El diálogo político

Como corolario de los resultados del referéndum del 15F, y aprovechando la apertura dada por el Presidente, voceros de los partidos de oposición muestran interés por un diálogo con el gobierno. De hecho, esa posibilidad ha estado abierta desde la instalación del nuevo sistema político de orientación socialista. En efecto, hubo un diálogo en el desarrollo de la Asamblea Constituyente, mantenido en la Asamblea Nacional hasta el momento en el cual ellos se negaron a participar en las elecciones parlamentarias. Claramente, indicaban que su acción sería realizada extraconstitucionalmente, lo que conlleva una conducta de hecho y no de derecho. Y así lo fue hasta que decidieron participar en el referéndum aprobatorio de la reforma constitucional. Claro, esa determinación los obligó a ceñirse a la formalidad establecida en el contrato social. Pero eso no pasó de esa formalidad. Paralelamente a la conducta manifiesta, han mantenido un conducta conspirativa, con acciones de violencia física y psicológica, que mantiene la polémica.

Un diálogo no significa el abandono de la coacción. De hecho, la constitución garantiza formas de presión legítimas que pueden usarse en la interacción entre las partes. No obstante, han preferido el uso de prácticas ilegales, ubicando la relación en lo estratégico, y no en lo político.

Por otra parte, esa oposición conforma una pluralidad de organizaciones políticas competitivas entre sí, que se integra sólo por razones emotivas, que expresan sentimientos racistas imposibles de racionalizar. Pero esa motivación no es suficiente para lograr una acción coherente. De modo que, la ilación ha sido lograda por su subordinación al poder de la federación norteamericana, expresión de los intereses de la Alianza Atlántica, que comparte con ellos la tendencia racista. Una actitud demostrada por la existencia de barreras físicas y legales para restringir el acceso de personas etnoculturalmente diferentes, y por su la hostilidad frente a los pueblos que desacatan los imperativos del dogma capitalista, base ideológica de su existencia. Así, el diálogo político tendría que hacerse con el gobierno de los EEUU, como polo integrador de lo que conforma la civilización occidental, dominada por los blancos anglosajones que han concentrado el poder en ese ámbito civilizatorio. Un diálogo en el que ya participa el nuevo gobierno estadounidense, que desplazó al de la facción fundamentalista que dominó el ambiente político de ese país.

Así, el establecimiento de bases comunes para una comunicación a lo interno está condicionado a la restitución del foro natural para realizar esos intercambios: el parlamento. Una posibilidad que está abierta para el próximo año, con las elecciones parlamentarias. En el ínterin, la toma de actitudes asociativas, que implica el abandono de las disociativas, sería un mensaje tácito, que tendría una respuesta similar por parte del movimiento de cambio que expresa los intereses de los segmentos no privilegiados de nuestra sociedad. Un gesto que se manifestaría con la aceptación de las normas constitucionales que regulan las relaciones entre la sociedad y su gobierno.

alberto_muller2003@yahoo.com


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Alberto Müller Rojas


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