Y el brazo ejecutor del crimen: José María Obando

Perversiones morales-religiosas que influyeron en el asesinato del Mariscal Sucre

"Lo histórico es el infierno"

KARLHEINZ DESCHNER

El gozo por el espectáculo de los derramamientos de sangre, ya fuera de animales o de hombres introducía elementos funestos en la personalidad de los indígenas de Pasto, donde mataron a Sucre. Quedábanse éstos indios ensimismados tomando parte en las actividades de castración de bestias, perros y cochinos. La castración iba a constituir un simbolismo que incorporarían de modo extraño en sus nuevos ritos, al lado mismo de los dioses que traían los europeos. El despojar de los genitales a un enemigo, a cualquier ser incluso muerto, llegaría a representar un acto religioso dentro de las formas de ofrendar a los dioses una victoria o un castigo. Se fue gestando junto con esto toda una manera de disfrutar el muerto, de gozar la insania del castigo decorándole en alguna parte del cuerpo (en la cabeza, la boca o el pecho) con los genitales desprendidos, para que los otros pudiesen apreciar la morbosa “ingeniosidad” del criminal que los cometía. Toda una cultura con sus leyes, su ética y un estilo: la escabrosa satisfacción de jugar con la sangre y las mutilaciones. Un residuo moral que se arrastrará durante más de un siglos de guerras fratricidas Sin duda ninguna que estas técnicas fueron traídas de Europa.

Cuando se propagó la guerra de Independencia, estas prácticas adquirieron una refinación espantosa: se acuchillaba al enemigo y se le mutilaba para evitar que fuese reconocido; procuraban precipitar con ello, la descomposición de los cadáveres. Ya entonces la castración en las víctimas se ejecutaba con rezos y plegarias, profiriéndose diabólicos espasmos mezclados con singulares abjuraciones en las jergas de sus lenguas autóctonas o mezcladas con las del español.

Cuando Simón Bolívar conoció de cerca la condición de estos grupos humanos, sintió la necesidad de crear leyes que morigeraran sus costumbres. Pero no había modo de sentar orden alguno en este sentido en medio de una pertinaz guerra y en un Estado en las últimas, sin las elementales bases morales (como la exigida por Europa y que llegó terriblemente deformada por el invasor) que permitieran incorporarlos a una sociedad equilibrada y justa. El conflicto de intereses desarrollado por la cultura occidental introducía elementos contradictorios tremendos que en lugar de suavizar las diferencias las complicaban. Esto fue previsto también por el Libertador, quien cruzándose de brazo, horrorizado, llegó a exclamar: "La influencia de la civilización indigesta a nuestro pueblo, de modo que lo que debe nutrirnos nos arruina".

En medio de la guerra, el recurso para controlar la despiadada reacción de los pastusos contra el ejército Libertador, fue el uso de la fuerza. Iba a oponerse a la bestialidad, la bestialidad misma, y las consecuencias de este enfrentamiento serían horribles, tanto que la estabilidad de la República dependió por muchas décadas del humor de estos grupos indígenas.

Después de la Batalla de Bomboná, cuando Bolívar palpó el desenfrenado ardor de esta raza, y procurando evitar que los niños fueran envenenados por el odio enfermizo y criminal que les había infundido el contacto con los españoles, dijo(2) :

Los pastusos deben ser aniquilados y sus mujeres e hijos transplantados a otra parte dando a aquel país a una colonia militar. De otro modo Colombia se acordará de los pastusos cuando haya el menor alboroto y embarazo aun cuando sea de aquí a cien años, porque jamás se olvidarán de nuestros estragos aunque bien merecidos.

Predicción que se cumplió de modo exacto y fatal para Colombia.

Cincuenta años después de estas palabras, el escritor granadino José María Samper, entonces miembro muy distinguido del partido Liberal, describió a estos grupos en los siguientes términos(3) :

El indio pastuso de raza probablemente quichue... es un salvaje sedentario, bautizado, que habla español (aunque con provincialismos) y cree que el mundo está todo en sus montañas, sus pueblos y cortijos y sus fiestas parroquiales. Pequeño de cuerpo y rechoncho, de color bronceado más bien que cobrizo, con la mirada estúpida y concentrada, malicioso, astuto, desconfiado, y a veces pérfido, indolente en la moral, pero laborioso y sufrido, fanático y supersticioso en extremo, el indio pastuso es fácil de manejar por medios clericales como indomable una vez que se ha declarado en rebelión...

El indio pastuso tiene su cortijo para trabajar y vivir, pero dentro de la casa se halla infaliblemente el telar rudimentario, el fusil de guerrillero, la múcura o vasija de chicha o la botella de puro anisado y una colección de santos, cuando no un altarcito.

Ocurre que cuando don José María escribió estas notas debió considerar que los pastusos habían participado ferozmente al lado de las fuerzas liberales, para derrocar gobiernos que les eran políticamente adversos. No obstante el agradecimiento que les "debía" en este sentido no le impidió ser severo con ellos(4).

Otros, viajeros europeos, que pasaron por estas regiones definieron a los pastusos como el bruto más semejante al hombre.

La furia de estos pobladores fue explotada con fines políticos desde 1828, momento en que los generales José Hilario López y José María Obando encabezaron la primera gran sublevación militar contra el Libertador en el Sur de Colombia.

Los llamados Conservadores, definidos también como "bolivianos", no representaban en los inicios de la república granadina sino apenas una débil oposición a los proyectos e ideas del máximo jefe liberal del siglo pasado: Francisco de Paula Santander. En verdad, casi todos los creadores de lo que vendría a ser a la postre definido como el partido Conservador, surgieron del regazo político del mismo Hombre de las Leyes, quienes estaban también angustiados y enervados por cuanto tenuemente oliera a "boliviano". Acabó Francisco de Paula por no ver diferencia entre "boliviano" y sedicioso mientras tuvo en sus manos las riendas del poder.

Santander y José María Obando son los mejores representantes del poder político en Latinoamérica. Santander crea el primer partido que, con el subterfugio de las consignas del liberalismo, tendrá fuerte ascendiente y predominio sobre la intelectualidad y la clase media (y que consigue agrupar artesanos y comerciantes prósperos); a la vez que une a su alrededor, a un gran número de ricos afectados por la guerra de Independencia y que añoran los beneficios que detentaban en la época de la colonia. Es don Francisco de Paula el eje, el pivote sobre el cual girarán personalidades de la clase de los Miguel Peña, Antonio Leocadio Guzmán, José Antonio Páez, Francisco Soto, Vicente Azuero, Juan Manuel Arrubla, Florentino González, Francisco Montoya, Lorenzo Vidaurre y Riva Agüero, entre otros conspicuos personajes de la manía imitadora de cuanto se importaba de Europa o los EE.UU.

Por su lado, José María Obando representa al Jackson Latinoamericano(5). Este es un término acuñado por Santander, entendiendo por Jackson el estilo político del famoso presidente norteamericano (Andrew), un personaje muy salvaje, pero demasiado bueno; el de la ley del despojo, el de un sectarismo feroz, el de la imposición descarada, caprichosa y violenta, que en nada se detiene, para desacreditar y descalabrar a sus enemigos e imponer sus personales intereses; el de los abusos con los dispositivos legales cuando se trata de conseguir "lo útil" o lo que satisfaga a los de su entorno. José María, como Andrew Jackson, sabía acercarse al pueblo, a la clase humilde, e inspirarle confianza y fe por los principios que decía sostener. Sabía Obando compartir las adversidades con sus soldados, y éstos le seguían con fervor o terror, según fuera el caso; pero le seguían. Fue un hombre que pudo extraer una extraña y violenta pasión a su pueblo. Sometía con sólo su presencia a sus más turbulentos y siniestros enemigos. En el fondo de su corazón parecía un hombre bueno, pero poco a poco fue cediendo a la perversa atmósfera política de los tiempos, cargada de traición y crueldad religiosa; no se sabe por qué vía cayó en trance de revelaciones extrañas; pulsó el encanto de su figura en medio de las viejas tradiciones; sintióse como una hoja en medio del vendaval, y siguió el llamado de su sangre. Dislocado, dando tumbos, entró en la historia, y dislocado y dando tumbos, salió de ella.

Creyó entender los motivos que lo empujaban a ser un protagonista de primer orden en el laberinto de los símbolos que destrozaban a su patria. Vaciló una y mil veces hasta que finalmente entregóse a los ideales de "paz, libertad y progreso", que buscaban los denominados "liberales". En verdad su razón de ser estaba en la guerra; como en Bolívar su elemento era también la guerra, pero claro, nada más había en él... Este elemento de mal augurio lo devoró de manera total y puede en ocasiones entenderse, cuando habla con honda sinceridad de sí mismo, que ansiaba ser otra cosa: un campesino, un pescador, un ganadero enteramente dedicado a sus animales, un agricultor completamente desconocido. Pero no pudo, pues heredaba los traumas de una maldita confrontación genética, moral o histórica.

Acabó Obando, sin quererlo, por ser el brazo militar del partido "liberal" que nació de la formidable oposición del general Santander al Libertador. Ya se sabe que a algunos hombres, los duros golpes de la vida, los colocan en la verdadera senda de su destino. Otros por el contrario, los golpes no le permiten dar con una salida honorable, precisamente por encontrarse presa de terribles fuerzas (sobrehumanas); este pareciera ser el sino de Obando.

Ya se sabe que en aquella época, los aspirantes a gobernar debían contar con el apoyo de fuerte grupo militar. Estos dos señores, Obando y Santander, llegaron a conformar el binomio ideal, en lo político y moral, para imponer en la Nueva Granada la política de violencia que hasta hoy día se respira; constituyen a la vez, las dos mayores contraimágenes de las figuras del Libertador y Sucre. La contraimagen de Bolívar es Santander, la contraimagen de Sucre es Obando.

Estas contraimágenes consiguen una identificación plena y apasionada en lo político y social (se hacen compadres, se confieren honores y se reservan la transmisión de un legado que causará horror a los estudiosos de nuestra historia. Se hacen indispensables la una a la otra.

Entiéndase que sin el sostén de un hombre fuerte en el ejército, repetimos, no era posible hablar de república, de Constitución o elecciones "libres". Mucho menos asegurar el mando si el presidente no era ducho en el arte de las guerras, o se hallaba apoyado por feroces generales(6). Obando surgía con una aureola de atrevida oposición a Bolívar, "El Tirano en Jefe", además de ostentar el título de defensor de la Constitución Colombiana que se había jurado en Cúcuta.



(2) MEMORIAS DEL GENERAL O'LEARY.

(3) ENSAYO SOBRE LAS REVOLUCIONES POLITICAS Y LA CONDICION SOCIAL DE LAS REPUBLICAS COLOMBIANAS, José María Samper; Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, Bogotá, 1961.

(4) Cuando los llamados "liberales" tomaban el poder apoyados por los fieros pastusos, pedían para sí poderes extraordinarios para afrontar cualquier rebelión contra el gobierno. Sin embargo cuando estaban en la oposición y en Pasto se presentaban revueltas, entonces desde las bancas del Congreso exigían consideraciones y prerrogativas insólitas para estos grupos, lo que a la larga acababa minando el poder ejecutivo. Es significativo este hecho porque además de José María Samper, el eminente pensador liberal, don salvador Camacho Roldán, habla en términos despectivo del atraso y fanatismo de los pastusos.

(5) Más exactamente, el JACKSON GRANADINO.

(6) Santander supo disimular muy bien su genio militar.


jrodri@ula.ve



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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