Andrés Bello y la educación popular

1º.diciembre/2003 - Venezuela - En estos días se está conmemorando un nuevo aniversario del natalicio de Andrés Bello, otra genialidad latinoamericana venezolana, quien nació en Caracas el 29 de noviembre de 1781.

Alcanza una longeva existencia que se prolonga hasta 1865, la cual se divide en tres instancias marcadas por el destino: la primera, configurada por la formación caraqueña, desde que nace hasta 1810, cuando ya como luchador por la república emprende un viaje a Londres, integrando una comisión junto a su discípulo Simón Bolívar y López Méndez con el objeto de solicitar la ayuda del gobierno inglés en el enfrentamiento que la colonia sostenía con la corona española.

Lamentablemente, no tienen éxito en el apoyo solicitado, retornando al continente los compañeros de misión, mientras el joven intelectual decide permanecer en la capital inglesa, perfeccionándose en sus estudios que abarcaron una multiplicidad de conocimientos. Esta etapa se prolongará hasta 1829, cuando cansado de esperar el aporte económico para el retorno a la amada Caracas acepta la invitación del gobierno de Chile a fin de incorporarse en una república hermana que recién está saliendo de una anarquía y de un periodo convulsivo, que se conoció con el nombre de "La Guerra a muerte".

Aquí Bello llega al cenit de su existencia, escribiendo, formando discípulos, fundando la Universidad de Chile y realizando disímiles quehaceres, que lo convierten en uno de los grandes sabios intelectuales del continente.

En esta oportunidad nos vamos a referir específicamente a las ideas que planteó Bello en torno a la Educación Popular, en un ensayo publicado por primera vez en el diario "El Araucano" de Santiago de Chile, los días 10 y 17 de marzo de 1843. En primer término visualiza la realidad del entorno y manifiesta que por esa época se observa una alarma por "la universal difusión de los conocimientos", a lo cual se agrega la actitud de la prensa, que no comparte la posibilidad que se generalice la educación. Indica que se constata que hay "una actitud de hostilidad contra este objeto".

Sin embargo, Bello estima que tal proceso educativo avanza y no es posible que se detenga: "Hay en la gran masa social un movimiento que barrerá con todos los obstáculos que se le opongan". Sostiene que la "educación del pueblo" se hace evidente desarrollarla, precisando que su avance se debe, fundamentalmente, a que la presencia de la tiranía movió "a los hombres a meditar sobre sus derechos". Asimismo, dada la curiosidad y el amor a las especulaciones, impulsó al hombre a "entrar en el vasto campo de las Ciencias y la Filosofía". Y en tercera instancia, manifiesta que "el gusto y el desarrollo de la imaginación han enriquecido las artes y la literatura". Critica, no obstante, que la única ausencia observada hasta esa época es la carencia de una significativa producción bibliográfica educativa, no registrándose "lectores ni escritores en esta área".

Luego, el educador de América comienza a plantear sus particulares ideas con respecto a cómo debiera ser el proceso de enseñanza-aprendizaje. Afirma "que la instrucción popular sea inteligible, que los niños entiendan lo que aprendan". Señala que a veces hasta tres años de estudios en la enseñanza del primer nivel se pierden, porque los educandos han estudiado lo que no entienden. Y alude en forma específica a una actividad de su preferencia, la Gramática. Enfatiza que es una ciencia demasiado compleja para mentalidades de infantes y juveniles: "Esta ciencia es una de las más abstractas y profundas. Envuelve un análisis de pensamiento, y exige un delicado escrutinio y comparación de las ideas".

En este plano, Bello tempranamente en el siglo XIX y con la autoridad que le dan sus estudios gramaticales y filológicos, orienta el proceso de la enseñanza de la lengua materna, indicando que el infante en sus primeros estudios y a lo largo de los diversos niveles de la enseñanza debe hablar "su lengua correcta o incorrectamente". Y sobre esa base, se irán derivando las correcciones gramaticales que "los inteligentes instructores" deben orientar. Y cuando se haya alcanzado un nivel más complejo, donde intervengan la lectura, la composición y la reflexión, solamente ahí surgirá la Gramática en todo su apogeo, pero "no con una descarnada retahíla de reglas, sino la ciencia del lenguaje".

En relación con el planteamiento anterior, quisiéramos compartir estas ideas de Bello en la enseñanza del idioma, que parece algo lógico y natural, pero que a lo largo de ciento cincuenta años no se ha cumplido cabalmente y quizás sea por la presencia de burócratas vinculados con el área educativa, que tanto predominan en los ministerios de educación, gobernaciones o alcaldías del continente; hasta el día de hoy, comprobamos cómo se les atiborra a los niños de nueve a doce años de conceptos y abstracciones gramaticales y se deja de lado lo fundamental, como es el hablar, el escribir y el leer correctamente, criterio que también compartió y planteó un paisano de Bello, el itinerante Simón Rodríguez, contemporáneo y vecino de la Caracas colonial, en la infancia y adolescencia. A lo anterior, se agregan deficiencias en la formación de los educadores, carentes a veces de metodologías específicas y a la aplicación de programas, que a como dé lugar deben ser tratados, muchos de los cuales por ser elaborados por teóricos entre cuatro paredes y sin participación del docente de aula, se observan muy divorciados de la realidad.

Reitera Bello en el mal uso de esa metodología de la enseñanza tendiente a propiciar la adquisición del conocimiento, recitando o reteniendo conceptos nemotécnicos, sin comprender el significado y las ideas de que son portadores los textos que se van asimilando. Andrés Bello es terminante y acerbamente cuestionador cuando expresa: "palabras que no enseñan ni significan para él cosa alguna, le son naturalmente ingratas y deben serlo. Es y debe ser una cosa desapacible y repugnante encomendarlas a la memoria y recitarlas aunque se haga con facilidad y despejo. Esa atención a palabras cuyo sentido no se percibe, engendra además un hábito de vaguedad y confusión; la facultad de juzgar se embota, el alma se acostumbra a contentarse con meros sonidos, y cae en una especie de negligencia, que es casi una prostitución moral. No puede haber disposición más perniciosa: es funesta para la adquisición de sólidos conocimientos, pervierte el sano juicio aún en las cosas prácticas, es una injuria a las más nobles facultades del alma y una traición a la conciencia. Nuestra natural indolencia hace que nos contentemos con nociones vagas y superficiales; y a esta propensión juntamos la influencia de una educación descuidada. Y lo peor es que nada engríe y ensoberbece tanto, como una instrucción mal digerida. Nadie más pagado de sí mismo, que el verboso recitador de palabras y frases que no comprende".

Enseguida, se refiere a vicios negativos, no desterrados en los centros de enseñanza de niños y jóvenes del continente: Por ejemplo, que el estudiante dentro del aula debe tener más libertad y constituirse en un ente participativo. La sala de clases debe ser más excitante, que estimule y no fastidie el quehacer que va a desarrollar el educando. Definitivamente hay que dejar de lado, dice Bello, la "enseñanza árida y fastidiosa". Critica el educador americano las metodologías utilizadas en las disciplinas de Aritmética, Geografía e Historia. De la primera, señala que se enseñan tantas reglas, "¿...siendo tan pocas las que tal vez tendremos necesidad de aplicar, y las que se comprenden en sus principios, esto es, las que es capaz de demostrar el alumno?".

En el caso de la Geografía se hace necesario incorporar en la sala de clases "a los caudalosos ríos y de impetuosas cataratas de verde y cultivados campos, de majestuosas selvas y montes; de reinos florecientes y de ciudades espléndidas". De esta suerte, Bello critica las mensuras geométricas, "la lista de longitudes y latitudes; de alturas y distancias; de poblaciones y productos". La Historia, precisa, debe dejar de lado el fastidio de "una colección de hechos desnudos, que pueden repetirse de corrido en un examen y conservarse en la memoria hasta el día siguiente". La Historia, desde su óptica, debe ofrecer a nuestra vista "como en un vasto teatro, grandiosas escenas en que figuran los hombres y los pueblos; en cuanto desenvuelve los ocultos resortes de la conducta humana, rastrea las causas, expone las consecuencias, pinta los caracteres de los personajes, y sazona de cuando en cuando su narrativa con los divertidos pormenores que pertenecen a la biografía, despertando y avivando por todos estos medios los sentimientos morales de nuestra naturaleza".

Por otra parte, Bello señala que es conveniente otorgar la importancia que corresponde al estudio de la Naturaleza. Para ello, se hace necesario incorporar los estudios de Historia Natural, Química, Física y Astronomía.

Finaliza este artículo reiterando que los niños estudien lo que les conviene."Que principien bien, que no depositen en la memoria, sino aquello que entienden, que se interesen en lo que se les enseña; que orienten el estímulo de la curiosidad, que el amor a la instrucción despierte y ensanche sus facultades mentales. De este modo, veríamos levantarse una nueva generación".

Al recordarse el 222 aniversario del natalicio de este insigne maestro de América, considerado como "El Libertador Intelectual" del continente, creemos que aún estamos en deuda con sus ideas. Primero, porque para muchos latinoamericanos es desconocido. Como decía el contemporáneo, sustentador y hacedor de ideas similares, Simón Rodríguez, por ese afán de "imitar servilmente" a lo que siempre ha destellado desde los centros de los imperios, sea europeo; luego, norteamericano y quizás en el futuro asiático, hemos dejado de lado a nuestros polígrafos, pensadores, maestros y hombres de elevada estatura intelectual, porque en los estudios pedagógicos, históricos, literarios o artísticos, en general siempre se ha mirado a la otredad, no hemos penetrado en nuestras profundidades. Por ejemplo: ¿Cuántos escritores y filósofos, en un mundo de subdesarrollo, donde se necesitan sus reflexiones, se evaden y se encierran en "torres de marfil?" Lo mismo ocurre en el área educativa, cuando los "indianos" -apelativo que nos enorgullece- concurren a las más meritorias universidades de uno u otro continente desarrollado y retornan, queriendo aplicar metodologías con infantes, como si fueran aquellos, de realidades otras, no adaptándose a la nuestra, donde las edades se trastocan rápidamente por perturbaciones sociales, económicas o políticas y vemos por las calles de nuestras ciudades a niños-adultos que no van o se han escapado de las escuelas, demandando una limosna, vagabundeando o simplemente trabajando para contribuir con un aporte económico para sus padres que no están en capacidad de mandarlos a los establecimientos educacionales de la región.

Creemos que el gran valor de Bello fue que no se evadió de su realidad circundante. La enfrentó, como ser latinoamericano, especialmente tanto en Caracas como en Santiago. A pesar de que su preocupación estuvo centrada en la creación y dirección de una Universidad, quehaceres académicos, investigaciones diversas y responsabilidades políticas y de Estado, ocupando elevados status, sobre todo en Chile, nunca se olvidó del destino educativo de esa gran masa que empezaba a visualizarse en esa época y que en la actualidad ha colapsado a las instituciones educativas, las que en un gran porcentaje han periclitado por la ineficiencia de ciertos gobiernos, que no han sabido concretar las ideas que postulaba Bolívar, discípulo igualmente de Bello en la infancia, en orden a entregarles la educación necesaria y han posibilitado la irrupción de tantos "mercaderes" de la educación, que han venido profitando, indudablemente en un afán comercial, con un sentido más económico que humano, satisfaciendo como ha ocurrido en uno y otro siglo, las necesidades de las elites, detentadoras de los bienes económicos de una sociedad aún segregacionista y desigual.

* Educador.




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