La burguesía en su nuevo reacomodo

El socialismo se expande vertiginosamente en algunas universidades privadas

De visita en Caracas -algunos días después de un receso hogareño compartido- bien de mañana decido darme una vuelta en bus para distraer los malabarismo de la noche pasada por la tv del estado y las malas noticias del día -la tv privada no me atrae, ni llena mi tiempo ocioso- pues los malos programas que ellas reciclan son vulgares y cansones y no complementan el vacío que  acogota mi espíritu y, entonces lo mejor para rememorar etapas pasadas es observar lo momentáneo, la interacción de la gente en lo cotidiano, por lo que lo más indicado y necesario para su logro es: recorrer calles y avenidas que dimensionen  lo que una vez fue realidad rutinaria. Y así desplumamos dos pájaros de una vez.

Compartir las pequeñas cosas de la vida dentro de un colectivo vial, te obligan a captar como un flash, lo que se va desarrollando en tu presencia y guste o no, hay que vivir esos ratos en la dinámica de entrar y salir de pasajeros, todos con una misión enrumbada o preconcebida, y eso te da ánimo para seguir adelante en tu paseo matutino.

Sorpresas te da la vida, dice la letra de una canción, y, algo inesperado se presenta a la vista del que tiene ojos para ver y quiere ver, para otros quizás: el pan de cada día, por lo tanto, carece de emoción para distraerse oteando algo que para él no existe, pero que está ahí frente a todos.

Cola de automóviles, nada de raro en esta ciudad que duerme y sueña dentro de una cola y en una autopista bien transitada como es la Francisco Fajardo, (ese fulano les recuerda algo y sobre todo en este mes de octubre), posiblemente sí para los no desmemoriados. Sigamos con lo nuestro que casi llegamos y, poco a poco con la experiencia del conductor que nos traslada buscando salirse del embotellamiento, observamos con atención lo que ocurre en la vía que ahora estamos entrando a  El Paraíso por Montalbán y la panorámica es excelente, pero, porqué tantos carros grandes y pequeños y de variados modelos y colores y, ni uno viejo, todos buscando por donde entrar al mismo sitio. ¡Madre mía!, es la expresión que brota en la memoria como una luz intermitente, ¿será que bajaron los cerrícolas por el drenaje de las lluvias que en estos días maltrataron a la capital en particular? O es buena parte del socialismo del SXXI en plena acción, todos en igualdad de condiciones, pues no, nada de eso, estimados amigos, sino los hijitos de papá y mamá que vienen del este a estudiar en la UCAB  a liderizarse o a emular a yon Goicoechea antes de culminar la carrera y a la obtención de un título que les dé  la facilidad al billete que vendrá después. Aunque las notas no reflejen lo que se paga por estudiar en esa universidad y como en ella no hay espacio para avionetas y helicópteros lo hacen en sus cómodos carrotes y con toda la razón del mundo gozan del derecho a criticar a este  gobierno comunista que está acabando con su propiedad privada, y que ellos no pueden  trasladarse en bicicletas, burros o caballos en remembranza de lo pasado como si estuvieran en Sabaneta de Barinas y que la consigna que nuestro país cada día se está cayendo a pedazos y que mejor se vivía en la IVR, les da la facultad que tienen para odiarnos, porque el presidente Chávez acabó con sus privilegios, ese malvado dictador, que los tiene pasando hambre y les cobra bien caro la gasolina para tratar a que sus pobres hijos se muevan a paticas por toda la autopista hasta llegar a la UCAB, al no poder llevársela para allá que sería lo deseado y además padecen como complemento, de información veraz y oportuna, ni tienen libertad de expresión para desembuchar libremente las ideas en sus medios privados.

Pasado todo ese murmullo y tráfico vehicular nos bajamos en la redoma de La India y pateamos toda La Avenida Páez de El Paraíso acompañados de una rica brisa mañanera. Observando y disfrutando el desplazamiento de ir y venir de los viandantes hasta llegar a La Avenida Baralt, para finalmente caer a El Capitolio, donde se supone que están los burócratas representantes del pueblo venezolano y poco a poco recompensarnos del maratón-ajetreo con el arrullar de las palomas en La Plaza Bolívar y luego tomar el metro que nos aleje de la desproporción de las formas y maneras del agite socioeconómico en que están atrapados los caraqueños y como yo fui parte de eso me conformo con mirar, aunque Caracas sigue siendo : “La reina de mis amores”.



estebanrr2008@hotmail.com




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Esteban Rojas


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