La putería anti-terrorista

Cuando Bush y Dick Cheney, como energúmenos, comienzan a perorar contra el
terrorismo, todos los pobres diablos de América Latina nos sentimos
aludidos. La cosa es con nosotros. Los pobres, para esos perros del
“Consorcio” no son nada confiables, andan ladinos, callados, siempre
cavilando la manera de vengarse. Hay que ver el aspecto de “criminales”
que tiene los indios bolivianos, peruanos, mejicanos y ecuatorianos. El
aspecto y el lenguaje de Chávez son indudablemente aterrorizantes. Y
ahora, cuando se comprueba que efectivamente en Irak se masacró a un
pueblo en nombre del anti-terrorismo, sin pruebas de ningún tipo (a pesar
de que venían inspeccionándole hasta el alma, desde 1991), la furia
anti-terrorista de EE UU se hace más inclemente. Bush trata de explicar
que si en Irak no había armas de destrucción masiva, por lo menos se
previno para que nos las fuera a tener. Y hay que prevenirse contra
Chávez. La guerra preventiva es muy valiosa y objetiva. Hay que prevenirse
contra Chávez porque éste está cavilando la manera de exportar su
revolución a Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. Hay que ir definiéndole,
pues, como otro Sadam o como Kadhafi.

Lo más “positivo” de la invasión a Irak es que los enemigos de Washington
están temblando, y en el fondo lo que menos importaba es que hubiese o no
armas de destrucción masiva: al menos con su destrucción, Kadhafi se ha
vuelto más razonable, Pakistán ha confesado algunos “crímenes nucleares” y
Siria e Irán han comenzado a poner sus barbas en remojo. Esa ha sido la
gran conclusión de la CIA, cuando se le critica a la Administración Bush,
el haber mentido tan aviesamente.

En nombre del anti-terrorismo, Bush ha querido resolver el problema del
déficit norteamericano, el de la inmigración, desempleo, la desconfianza
hacia el ALCA, el total control sobre el petróleo, el dinero negro y el
dinero producto del narcotráfico, y básicamente el de la seguridad del
estado de Israel.

Así pues, más de mil millones de personas en el mundo se sienten
aterrorizadas por la política de Bush, porque defender una causa justa en
el Tercer Mundo de inmediato pone en alerta a los enfermos mentales de la
Casa Blanca y del estado de Israel. La cacería de brujas de Joseph
McCarthy resulta un vulgar juego de niños si se lo compara con la guerra
mundial anti-terrorista de Bush.

La “guerra santa” de Bush ha puesto en pie de combate a los mandatarios de
medio mundo, entre ellos a Toni Blair, José María Aznar, Álvaro Uribe, en
un proyecto dominador del planeta. Pobres soldados centroamericanos, que
son los que están muriendo en Irak. Extrañamente para los EE UU, no son
terroristas las autodefensas de Colombia, los mercenarios que ellos mismos
llevan a pelear a Irak. Como tampoco los asesinos que dirigen la
Coordinadora Democrática en Venezuela. Cualquier izquierdista en los
países llamados “subdesarrollados” puede ser catalogado de terrorista, no
así sus torturadores, sus explotadores. EE UU no dijo absolutamente nada
en contra de los terroristas de la oposición que en Venezuela asediaron a
la embajada de Cuba (el 12 de abril de 2002), cuando la jauría demente de
los golpistas salió a agredir salvajemente a dirigentes chapistas en el
corto mandato de Pedro Carmona Estanga, y con sus cuerpos represivos
dispararon sin compasión contra el pueblo. Cuando eliminaron a todos los
poderes públicos. Cuando luego, mantuvieron en estado de pánico al país
diciendo que unos buques que habían sido secuestrados iban a estallar en
el Lago de Maracaibo. Nada hemos escuchado de la Casa Blanca contra esa
guerra a muerte que han mantenido durante dos años los medios de
comunicación contra la salud mental del pueblo venezolano. Porque esa
guerra a muerte ha sido tan criminal y devastadora como la emprendida
contra Irak. Dice el escritor Pascual Serrano: “No estoy de acuerdo en que
un preso condenado de terrorismo tenga que estar encarcelado a miles de
kilómetros de su familia. Pienso que luchar contra el terrorismo no es
buscar que una madre tenga que recorrer esa distancia para ver a su hijo
en prisión. Por eso, también me dicen que soy amigo y cómplice de los
terroristas. Mientras intentan convencer al mundo de que grupos como los
citados son terroristas y que quienes compartimos sus causas también lo
somos, en nombre de la lucha contra el terrorismo los poderosos mantienen
a más de seiscientas personas en un campo de concentración en la base
militar de Guantánamo sin abogado ni derechos ni legislación alguna.

Invaden países, bombardean poblaciones, disparan contra familias que no
paran en un control de carretera o engrilletan a niños aterrorizados. Los
que proclaman la democracia y la lucha antiterrorista mantienen un bloqueo
a un país cuyo gobierno no les gusta a pesar de que están en contra 179
países del mundo y sólo tres a favor, EE UU, Israel y las islas Marshall,
tal y como se pudo ver en la última votación de la Asamblea de las
Naciones Unidas. Los “antiterroristas” instigaron -y lo siguen haciendo-
un golpe de Estado en Venezuela porque su presidente quería que el
petróleo fuese de los venezolanos y no de las empresas extranjeras”.

“Por último, un gobierno que se dice antiterrorista y democrático invitará
y agasajará con el dinero de su pueblo a decenas de dictadores, genocidas
y déspotas con el motivo de la boda de un tipo que se convertirá en el
jefe del Estado por la única razón de que se apellida Borbón”.


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

 jsantroz@gmail.com      @jsantroz

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