México: ¿Venezolanización de la política?

En Venezuela la oposición al gobierno de Hugo Chávez
utilizó una estrategia muy simple. A partir de
poderosas televisoras lanzó a la calle a miles de
ciudadanos, de la pequeña burguesía, de clase
acomodada, de ciertos grupos populares inconformes,
entre los que se mezclaban guaruras a sueldo que
promovieron disturbios, y hasta muertos. Si el
gobierno de Chávez encarcelaba a los que producían
desmanes, se le acusaba de que reprimía las
manifestaciones, y por ello impedía la libertad de
expresión a la oposición; si el gobierno de Chávez no
actuaba, para no mezclarse en actos no promovidos por
el gobierno, se le acusaba de no impedir los actos
violentos (organizados por los guaruras a sueldo
mezclados entre los manifestantes); además, de todas
maneras, esos actos violentos organizados por la
oposición se los atribuían al gobierno de Chávez y a
sus partidarios. ¡No hay salida!, una vez lanzada la
gente a la calle, en su mayoría con buenos propósitos,
se desata una lógica que interpretada masivamente
desde los medios de comunicación "siempre" permite
recriminar al gobierno de inoperancia, de violenta
represión o de manipular contra la oposición a sus
movimientos populares (que habrían sembrado la
violencia en la pacífica manifestación de la
oposición).

La inseguridad en América Latina, en México y en el
Distrito Federal es fruto de la masiva pobreza que las
medidas neoliberales, y en México desde el "error de
diciembre", ha producido una masiva desocupación en el
pueblo. El remedio a tales "errores" son medidas que
dependen de un gobierno federal y no de una ciudad.
Atribuir el problema de la inseguridad a un gobernador
es ver una parte del problema, pero no ir a las
causas. La causa es la pobreza de un país que debe
pagar injustamente la deuda de muchos capitales
privados que fue atribuido al Estado, las "deudas
fueron nacionalizadas" por un acto injustificado, que
significa que este año México deberá pagar 52 mil
millones de dólares entre deuda externa e interna (que
se acumula desde López Portillo, y se acrecienta con
Carlos Salinas y desmedidamente con el "salvataje de
los bancos" de Zedillo) anterior al actual gobierno
federal y del Distrito Federal. Esas son las causas de
la inseguridad. Manejar la inseguridad directamente
contra un gobierno particular es injusto. De todas
maneras el motivo de la manifestación es real. El
manejo responde, sin embargo, a una estrategia que ya
ha sido usada en Venezuela. Eso indica que ciertas
tácticas se generalizan en América Latina y hay que
contar con ellas.

Se debe entonces tomar el tema con extremo cuidado. La
oposición al gobierno del Distrito Federal abre una
caja de Pandora, y sus resultados son imprevisibles.
El gobierno de la ciudad deberá estudiar el caso
dándole extrema importancia. Es un nuevo campo de
confrontaciones. No sólo el jurídico -que se ha
organizado injustamente-, sino ahora el político,
donde se comienzan a lanzar las masas a las calles
bajo el respaldo y continuo apoyo de una
"interpretación" de los acontecimientos en manos de
las televisoras y las radios.

La "interpretación", o el sentido, de los actos
políticos son los que al final valen. Y en México como
en Venezuela existe lo que Agambe, pensador de fama en
Italia, llama la mediocracia: el poder de los medios
de comunicación. Hoy, más que las leyes y que las
acciones, lo que al final llega al ciudadano cotidiano
y mal informado es la "interpretación" de los
acontecimientos. Así al acto X se lo "interpreta": es
justo o injusto; bueno o malo; correcto o incorrecto.
Pero la "interpretación" puede seguir cierta lógica
siniestra: si se mueve está mal porque ataca; si no se
mueve está mal porque no hizo nada; si sube es injusto
porque no dejó subir a los otros; si no sube es
injusto porque no ayudó a los otros. Haga usted lo que
haga la "interpretación" puede dejarlo "siempre" mal.
Y como no hay medios (televisoras o radios) que
compitan realmente con la "interpretación" de los
"grandes" medios, esa "interpretación" se impone
infaliblemente, aunque sea por repetición. Y como es
la "interpretación" de los acontecimientos la que fija
el sentido de los actos, al final la política está en
poder del que "interpreta". El poder del gobernante
(aunque lo haya elegido una mayoría aplastante) es
"impotente" ante el poder de la "interpretación" de
los medios de comunicación (la mediocracia de Agambe),
y mucho más cuando esos mismos medios son actores que
originan hechos de masa en los que participan. Ponen
un acto público (aun con violencia) que podrán
"siempre" interpretar contra la autoridad.

Ante esto sólo cabe comenzar un largo camino. Se habla
y con razón de la "libertad de información". Es un
pilar de la democracia. Pero no se habla del "derecho
a la información veráz". El ciudadano tiene un
"derecho" a ser bien informado. Esto requeriría de
tribunales específicos para la información; de una
procuraduría de defensa de la información verás que
merece el ciudadano, y muchos otros medios legales que
no existen, pero debe comenzar a implementarse, porque
toda América Latina entra en un periodo de una nueva
estrategia política que se basa en los medios de
comunicación (en especial la televisión y la radio)
como momento articulado a una lucha de movimientos de
masas promovidos desde esos mismos medios. Es un nuevo
capítulo de la política y de la ciencia política.

¿Se estará venezolizando México? No lo sé, pero el que
haya nacido la articulación de "medios de
comunicación/movimientos de masa de oposición" nos
permite vislumbrar una estrategia semejante.

(*) Filósofo



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Enrique Dussel A.(*) - La Jornada


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