El fascismo en la obra y pensamiento de Arturo Uslar Pietri

Los latinoamericanos deben aceptar las

virtudes económicas de la cultura

capitalista como cualidades necesarias del hombre.

Richard Hofstadter

 

Si hoy don Arturo Uslar Pietro estuviera vivo sería director moral e intelectual de partidos como PRIMERO JUSTICIA o UN NUEVO TIEMPO. Realmente, los radicales de Primero Justicia, el lerdo irredento de Peña Esclusa, Oswaldo Álvarez Paz, Ramón Escovar Salom o el cardenal Rosalio Castillo Lara, ellos resultan niñitos de pecho comparados con el horrible fascismo que sostuvo toda su vida Arturo Uslar Pietri. Además, hay que añadir que Uslar Pietri no era ningún hombre de verdaderos valores y humanos. Para mí no era más que un charlatán penosamente inculto. Y advierto que no quiero dármelas de nada, por cierto. Estoy seguro que Jorge Luis Borges, aunque lo elogió con ditirambos bien raros por cierto, nunca lo leyó ni le interesó lo que hacía ni lo que había hecho. Bueno, al señor Uslar también le dieron el Premio Príncipe de Asturias, pero como también se lo dieron a Patricia Poleo y a un periodista de Venevisión por temas que tenían que ver con los intentos de derrocar a Chávez, pues entonces se puede colegir la calidad de tales reconocimientos.

Además debo agregar que conocí bastante a don Arturo con quien me carteé muchas veces, cartas que conservo y que algún día estos publicaré. Algún día también diré por qué nos dejamos de escribir. No deja de sorprenderme cada día que este hombre tan realmente farsante, se hubiese convertido por más de medio siglo en el oráculo de la nación y casi en el ente moral y humano más representativo de nuestra cultura, de nuestra identidad. Uslar fue un recio defensor de las compañías petroleras y fue colocado por ellas para que les defendiera desde el Senado de la República. Justificaba la caída de los precios del petróleo diciendo que las compañías tenían que gastar mucho en sus actividades de exploración; justificaba la política de apertura petrolera y por ende que se le diesen más concesiones a estas compañías. De modo que su verdadera tesis en cuanto a hidrocarburos es: “Siembra el petróleo y cosecharás homenajes (palaciegos)”.

Durante el gobierno de Raúl Leoni, Uslar y su grupo desde el Congreso de la República se opusieron ferozmente junto con todos los sectores de la oligarquía a que se modificase la Ley de Impuesto Sobre la Renta, a fin de que no se pudiese pechar a las grandes empresas. Fue él la cabeza de la Junta Directiva de Seguros la Seguridad cuando la empresa comenzó a hacer aguas por la crisis financiera de 1993, y entonces corrió a pedirle auxilios al gobierno, quien prestamente se los entregó. Después le darían tribuna en todas partes para decir que el país era un desastre, un desorden, un caos por el reparto de beneficios y prebendas a los más poderosos. Fue Uslar el de la expresión: “Lusinchi es un hombre de abundante corazón”[1]. Don Arturo no fue sino un crítico de la corrupción de los dientes para afuera[2], no podían los poderosos de los partidos halagarlo porque se volvía una galleta. Todos los gobiernos le dieron buenos cargos, y llegó a ser embajador de CAP ante la UNESCO.

Estaba totalmente de acuerdo con un apartheid educativo: los pobres para él no tienen cabeza para pensar y se les debe enseñar muy particularmente lo que necesitan en su entorno para sobrevivir. Los pobres para él no tenían remedio y vivirían eternamente como muertos de hambre por el inevitable estado mental con que habían llegado a este mundo. Uslar deja pendejo, pues, a las tesis selectivas y ultraderechistas de personajes como Laureano Vallenilla Lanz, Alberto Adriani, Mario Briceño Iragorry y Guillermo Morón, por ejemplo.

Sobre todo lo aborigen, Uslar Pietri (superando con creces a Guillermo Mojón) mostraba un odio y un desprecio delirante; en un estilo harto chocante en que habla de "La Guerra Santa en América". Refiere que "la empresa de la conquista de América no puede verse sino como una continuación en otro escenario de la gran lucha multisecular por la Reconquista de España de manos de los infieles[3]". ¿Qué de sagrado o divino podía tener aquella matanza de indios cuando todo el mundo sabe que fue la política de terror la que se impuso para hablar de “pacificación en las Indias”?

¡Qué clase de infieles, ¡los indios!, a los que se venía no a catequizar sino a robar, mutilar y diezmar, nojoda... El señor Uslar, para dar realce a su afirmación, toma las palabras de Fray Bernardino de Sahagún quien con "impresionante y simple convicción" escribió: Parece que en esos nuestros tiempos, nuestro señor Dios quiso restituir a la Iglesia lo que el demonio le ha robado en Inglaterra, Alemania y Francia, en Asía y Palestina.” Como si fuera justo y bueno que los conquistadores vinieran a esta parte, a vengar con sangre y fuego, lo que aquellos países le habían arrebatado a la piadosísima y santa Iglesia cristiana. Si esa teoría del señor Uslar Pietri es cierta, de que la conquista de América fue una extensión de la guerra contra los moros, entonces no hay ninguna duda de que aquellos españoles eran unos aberrados, unos verdaderos enfermos con ansias incontrolables de provocar muerte y desolación a donde llegaran.

En esencia aquella guerra no fue llevada a cabo sino con forajidos, rufianes, pícaros y criminales, que eran sacados de todas las cárceles españolas y reunidos en Sevilla, a la espera de los barcos que partirían hacia las Indias. ¿Qué carajo tienen que ver con valores cristianos, con la lucha de Santiago frente a Mahoma, un Diego de Velázquez, los Pizarros, Lope de Aguirre, Francisco de Carvajal, los Almagros, Alvarado, Ovando, Pánfilo de Narváez, Juan de la Cosa, Colón, Cortés, Balboa, Pedrarias, Nicuesa, Valdivia, Ponce de León, Esquivel y tantos otros, casi todos muertos de manera horrible, por sus mismos paisanos y por las acciones más opuestas a los mandamientos del Señor? Añade Uslar Pietri: “vinieron no en una mera empresa de conquista sino impelidos también por un propósito superior, del cual estaban convencidos, para alcanzar un fin de carácter religioso y cultural, hacer de los indios cristianos para extender la religión[4]".

Sobre la teoría del señor Uslar de que los españoles fueron lejos en su empresa evangelizadora hasta llegar a fundirse con la cultura de estos pueblos, y de que por ejemplo, a diferencia de la Gran Bretaña y Francia, intentaron convertir masivamente a los indios al cristianismo, debemos decir, que ello forzosamente tenía que ser así. Lo que vino a estas tierras fue gente contumaz y ociosa, que por necesidades imperiosas, por lujuria y rancia ignorancia y continencia en sus propios pueblos, descargaron aquí donde nadie les vigilaba y les podía castigar sus perversas necesidades ¿Qué otra cosa podían hacer aquellos seres dejados en la Española por Colón, en su primer viaje? No nos vengan con que se procuraba una fusión cultural entre dominados y dominadores, que el encomendero y el indio, en santa paz, iban a misa y veneraban a la misma virgen y hablaban la misma lengua, y vivían bajo las mismas instituciones, en un estado idílico, dulce, como Uslar pretende presentarlo, con efectos cinematográficos, dignos de los culebrones para la televisión de nuestros libretista.

Eso de Guerra Santa contra los indios sólo puede caber en una cabeza estúpida, pues qué clase de herejía era la que sostenían los indios contra la religión católica, que Bartolomé de Las Casas se conmueve ante la bondad, la inocencia, "mansísimos", dóciles; gente pacífica y no dañosa o nociva, con tanta confianza y seguridad con que se acercaban a los intrusos y se ponían a su disposición, sin tomar en cuenta que éstos podían ser feroces. Con tan evidente mansedumbre, simplicidad, bondad, "cuán aparejadas estaban por Dios para poderse transplantar y transformar, de ramos de acebuche y silvestres amargos de la silva de su gentilidad, en olivas o vides dulcísimas de su carísima y preciosíma viña".

¡Escucha soberano impostor de Arturo Uslar Pietri!: ¡Las maldades entre los españoles, los saqueos de los conquistadores, las violaciones a las indias, la quema de caciques, las torturas y extorsiones, concusiones y raptos eran las únicas y verdaderas herejías contra las cuales valía la pena haberse realizado una Guerra Santa! No seas tan imbécil, y ojalá existiera la quinta paila para que allí los caciques que fueron quemados y destrozados te recibieran y te hicieran a ti vivir la muy santa guerra de aquellos brutos y miserables españoles.

Mientras en nuestras escuelas sigamos manteniendo como dioses del pensamiento a intelectuales como Uslar Pietri, aquí seguiremos estando jodidos mentalmente; esclavizados, herrados como herraban los conquistadores a nuestros indios. El hierro del servilismo en la mente; el imperio aún sobre nosotros de la rancia hediondez del godismos, de sus crímenes e imposiciones. No habremos hecho ninguna revolución hasta que definitivamente en nosotros no matemos a estos dioses. Al carajo con toda esa memez, con toda esa llaga inmunda que el Libertador llamaba “grandeza que veíamos de rodillas”.

En 1978, Alfredo Peña escribió un libro sobre don Arturo, de esas Conversaciones con “notables” que él hacía, pero que valen la pena releer en estos tiempos. Pues bien, conservo ese trabajo “Conversaciones con Uslar Pietri”, del Editorial Ateneo de Caracas, 1978, el cual tomaré como guía para desarrollar este escrito.

Uslar Pietri nació en Caracas el 16 de mayo de 1906. Su padre fue Arturo Uslar Santamaría quien debió ser judío (y lo cual no tiene nada de malo). Su padre fue un santo empleado de la dictadura de Gómez, a quien Arturito respetaba y admiraba profundamente. Le era muy fácil ver con regularidad al famoso Bisonte Gómez porque además de que su familia era muy amiga del dictador, estuvo estudiando un tiempo en Cagua. En eso vivió toda la vida.

Uslar culminó sus estudios de Derecho en 1929 “y me fui a Francia donde estuve en la Delegación de Venezuela en París, hasta 1934[5].”

Extraigo lo siguiente de las memorias del escritor Argenis Rodríguez (que otros historiadores me han confirmado): “La mamá de Uslar Pietri se acostaba con un ministro de educación. Uslar entró a su casa, vio a su madre en las piernas del ministro, y en vez de reaccionar violentamente, lo que hizo fue tartamudear:

- Ministro yo quiero irme a París.

Y a Uslar se le envió a París de secretario de la Delegación Venezolana.”

El abuelo materno de don Arturo, Juan Pietri, fue un connotado adulante de Juan Vicente Gómez. Un político tras bambalinas con mucha uña de zorro, como quien dice, abuelo también de quien será la esposa de Rafael Caldera, doña Alicia. Este Juan Pietri, dice Uslar, fue quien impulsó a Gómez, el 19 de noviembre de 1908, para que se decidiera a traicionar a Cipriano Castro, y lo dice Uslar con mucho orgullo. Refiere don Arturo: “Gómez estaba indeciso y Pietri era uno de los que más lo empujaba. El 13 de diciembre de 1908 Gómez sale al balcón de la Casa Amarilla, a su lado Juan Pietri, abajo la muchedumbre. Mi abuelo agarra por el brazo a Gómez y gritó ¡Muera Castro! Dçandole vivas al Vicepresidente y mueras al Presidente de la República. Se armó un escándalo tremendo. De modo que mi abuelo fue el catalizador del proceso. Eso precipitó la situación y cuando Gómez surgió al poder, el Dr. Pietri fue llamado a formar parte del Gabinete, y posteriormente, de un Consejo de Gobierno que creó Gómez, el famoso organismo que puso a figurar allí a unos 10 o 12 caudillos, entre los cuales estaba mi abuelo materno, que llegó a Presidente del Consejo de Gobierno. Cuando murió, en 1911, tenía a su cargo la Vicepresidencia de la República: reemplazaba al Presidente y hacía sus veces, por falta temporales o absolutas.[6]

Cuando derrocan a Medina, Uslar se va a los Estados Unidos y trabaja como profesor visitante en la Universidad de Columbia. Trabaja allí ininterrumpidamente cuatro años como profesor de español. En 1950 regresa a Venezuela y no volverá a salir más hasta 1975, cuando pasa a ocupar un puesto en la UNESCO (bajo el gobierno de CAP).

En términos generales, dice Arturo Uslar Pietri, que su familia toda era un dechado de virtudes. Su padre fue “un hombre excelente, muy bondadoso, cariñoso, buen padre de familia y buen marido. Un hombre de su casa, nunca fumó ni bebió, ni trasnochó. No recuerdo que haya llegado tarde una noche a mi casa, salvo que haya salido con mamá a algún teatro.”

Qué tal.

Pero Arturo Uslar Pietri fue mucho más virtuoso que su padre, y más que él lo serán sus hijos. Él dice que todas sus travesuras de niño fueron normales: nunca se escapó de la escuela, no hizo jamás una trastada, fue muy responsable en sus estudios, en sus trabajos. Un niño muy lindo y hacendoso. Cuando él tuvo hijos, Arturito y Federico, llevaban una relación tan bella y tan unida, que “la prueba es que a pesar de que pasan uno de los 40 años, y el otro de los 30 años, todavía viven conmigo aquí en la casa. Todavía no están casados… han permanecido solteros; pudiendo independizarse, irse a la calle, han vivido siempre con nosotros, en la mayor unión, en la mayor estrechez…” La vida de Uslar fue siempre un misterio de puertas adentro: le pegaba a su mujer, aquella existencia en la familia era gris y lánguida. Un día Arturito Uslar Braun se dio un tiro.

Siendo un amante de las finanzas y de los negocios, fundó el Banco Nacional de Descuento que luego quebraría horrorosamente a principios de los 80.


 [1] Sin que todavía se sepa si era que el corazón de Lusinchi pesaba varias arrobas

 

[2] Lusinchi le hizo un homenaje en palacio que fue muy rumboso, y el tamaño de la tarjeta de invitación, medía medio metro de largo por treinta centímetros de ancho.

[3] Articulo reproducido en el Diario La Nación, 28 de noviembre de 1991.

[4] Ut supra.

[5] “Conversaciones con Uslar Pietri”, Editorial Ateneo de Caracas, 1978, pág. 12.

[6] Ut supra, pág. 20-21.

jrodri@ula.ve



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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