Los pontifices del tercer tren

A un amigo que me habló del “tercer tren” en Venezuela le expliqué que el problema es que ese tren sólo tiene pasajeros. En Venezuela hay en la actualidad solamente dos trenes, con su máquina, sus vagones, sus rieles, su combustible, sus estaciones. Ambos avanzan por la misma vía y en sentido contrario, y anuncian permanentemente la colisión, que puede ser más o menos fuerte según como llegue cada uno al sitio de impacto. En los momentos decisivos de la historia, siempre al final hay sólo dos trenes y los pasajeros que no abordan uno de ellos se quedan simplemente varados en la estación del olvido y la ineficacia. En general, los “terceristas” suelen estar en el fondo con uno de los dos bandos en pugna y terminan favoreciendo a alguno de ellos. Su posición aséptica, perdonavidas y un tanto prepotente, como mirando a los otros desde arriba, cual divinidad oteando a los simples mortales, suele ocultar un espíritu profundamente conservador y aliado de lo viejo. Sin embargo esperan hacerse querer por todos y montarse después del choque en lo que quede del tren que más les convenga, luego de pasar de puntillas por encima de los cadáveres, desechando toda responsabilidad. En el caso de Venezuela, los terceristas cubren con celo su verdadero corazoncito antichavista (que manifiestan a veces con una palabrita suelta o con un conceptico dejado aquí o allá o con algún ataque de sinceridad en medio de una borrachera).

A lo largo de la historia de la división entre los hombres, los terceristas han terminado siendo siempre buenos para nada. Como el destino social se decide inevitablemente en los pantanos de la lucha por el poder político, los terceristas pasan por la historia como sordomudos, a no ser que tengan el coraje de asumir su verdadera posición conservadora de lo viejo, cosa que sería siempre más respetable. El tercerismo venezolano es una manifestación intelectual y un tanto refinada del pasado. Es un sector políticamente hipócrita, en tanto endosa realmente al antichavismo, y que quiere dejar las cosas en manos de los otros, disfrazando su irresponsabilidad con una equidistancia tan falsa como imposible. Perdonen lo escatológico, pero les pido a esos profesores que se introduzcan su tercerismo en algún lugar donde no llegue la luz.


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Néstor Francia


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