Y porque no olvido

Soy un “enfermizo “anticomunista” porque ataco a Teochoro y a Pompeyo

Aquí el único que escribió desgarrados artículos contra Luis Miquilena desde 1998 hasta 2002, fui yo. No hubo un solo “comunista” que lo hiciera. Y porque lo atacaba, allanaron un periódico e intentaron una demanda contra mi persona. Un día estaba en Caracas y me conseguí en el MES a Samuel Moncada, y lo primero que me dijo al verme fue: “Qué guerra más arrecha le has plantado a Miquilena”. Así fue. ¿Y los “comunistas” venezolanos? Pues callados, despistados, sospechando de quienes critican a Petkoff y compañía, para luego sacar ese podrido cuchillo de papel y salir a exclamar: “coño, Sant Roz, cállate, deja de ofender; tú no eres más que un enfermizo anticomunista”.

Soy, pues “anticomunista” no por mi posición humana ante la vida, sino, insisto, por ponerme a criticar a Pompeyo Márquez y a su carnal Petkoff, que es lo único que yo he hecho en mis artículos. Es decir, por ejemplo, que aquí hubo unos miserables camaradas (no hay otra manera de llamarlos) que salieron a defender a CAP cuando lo acusaron de ser agente de la CIA. Díganme carajo, si eso es o no cierto. El único que tuvo cojones de decir desde la década de los setenta que Petkoff y Pompeyo trabajaban para la CIA y eran adecos vendidos a la política criminal y represiva de Gonzalo Barrios fue Argenis Rodríguez. No lo dijo Guillermo garcía Ponce; no lo dijo José Vicente Rangel ni Domingo Alberto Rangel, como tampoco Douglas Bravo o Francisco Prada. Nada de eso, señores. En aquella época, salieron unos camaradas a amenazar de muerte a Argenis por decir esas cosas, y entonces lo odiaban a muerte, y decían que era de derecha, que era un soplón. Lo atacaban todos los supremos izquierdistas que luego los vimos concentrarse en la Plaza de Altamira y pregonar que Chávez es un dictador y un asesino.

Invito a los camaradas que me atacan a que lean con cuidado mis artículos, que están todos muy bien documentados. Yo los invito a que no me condenen con estupideces, sin analizar con sinceridad y juicio crítico los hechos allí expuestos. Que me digan qué invento, que es mentira, dónde esta la falsedad de lo que expreso. Analicemos por ejemplo, lo que aquí acontecía en 1977. En 1977 se estaba produciendo una gran desintegración moral en la izquierda venezolana, y Carlos Andrés Pérez estaba en Miraflores lleno de poder, con una alta popularidad y contaba con fuerte apoyo de la comunidad internacional para todos sus locos planes. El sensualismo pragmático y la tecnocracia habían penetrado todos los estratos de la política nacional. Casi nadie hablaba de defender la soberanía nacional ni de luchar contra ningún imperialismo porque las adversidades impuestas desde el exterior se levantaban devastadoras contra los pueblos, de modo que más bien lo que había en la palúdica izquierda era un espíritu de tranzarse a toda con la derecha; buscar acuerdos con los mayordomos del Estado y con los jefes supremos de la economía nacional, los empresarios. Fue entonces cuando ante nuestros ojos vimos desfilar al lado de Carlos Andrés Pérez a Teodoro Petkofff, a Américo Martín, José Ignacio Cabrujas, Adriano González León y muchos otros representantes de la izquierda venezolana. Todos metidos en un gran sarao con adecos y copeyanos. Ya no había enemigos en el frente, Venezuela era una fiesta, una gran carnavalada.

Es cuando Argenis publica aquel artículo: “Los guerrilleros de Miraflores”, acompañado de una foto donde aparecen Petkofff y Américo Martín en cordial conversación con Carlos Andrés Pérez. Argenis se pregunta: ¿qué pensarán los guerrilleros o los ex guerrilleros que están presos o muertos? ¿Qué pensarán los familiares de esos guerrilleros, cuando vean a Pompeyo Márquez y a Teodoro Petkofff entrar en Miraflores, entrar en La Casona, invitados especiales del Presidente de la República? “Entran Petkofff y Pompeyo a palacio y saludan al Presidente, a los ministros, a los guardias, a los jefes de la policía represiva, a la los jefes de la Disip, a la Primera Dama. Van a estos lugares y comen discretamente. Se van. Vuelven…”.

Por decir estas cosas, unas personas confundidas dicen que yo padezco de un enfermizo anticomunismo. Es decir, que si yo callara estas cosas, y dijera que todo lo que hizo el PCV en el pasado fue bueno, entonces no sería un enfermizo anticomunista. No dejo de preguntarme, ante este tipo de argumentos, qué realmente hubiera pasado aquí si esos “comunistas” cerrados y tozudos hubiesen tomado aquí el poder.

Para Argenis aquellos representantes de la izquierda, tenían que ir a Miraflores a respaldar la política de Pérez, para ir tomándole el pulso al poder para cuando a ellos les tocase ser los jefes supremos, porque ya el patriarca Gonzalo Barrios los había recomendado ante la CIA. En ocasiones uno llega a pensar que Petkoff y Pompeyo en algún momento consideraron abanderarse con Chávez por pura demagogia, como lo hizo Alfredo Peña, pero la conciencia les estallaba cada vez que se les acercaba el comandante, cada vez que les hablaba de la soberanía de la patria, de su independencia económica y de la lucha que era imprescindible emprender contra los colonizadores norteamericanos. La farsa los destrozaba y prefirieron descubrirse tal cual son, tal cual habían sido siempre: agentes de la CIA. Por eso comenzaron a marchar con la derecha a la que siempre le habían servido. Por eso salieron en defensa de las posiciones golpistas de los que arrasaron con la Constitución Bolivariana el 11-A.

En aquellos años del primer reinado de CAP, Teodoro, Américo Martín y Pompeyo se hicieron con todos los reconocimientos y condecoraciones que entregaban en pomposos actos oficiales, la Presidencia de la República, la Gobernación de Caracas y las llamadas Fuerzas Vivas del país. Argenis recordaba en su artículo “Los guerrilleros de Miraflores”, que estos señores estaban frecuentemente en palacio dándoles la mano al ex ministro de Relaciones Interiores que los había hecho preso, cuando anduvieron sosteniendo con obcecado delirio de que la guerra contra los adecos sería larga, una guerra de guerrillas que destruiría al ejército, a la policía y a esas fuerzas vivas que ahora los vivía condecorando. Y viendo esas escenas recogidas en centenares de fotografías, Teodoro y CAP abrazándose, Pompeyo y CAP abrazándose, brindando con champaña o güisqui, Argenis no se dejaba de preguntar qué podían pensar los guerrillero que por órdenes de Petkoff obedecieron la consigna de asesinar un policía diariamente, o los que se fueron al monte y tuvieron que matar por allá a algún militar. ¿Y al mismo tiempo qué podían pensar los hijos o los esposos de aquellos policías asesinados por tan horrible orden? ¿Qué podía pensar toda aquella generación traicionada que se fue al monte, y que luego acabó en las cárceles, o terminó haciéndose delincuente para poder sobrevivir en un país sin justicia?

Cuando Argenis escribía estas cosas, yo he pensado que Pompeyo y Teodoro en su espantosa manera de ver la vida, en su especioso y degenerado cinismo, al leerlas se reían. Seguramente, con ese espantoso cinismo, digo, con que siempre actuaron, pensaban que Argenis estaba dolido porque a él no se le invitaba a palacio, porque a él no lo condecoraban ni lo llenaban de reconocimientos. Así como este par de traidores jamás entendieron de política, ni de justicia ni de cultura ni de valor para defender al pueblo, tampoco podían entender a un escritor como Argenis, que acabaría como siempre había vivido, en la más extrema pobreza, que jamás tuvo una casa ni se preocupó ni siquiera por aprender a conducir un carro (que tampoco tuvo uno), y que se fue de este mundo por sus propias manos. Argenis lo único que atesoró fue libros.

De modo que aquellos “revolucionarios” que se fugaban de todas las cárceles, ahora celebraban con sus carceleros en Miraflores. Aquellos “revolucionarios” que mandaron a secuestrar aviones y a notables deportistas y políticos, chocaban ahora sus copas con los que asesinaban al pueblo y se vendían a Rockefeller. Aquellos “revolucionarios” que se cansaron de mandar jóvenes a la guerrilla, pero que ellos nunca tuvieron el valor de hacerlo, se chanceaban con CAP y tomaban las invitaciones que este les entregaba para que lo acompañaran en saraos con la barragana de turno. De aquellos grupos quedaron algunos que ahora tienen el tupé de llamarme antincomunista porque recuerdo aquellas miserias y las critico.



ZAMORA Y LA CASTA DE TRAIDORES QUE LO MATARON

Pero Argenis no se quedaba sólo con el presente y hurgaba tratando de entender por qué estas cosas nos pasaban a nosotros los venezolanos. Había una casta de traidores, y esa casta estaba siendo alimentada por una oleada de extranjeros que entraron a principio de siglo. Petkoff provenía de una de esas oleadas. Hundido entre millares de libros de docenas de biblioteca, Argenis vivía rastreaba nuestros antepasados, y un día se topó con varios documentos en los que encontró explicaciones y motivos que darían para numerosos libros. En 1976 escribió un artículo titulado “Raza de traidores”, que lo une con su presente, en el momento cuando está saliendo a la calle “Escrito con Odio”.

El tema de Ezequiel Zamora le ha interesado mucho a los Rodríguez: Argenis, Adolfo y José. Adolfo escribió la obra “Ezequiel Zamora” que recibió un premio por la publicación de la vida de este prócer, en un concurso que fue promovido por el Ministerio de Educación con motivo de la conmemoración de los 160 años de su nacimiento, el 1º de febrero de 1977.

En febrero de 1977, Argenis refiere lo siguiente: “En los días de junio de 1846, Ezequiel Zamora fue acusado de conspirador por el señor Pedro Boffil, empresario catalán, constructor de caminos y por supuesto un tipo de grandes privilegios electorales.

“Es el años de las elecciones cantorales y Ezequiel Zamora es candidato a elector por el Partido Liberal.

“A Zamora le están haciendo la vida imposible y dice que el jefe político “le mira mal”.

Zamora tiene arrastre en los Valles del Tuy, es dueño de una pulpería en Villa de Cura. Allí lee los papeles diario que le llegan de Caracas y que hablan de Guzmán. A Zamora comienzan a tenerle miedo porque le está disputando el poder político a los oligarcas y a los detentadores de esclavos y traficantes amparados en la ley del 10 de abril… Por los lados del Tuy hay partidas armadas que merodean por los pueblos y que una u otra vez descienden y asaltan cuanta casa se les ponga en el camino.

“Seguramente Zamora no aspiraba a gran cosa en la vida, pero Pedro Boffil, el jefe político de Villa de Cura lo ataca y lo acusa apoyado por una junta de notables compuesta de los más miserables esbirros de Boffil, cuales son, un tal Ignacio Celis que se conoce en Caracas bajo el apodo de Nicolás Ovalles, deudores y asalariados del empecinado catalán que tiraniza a los hombres libres de aquel lugar. Se propone Boffil, nada menos que impedir la inclusión de más de 800 ciudadanos en la lista de sufragio. Boffil con sus esbirros, maltrata a los jóvenes que se le oponen, apoyado como digo por Nicolás Ovalles y otro tipo de nombre Cuervo, de quienes el periódico El Laberinto del 8 de julio de 1846, dice: Es que Ovalles y Cuervo son y siempre lo han sido, esclavos del dinero.

“… Ese esbirro sediento de dinero que se llama Nicolás Ovalles viene siendo tío político del “poeta” Caupolicán Ovalles, de modo que en eso de las delaciones es cuestión de cuna en los Ovalles, y lo aclaro suficientemente en mi libro “Escrito con Odio.

“Nicolás Ovalles casó con Soledad Landaeta, una señora de Valencia. Tuvo como hijos a Joaquín, Manuel y Juan José, y como hija a Trinidad. Este personaje tratado en varios periódicos de la época como esbirro y guardaespalda de Pedro Boffil hacía todo aquello por dinero, murió a los 88 años de edad.

“Hay abundante correspondencia en manos del historiador Carlos Edsel sobre Víctor Manuel Ovalles, el padre de Caupolicán, alías el Globo. Víctor Manuel era de los que le pedían dinero a Juan Vicente Gómez, llamándole Benemérito…

“Así que uno de los que entrega a Zamora tiene un nieto que ha traficado con las mismas porquerías, ¡y Dios en su infinita misericordia, no me salvó de esta familia nefasta!”.

DECÍA EL POETA Alí Lameda: “¿quién aquí hoy no es de derecha? ¿Dónde están los comunistas? ¿Dónde los masistas, ex dirigentes de la violencia? Pues ahí, transados, vendidos. Lo vendieron todo y ahora han puesto los despojos en pública subasta. ¿Quién es Petkoff en “Escrito con Odio” sino un símbolo de la claudicación, de la entrega, un tigre de papel, una etiqueta de lo que no debe imitarse? Lo mismo Pompeyo Márquez. Qué más se puede narrar en Venezuela. Larra vio un cementerio en Madrid. Argenis ha visto desechos deambulando por los caminos de Venezuela: Pudrición, reblandecimientos mentales. Traiciones y negocios sucios. Negocios con la sangre de los jóvenes que tenían ideales de libertad y progreso. Negocio entre asesinos. ¿Qué más? Todo esto justifican las 241 páginas de “Escrito con Odio”. Mientras tanto quedamos a la espera del cuarto volumen. Y que siga Argenis porque aquí nadie quiere contar nada. Aquí todo el mundo evade el bulto. Todos están invocando al olvido para hacerse perdonar. Y eso es precisamente lo que Argenis no quiere: que nada se olvide. Olvidar sería otra traición a la historia, a la patria.”


jsantroz@gmail.com


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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