Feliz navidad =Feliz consumismo

El mundo cristiano ya vive de lleno otro periodo navideño, para muchos el más esperado del año por representar el tiempo en que aparentemente nació el niño Jesús, considerándose una oportunidad propicia para el reencuentro familiar y el florecimiento de sentimientos sublimes como el amor, la compasión, la solidaridad, la comprensión, entre otros. Por esta razón, se cree que esta época es ideal para la reconciliación de los hombres de buena voluntad, dejando las diferencias y el odio a un lado. Lamentablemente esto no pasa de ser una utopía en nuestros días, considerando las grandes desigualdades e injusticias que se viven en el marco de un capitalismo global que sólo ofrece “felicidad” a unas minorías. En consecuencia el amor, la paz, la reconciliación, la hermandad y otros valores supuestamente contenidos en el espíritu navideño actual, no son más que una especie de “slogan” que ha preparado mentalmente a las masas para el gran frenesí consumista de los últimos días del año.

Es así como la Navidad dista de ser un periodo de reflexión, reencuentro y solidaridad; se trata, en realidad, de una de las épocas del año en que el consumo aumenta de manera exacerbada, siendo los empresarios y comerciantes los únicos verdaderamente bendecidos por el espíritu capitalista navideño. En otras palabras, la Navidad del mundo cristiano ha sido moldeada de tal manera por los medios de comunicación masivos y por los grandes intereses económicos, que las mayorías han llegado a creer que comprando desaforadamente alimentos, ropa, artículos de lujo, y una infinidad de regalos, reviven la esencia de un periodo cuyo mensaje es precisamente contrario al frenesí de la compra-venta. Téngase en cuenta que ese noble hombre, como fue Jesús Cristo, no predicaba el amor hacia el enriquecimiento material sino hacia el desarrollo espiritual, por medio del amor, la compasión, el perdón, la unión y la misericordia. ¡Qué diferencia entre el verdadero espíritu navideño y el consumismo del mundo occidental cristiano¡.

A tal punto ha llegado el consumismo navideño en los pueblos cristianos, que incluso en Estados Unidos, principal potencia capitalista del planeta (con todo y la crisis actual), algunos ya han levantado sus voces de protesta por lo que consideran una desviación extrema del espíritu navideño original. Se trata de individuos que han logrado burlar la gigantesca manipulación mediática-comercial, preocupados por una sociedad que oculta numerosos problemas mediante la pleitesía que millones de seres ignorantes o incautos rinden a una serie de productos industriales y comerciales, a menudo inútiles. Advierten que al pueblo estadounidense le ha sido implantada la concepción de que la felicidad sólo puede alcanzarse con el consumo; mientras más dinero se gaste en mercancías, alimentos o distintos servicios, más se acerca una persona al reino capitalista de los cielos y a la eternidad material. En este orden de ideas, es pertinente recordar un artículo de la periodista estadounidense Amy Goodman, publicado en el 2007, y que se titula “¿Qué compraría Jesús?”, en el que además de hacer algunas críticas personales al consumismo navideño, hace referencia a un documental del mismo nombre, en el que un predicador callejero junto a su coro recorren el país norteño denunciando los excesos de la cultura consumista. A continuación una parte de este escrito:

Viernes Negro”, Black Friday, es el nombre que los vendedores minoristas han puesto al día siguiente al Día de Acción de Gracias en su intento de hacer que Navidad sea sinónimo de ir de compras. El Viernes Negro se espera que los estadounidenses acudan en manada a los centros comerciales, ansiosos de los descuentos, armados con sus tarjetas de crédito. Los analistas empresariales llenan el espacio radial con predicciones sobre cómo se comportará el caprichoso comprador, y sobre en qué medida el precio de la gasolina y la crisis de las hipotecas de alto riesgo afectarán las compras en estas fiestas. Al Viernes Negro le sigue el “Cyber-Lunes”, Cyber Monday, un nombre acuñado por la industria minorista para dar bombo a las compras por Internet. Escuchando los informativos de negocios, uno podría concluir que no sólo el futuro de la economía de EE.UU., sino el de la propia humanidad, depende de las masivas y frenéticas compras de las fiestas navideñas. El Reverendo Billy es el predicador callejero interpretado por Bill Talen, un activista anticonsumismo de Nueva York que es el protagonista del nuevo largometraje documental que llega a los cines esta semana: “What Would Jesus Buy?” (¿Qué compraría Jesús?). En la película, Talen y su sorprendente Coro de Góspel Stop Shopping (Basta ya de comprar) recorre el país en dos autobuses que funcionan con biodiésel, celebrando falsos conciertos públicos de góspel que denuncian el “Comprapocalipsis” -”Shopocalypse”-, nuestra flagrante cultura consumista impulsada por el crédito y las empresas, y su dependencia de trabajos en condiciones de explotación en otros países y de trabajos mal pagos en Estados Unidos; mientras tanto, destaca la importancia de las economías locales, de ciudades pequeñas y pueblos, la fuerza y el valor que supone el comprar artículos de comercio justo, y la importancia de ser feliz con menos. Después añadiría: “Nos sentaremos y derrotaremos los bulbosos pies amarillos del logotipo comercial más famoso del mundo, el que ha decidido robar la imaginación de nuestros niños y niñas durante 80 años, el demonio, Mickey Mouse”.

La verdad es que Jesús no compraría nada, sino que sentiría una gran indignación al percatarse que su mensaje de humildad, amor y compasión ha sido desvirtuado en favor de un aberrante frenesí de consumo, donde se derrocha de todo menos aquellos sentimientos que sí valen la pena. Ahora bien, no creamos que ese consumismo navideño a niveles tan elevados es sólo un problema de la sociedad estadounidense. Tanto en América Latina, Europa, y algunas partes de Oceanía, África y Asia, el frenesí de la compra-venta representa el espíritu navideño con una magnitud parecida a la de Estados Unidos. De hecho, los capitalistas de este país han sido responsables, en gran parte, de la transformación progresiva de la Navidad en regiones como América Latina, haciéndola parecer a la temporada navideña estadounidense, desde el culto a Santa Claus hasta el consumo de ciertas golosinas y “exquisiteces” ricas en grasas y azúcares refinadas. En otras palabras, la expansión de los mercados capitalistas estadounidenses ha sido determinante para implantar el consumismo navideño en sociedades como las latinoamericanas, donde el “american way of life” ha tenido gran acogida.



 

ruhergeohist@hotmail.com



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