la presencia significativa de unos cuatro millones de ciudadanos que
no está de acuerdo con la ratificación del mandato del Presidente Chávez. Más
aún, otros cuatro millones de venezolanos no votaron porque no quisieron o porque no pudieron, perdidos y hastiados en las colas descomunales.

No esperabas estos resultados. Estabas convencido de que las cifras serían de
signos diferentes. Aunque no había elementos de juicio objetivos que permitieran
concluir tal cosa. Las encuestas nacionales y extranjeras daban una clara ventaja
al NO. La presencia entusiasta y numerosa de los partidarios de esta opción en
marchas y en actos políticos hablaba cuando menos de la posibilidad real de su
triunfo. Pero, las afirmaciones rotundas de los dirigentes de la Coordinadora
descalificaban los hechos. "Son encuestas pagadas", decían. "Los autobuses no
votan", decían, ignorando que quienes ocupaban los asientos sí lo hacen. No admitían la evaluación de otra posibilidad. Infinidad de analistas políticos atrincherados en los diarios y en los programas de opinión de la radio y la televisión privadas refrendaban las palabras de los infalibles dirigentes. Al fin y al cabo, se trataba de la revocatoria al mandato de un "déspota", rechazado por la casi unanimidad del pueblo.

Pero, ahora los acontecimientos devienen en otra cosa. El impacto es la sensación
de un disparo en una iglesia. Un intersticio recóndito e inesperado permite momentáneamente atisbar un pedazo de realidad. Poco. Un icerberg. Pero levanta la sospecha de que algo muy grande se encuentra más allá de los muros.
¿Qué pasó? ¿Cómo explicar este resquebrajamiento del piso que nos sostiene? ¿Cómo explicar esta asombrosa diferencia de 40 puntos porcentuales entre el 20+ a favor de hace un rato al 20- en contra de ahora? ¿Sólo lo puede explicar una confabulación de proporciones insólitas y extraordinarias, convalidada además por la OEA, el Centro Carter, por cien organizaciones invitadas a observar el referendum presidencial, -muchas de ellas escogidas por la oposición-, por los más de trescientos observadores internacionales, por los centenares de periodistas extranjeros, etc.?

Pero también tiene cabida una explicación más sencilla. Construyeron un muro
a tu alrededor para separarte de la realidad. Un andamiaje reforzado por los
periódicos de todos los días, por los programas de opinión y de noticias de la
televisión comercial, por los personajes de lustre y prestigio, por los líderes,
refrendada por los amigos que como tu entendían que esa imagen distorsionada
que nos mostraban los medios era la realidad real. Hoy, los constructores de
muros, los deformadores, losquetienentodalarazónsindudaalguna, vienen por sus
fueros y afanosos pretenden reconstruir el muro que saltó a pedazos. Se recurre
a las matemáticas, a la deshonestidad de los hasta ayer inmaculados jueces internacionales, a los "ni el mismo se lo cree", a las trasmisiones telemáticas y satelitales, en fin, se recurre a la denuncia de fraude como justificación a lo que no es más que una derrota limpia y contundente.

Y es precisamente en este instante en que le apuestas al sentido común, al más
democrático de todos los sentidos, Descartes dixit. Entonces, piensas que, aunque
sólo sea por ocioso ejercicio intelectual, si asumes por un momento otra perspectiva, las cosas cabeza abajo pueden dar vuelta y sostenerse en pie. Las piezas de un intricado rompecabezas comienzan a encajar en una realidad compleja, llena de matices, dinámica; pero, también perceptible y susceptible de análisis e interpretación racional.

Descubres que de lo que se trata es de un proyecto de país que ha ganado la voluntad y el apoyo de los venezolanos ninguneados a lo largo de nuestra historia republicana; que ese líder que rechazas por tus personalísimas razones ha sabido, sin embargo, comunicarse con las mayorías y recoger sus anhelos y reivindicaciones e incorporarlas en un proyecto de país donde se encuentran y se reconocen. Descubres que tu, a quien siempre le ha importado el destino de los desamparados y que tienes capacidad y disposición, -"tienes tanto que hacer fuera"-, has estado al margen de un proceso real y vital que se ha dado una nueva Constitución, ha creado instituciones y leyes que perfilan espacios de participación y cambios motorizados por la esperanza y el sueño de millones de venezolanos. Y tu talento no ha contribuido para nada.

Torpezas e improvisaciones pudieron ser superadas si tu estuvieses allí.
Permaneces al margen. Peor aún, colocas obstáculos, torpedeas iniciativas, apoyas dirigentes que en tu nombre impulsaron golpes de Estado, paros petroleros, guarimbas y muerte. Te sujetas a las promesas de los mismos dirigentes que nomás ayer tomaron las decisiones que nos hundieron a todos o trataron con indiferencia nuestros grandes problemas sociales. Una vez más, confiabas que en su oportunidad –inmediata, por lo demás- recuperarías el tiempo perdido y todo tu capacidad y toda tu voluntad se encaminaría a reconstruir el país devastado por las "hordas chavistas". Pero, tal cosa no ocurrió y mientras tanto tu talento "ni le mata el hambre a nadie, ni le quita a nadie el frío, ni le ampara a nadie el sueño". Y permaneces al margen. Gritando tus consignas al paso de la caravana.

Nadie te pide que renuncies a tus ideas, a tus críticas, a tus visiones alternativas
de país. Sólo que dinamites los muros y te abraces el torrente vital de la historia;
que ocupes un puesto de lucha en donde encuentres lugar; que combatas y discutas en leales batallas; que exijas, pero que a nadie le quede duda de tus aportes y de tu disposición a construir un gran país; que aprendas a ver y comprender en la alegría de los pobres la esperanza. No los dólares del cardenal Castillo Lara sino la auténtica y real esperanza por un mundo mejor. No desaproveches el intersticio de luz que logró penetrar los muros de la realidad virtual que construyeron a tu alrededor quienes se creen dueños del país.

Ven a este lado de la barricada. Te necesitamos. Hay mucho por hacer y tenemos
poco tiempo. Se necesitan todos los brazos y todas las manos. No basta con que
seamos el 60%. Aún el 80% es insuficiente. Necesitamos ser todos y, si no podemos ser todos, ser casi todos. Y si tampoco podemos ser casi todos, conquistar para todos, cuando menos, un puesto de lucha y un espacio para contribuir al crecimiento de tu país, de mi país, de nuestro país. Para nosotros y para los demás también.


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Rafael Hernández Bolívar

Psicología Social (UCV). Bibliotecario y promotor de lectura. Periodista

 rhbolivar@gmail.com

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