Todavía cuesta comprender el rol de Chile en la invasión a Haití

La verdadera suerte de Aristide rompió el bloqueo informativo

El depuesto Presidente haitiano Jean Bertrand Aristide demandará a Francia y Estados Unidos por haberlo "secuestrado y llevado por la fuerza al exilio", informó hoy jueves La Nación, en la primera vez que un medio chileno de comunicación corre el velo sobre la verdadera suerte del mandatario caribeño. "Está en preparación una demanda por secuestro contra las autoridades estadounidenses'', dijo en París Brian Concannon, quien se reunió con Aristide en Bangui, capital de la República Centro Africana.



La prensa de diversas latitudes comenzó hoy a desbloquear el dominio mundial estadounidense sobre la información en torno a la suerte de Aristide, a 10 días de su viaje forzado, gracias a la intervención de abogados estadounidenses y franceses, la preocupación de los 15 países del Caribe agrupados en el Caricom y el interés de la Unidad Africana (UA), organización subregional de 53 naciones.



Prensa Latina informó que un comunicado de la UA emitido el 9 de marzo en Addis Abeba, Etiopía, señaló que "el modo en que el Presidente haitiano fue destituido de su cargo es inconstitucional". A su vez, el presidente de la Comisión -nombre de la cúpula de esa organización-, el maliense Alpha Oumar Konare, viajó a Bangui para conocer en persona la versión de Aristide. También lo visitó una delegación de Sudáfrica, encabezada por el vicecanciller Aziz Pahad.



Juicios anti neo-colonialistas


Otro abogado estadounidense, Ira Kurzban, pidió al secretario de Justicia John Ashcroft que ese ministerio investigue las circunstancias de su salida de Haití el 29 de febrero. Aristide aseguró que sigue siendo Presidente constitucional de Haití y que recurrirá a los tribunales para regresar a su país, dijo Concannon.



El Departamento de Estado insiste en que Aristide huyó del país por voluntad propia al desintegrarse su gobierno y llegar los insurgentes a las inmediaciones de Puerto Príncipe, pero sus abogados afirman que Estados Unidos lo subió a un avión, que tras 20 horas de vuelo lo depositó en la República Centroafricana. "No tuvo libertad para decidir el rumbo; ni siquiera supo a dónde se dirigía el avión", dijo Concannon.



Regis Debray, involucrado


Aristide también acusó a Francia de colaborar con Estados Unidos en este oscuro episodio, mientras otro bufete de abogados prepara en París una denuncia por "complicidad en el secuestro" contra cuatro funcionarios públicos del Ministerio de Relaciones Exteriores, el embajador en Haití Thierry Burkard, el ex embajador Yves Gaudel, el enviado Regis Debray y la hermana del Ministro de Relaciones Exteriores Dominique de Villepin, Veronique. Estas personas habrían presionado a Aristide en diciembre para que renunciara, según el abogado francés Gilbert Collard.



Debray fue un joven izquierdista que en los años 60 adquirió notoriedad en América Latina por su libro "Revolución en la Revolución", publicado primero en Cuba, su participación en la guerrilla de Ché Guevara en Bolivia y su amistad con Salvador Allende en Chile. Fue liberado de la prisión de Camiri, en Bolivia, merced a las gestiones del gobierno francés de la época y la solidaridad internacional.



El Ministro francés de Relaciones Exteriores, Dominique de Villepin, dijo que las autoridades francesas no tenían idea de cómo sería resuelta la crisis de Haití hasta pocos días antes de la partida de Aristide, cuando el mismo sugirió la "renuncia" del mandatario. Entretanto, los estadounidenses se aferran a su propia versión contra las acusaciones de secuestro. El secretario de Estado Colin Powell dice ahora que Washington se involucró "a pedido" de Aristide y que gracias a su intervención "todavía está con vida".



Powell, un negro de origen jamaiquino, afirma que Aristide fue un "líder decepcionante" para Estados Unidos. "Ayudé colocar al presidente Aristide de nuevo en una posición de responsabilidad en 1994 cuando fui a Haití durante un fin de semana con el presidente Carter y el senador Jun", aseguró en una audiencia del Comité de Asignaciones de la Cámara citada por la agencia china Xinhuá. "Pero el presidente Aristide, en los 10 años que siguieron, resultó ser un líder bastante decepcionante", dijo.



Escoba nueva


Estados Unidos despachó el 10 de marzo desde Miami a quien "eligió" como nuevo jefe ejecutivo del Estado, tras la designación del magistrado Boniface Alexandre en la "presidencia". Gerard Latortue, el nuevo Primer Ministro de Haití designado el martes por un "comité de siete sabios", arribó en compañía de Herard Abraham, ex jefe del Ejército haitiano.



Lo primero que dijo: "Aristide ya forma parte del pasado". Aseguró que está "listo para lograr la reconciliación de los haitianos como primer objetivo después de todas las divisiones que creó el gobierno de Aristide".



"Creo que soy capaz de reconciliar a mi país en un momento clave para que olvidemos nuestras diferencias", dijo el flamante Primer Ministro, un ex funcionario de Naciones Unidas en África muy crítico del sacerdote salesiano que ha vivido gran parte de su vida en el exterior.



La voz del amo


"No hay posibilidades de que Aristide regrese a Haití", tituló el 10 de marzo el "Servicio noticioso desde Washington" del departamento de Estado, al "informar" sobre una entrevista al vicesecretario de Estado Richard L. Armitage del periodista Dan Raviv, de CBS Radio.



La pregunta: "¿Cree usted que hay alguna posibilidad de que regrese en el futuro, de que regrese a Haití?"



La respuesta: "No con lo que hemos visto en las calles de Haití en celebración de su partida".



La sentencia imperial "No hay posibilidades de que Aristide regrese a Haití" no fue un dicho de Armitage, sino un "aporte" de los subordinados de Powell, quienes saben cómo hacer su "periodismo".



El mundo se tragó la versión imperial cuando James Foley, el embajador de Estados Unidos en Haití, apareció en CNN la mañana del domingo 29 de febrero "informando" que Aristide renunció y se marchó. Los infantes de marina desembarcados justo la noche anterior -en la víspera, antes del "acuerdo" de Naciones Unidas- sólo fueron parte de la escenografía. Nadie preguntó por qué un embajador hablaba por TV y no el futuro "presidente" Boniface, que permaneció mudo a su diestra. Sólo fueron detalles poco relevantes para la transmisión de la "noticia, en vivo y en directo", desde el palacio de Puerto Príncipe.



Presencia militar extranjera


La secuencia de los hechos permite entender mejor cómo actúa el poder imperial. Primero, desembarcaron las tropas estadounidenses el sábado por la noche. No hubo problema porque estaban cerca, "al cateo de la laucha". Además, EE.UU. tiene una tremenda experiencia ganada en las dos invasiones anteriores, la primera de larga duración dado su interés por anexarse Haití y Cuba a comienzos del siglo 20.



En la mañanita del domingo, con la presencia de los infantes de marina, Aristide "renunció" y se fue. Casi simultáneamente, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, donde Chile actúa como comparsa de "los grandes", solicitó formalmente el envío de tropas (ya estaban en terreno), seguramente una movida de Powell para legitimar las que desembarcaron la noche anterior.



El lunes, George Bush reunió a su propio Consejo de Seguridad, el que preside Condoleezza Rice, tan negra como Powell, para viabilizar solicitudes de tropas a Argentina, Brasil y Chile, según la historia principal del New York Times del martes 2 de marzo. Chile fue el único en responder de inmediato, con un primer contingente que arribó la noche del miércoles, en una decisión que el Presidente Ricardo Lagos hizo pública antes de comunicársela al Senado, que igual terminó por aprobar la expedición. Esta claro que el ámbito "nacional" del National Security Council de la Condoleezza... incluye a países como Haití o Iraq, antes.



La presencia militar de Chile en Haití no es nada simbólica. Tiene 336 hombres, contra 100 de Canadá, 600 de Francia y 1.100 de Estados Unidos. La ministra de Defensa Michel Bachelet tuvo fundamentos para anunciar que podría viajar a "inspeccionar" las tropas. El activo rol de "sub perro guardián subregional" enorgullece a un gobierno que hasta hace un mes aspiraba a la secretaría general de la Organización de Estados Americanos (OEA), mientras se arma hasta los dientes -por aire, mar y tierra-, y confronta severas dificultades de política exterior con sus vecinos.



Y ahora, ¿qué?


No es casual que las críticas legítimas irriten al vocero del gobierno -el ministro Francisco Vidal- y quizás al propio Presidente. Es la segunda vez que Chile apoya un golpe de Estado en la región, pero está vez llegó mucho más lejos que cuando Hugo Chávez fue apresado en Venezuela, en abril de 2002.



Esta expedición militar convalidó la defunción política del Acta de la OEA sobre Gobernabilidad Democrática en las Américas, aprobada en Lima en 2001, citada con frecuencia en el discurso de la Canciller Soledad Alvear, como en su alocución ante la sesión del 30 de abril de 2003, y considerada como "paternidad chilena" porque comenzó a debatirse con el nombre de "Compromiso de Santiago" en la XXI Asamblea General, celebrada en Chile en junio de 1991. No sorprende que la OEA haya mantenido cerrada la boca en todo este episodio.



Subproductos electorales



El Presidente Lagos ungió a Soledad Alvear y Michel Bachelet -en el acto oficial del Día Internacional de la Mujer- como pre-candidatas presidenciales de la Concertación de Partidos por la Democracia para las próximas elecciones de diciembre de 2005.



Frente a la severa crisis interna que sacude a la derecha y a la candidatura -anteriormente ganadora segura- de Joaquín Lavín, esas postulaciones se ven hoy bastante viables. Pareciera que la derecha-derecha -la heredera del pinochetismo- no está todavía habilitada para volver a gobernar con "seriedad" y apariencia demócrata este país, aún en la democracia restringida que permite la Constitución vigente, "dictada" por el régimen militar en 1980.



Y además, como que hoy no hace mucha falta un gobierno pinochetista de frentón -que se daba por seguro en las urnas hasta hace pocos meses. Claro, siempre que se le haga justicia a los grandes aportes facilitados a los grupos económicos locales y extranjeros por los gobiernos de Eduardo Frei Ruiz-Tagle y de Ricardo Lagos Escobar.


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Ernesto Carmona


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