Ante la arremetida golpista

Tiempo de disciplina y conciencia revolucionaria

Ordinariamente una Revolución que se enfrenta a la heroica tarea de derrotar un sistema económico como el capitalista, poderoso, inteligente, dotado de inmensos recursos siempre estará en momentos críticos. No se transforma una sociedad cuyos valores darwinianos y egoístas nos vienen desde que nació la agricultura, la ganadería, la acumulación de excedentes y la división del trabajo sin que ocurran grandes enfrentamientos, vacilaciones y desconciertos.


Las aguas agitadas por el formidable enemigo que no descansa y sabe mucho, así como por las inconsecuencias de una tripulación poco capacitada se han tornado procelosas amenazando con hacer zozobrar el barco. Son los momentum, esos puntos de inflexión crítica en los cuales sólo la claridad de ideas, la firmeza y el compromiso total pueden poner a salvo la nave.


Son momentos en los cuales el formidable enemigo agita las aguas consciente del alboroto que la inconsistencia crea en la tripulación. Surgen los "managers de tribuna", los desencuentros, las "echaderas de culpas", los señalamientos. Se descubren los "errores" siempre en los otros y emergen los planes propios que nunca fueron transformados en planes colectivos por déficit de conciencia. Las caras emergen desde detrás de la caretas. Unos, señalando la inconveniencia de haber "acelerado demasiado", clamando por la modificación de unos objetivos que atenúen los "inconvenientes” (son aquellos sectores no dispuestos a acompañar el proyecto socialista); otros, se apegan a un libreto "revolucionario" inmediatista y anárquico en cuya visión no existe la más mínima estrategia política, la disciplina militante ni el sentido profundo de la variable tiempo.

Una Revolución siempre convertirá una dificultad en oportunidad para avanzar. Los buenos revolucionarios son más temibles al acecho que en la victoria, porque en la victoria son magnánimos pero al acecho implacables. El momentum exige en primer lugar absoluta lealtad hacia el Comandante de la Revolución. Convertir la consigna de que "sin Chávez no hay Socialismo y sin Socialismo no hay Chávez" en una premisa de valor absoluto. Ha sido el Comandante quien con su nexo espiritual con el pueblo ha traído el barco hasta donde nunca pudieron llevarlo los revolucionarios de siempre y los de nunca; los que han luchado siempre y los que mimetizados hoy no lo han hecho jamás. Olvidar -así sea por un segundo- que sin Chávez no hay Socialismo es más que una estupidez, un crimen. La primera urgencia pasa por la lealtad al comandante por encima de cualquier duda o incomprensión. Cualquier conducta que afecte esta confianza en el timonel simplemente destruye y obstaculiza haciendo el juego a la contrarrevolución.

Es tiempo de anteponer los objetivos de la Revolución a nuestros planes o ideas. Es tiempo -hoy más que nunca- de llevar hasta el pueblo la savia revolucionaria, la teoría y el hacer socialista más allá de cualquier deformación que tendencias reformistas o anarquizadas estén sembrando en el imaginario popular. Es tiempo de avivar y remozar la fe del pueblo en su revolución y su líder.



¡CHÁVEZ ES SOCIALISMO!


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Martín Guédez


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