Y pasaron...

Los resultados capitalinos evidencian que habíamos dejado a Chávez solo. No precisamente nosotros, el pueblo, sino aquellos que lo rodean, que lo acompañan de cerca. A quienes nuestro líder hubo directamente asignado tareas, conferido poderes, dictado principios, "machacado con ejemplos"..., y sobre todo explicado el cómo, el cuándo y el por qué.

Se han ganado a pulso el cuádruple título de "falsos", "contrarevolucionarios", "incompetentes" y "traidores"!

Indignos de tal jefe, del cual no son ni serán nunca la menor astilla que debieron ser. Alimentaron sus propios egos, y olvidaron sus obligaciones. Inventaron —eso sí— el espejo de la auto congratulación. ¿Y la revolución?

Un rebusque!

Porque no es posible que disponiéndose, en nuestro país, del poder inmenso conferido por el pueblo a la Revolución Bolivariana no hayamos podido en diez años derrotar al imperio. Cuba lo hizo en mucho menos, y con mucho —muchísimo— menos.

Pero henos aquí con Caracas de nuevo en manos de... la vergüenza!

¿Es que no se pudo hacer "algo mejor" en todo este tiempo (para que el pueblo no tuviese que caer en tan inaudita involución)?

Y NO, LA CULPA NO ES DEL IMPERIO!

Éste podrá servir de todo, menos para excusar al verdadero revolucionario. Demasiado descaro pensarlo siquiera, bajo las actuales condiciones.

Hasta tendríamos que decirlo en inglés: "SHAME ON US"!

Pero que nadie se equivoque, la ingenuidad no nos sobra: No pasará inadvertido ante la sabiduría implacable del pueblo rojo —profundamente rojo— un pequeño y sonoro detalle: que quienes salen echándole la culpa al imperio son, como por casualidad, precisamente funcionarios...

Es mucho líder el que nos gastamos, tal vez. Uno demasiado "fuera de serie" para honorarlo, tal vez. Si lo creemos cosa común, busquemos a uno igual alrededor. Hurguemos en los confines de la Patria, y aun más allá. Vaya vacío...

Pseudo-revolucionarios, escuálidos funcionales en su frustrada ambición, escúchenlo bien, no es a Chávez, sino a ustedes a quienes el pueblo ha refrendado. Váyanse, pues, por donde vinieron. ("A llorá pa'l valle")...





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Xavier Padilla


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