Profetas masacrados

En la Iglesia Católica, desde los orígenes existen dos modelos organizativos que luchan por imponerse. El primero, el más antiguo y original, valora sobre todo la importancia del porvenir: la audacia, la alegría en la búsqueda de horizontes nuevos, el camino de libertad frente a las leyes antiguas, la conciencia entusiasta de haber sido elegido para la proclamación de la justicia, la paz y la fraternidad. El papel protagónico en esta buena nueva, alzada como una bandera en el viento, es el del profeta, el cual es frecuentemente un simple bautizado (durante siglos, no hubo sacerdotes en la Católica). El profeta anuncia un Dios luminoso: ¡tiene el altísimo sentimiento de transformar la vida! No hay duda de que esta fue la percepción de Jesús mismo y de quienes lo siguieron.

El segundo modelo organizativo se articula en torno a la estructura "iglesia" y su buen funcionamiento. La constitución y las disciplinas. La distribución de los poderes. El respeto a la autoridad y las jerarquías. El "buen orden", la moral moralista, la sumisión y obediencia, el acatamiento a las normas, la continuidad frente al pasado judío dentro de la Iglesia. El papel protagónico es el del jefe, el sacerdote, el cual, poco a poco (pero no desde los inicios), se va concentrando en la cabeza única del obispo de la capital imperial, el Papa.

A lo largo de la historia, los dos modelos entraron frecuentemente en conflicto, a veces muy agudamente. Sin embargo, desde el siglo IV por lo menos (hace dieciséis siglos), "el sacerdote" se impuso cada vez más sobre "el profeta". Hasta el día de hoy.

¿Tienen estas consideraciones alguna incidencia en la vida política? Muchísima. Por ej., cuando el cardenal de Caracas o el jefe de la Conferencia Episcopal pretenden hablar sin consultar al llano pueblo de Dios o irrespetan su propia "opinión pública", continúan infelizmente una historia secular.

Cuando el cardenal primado de Bogotá se hace eco de los gritos de los poderosos en su país y habla contra una inmensa población ferozmente reprimida, se sitúa en la misma corriente.

Los ejemplos son infinitos.

Ayer como hoy, es frecuente que los profetas mueran masacrados por su propia iglesia.

Sacerdote de Petare


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Bruno Renaud


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