Latinoamérica, el Kilombo del mundo

¿A DEO REX, A REGE LEX? (¿De dios el rey, del rey la ley?)

Los signos del miedo. El miedo es en ciertas ocasiones la cooperación entre quien asusta y quien teme, es un acuerdo, salen ambos en la fotografía, el que asusta y el que teme se muestran sonrientes, conversan, se miran a los ojos con mutuo reconocimiento, en otras, si bien no es un acuerdo, el que asusta espera del miedoso al menos que lo mire, que lo tome en cuenta, el que asusta tiene todas sus esperanzas puestas en el miedoso, cuenta con él, confía en él, lo hace parte de sí mismo, pobre de aquél que asusta y le abandona el que teme, el que asusta sabe que de su estética del miedo viene su principal peligro: tiene que ocultar el temblor que le da pensar en el día inimaginable en el que el asustado falte a la cita, lo ignore, y peor aún, no le tema, no se asuste, no se calle, siga hablando, lo mire a los ojos sin parpadear, sin reconocerlo como el que asusta. El que asusta tiembla porque el que tenía que asustarse no lo hizo, peor aún, el que teme huye de terror al ser sorprendido por aquel que, teniendo que temer, no sólo no tuvo miedo, sino que además acabó con el miedo, destruyo el miedo, no tuvo que transformarse en otro que asusta, no cerró el círculo de asustar-temer, simplemente acabó con el miedo.

Rescatamos el Kilombo como espacio de libertad, lo despojamos de aquellas intenciones ideológicas que lo relacionan con el desorden y los burdeles, propia de los apologistas de la realeza venida a menos, nuestra América es el nuevo Kilombo mundial, es el lugar de los libres, de los sin miedo, de los que nos reconocemos y nos identificamos con la dignidad, los que no olvidan. La dignidad que se rescata es la eliminación del miedo, el orgullo como unidad latinoamericana, saber que cuando nuestros representantes hablan en aquellos lugares donde se citaban los asustadores y los miedosos, lo harán destruyendo el miedo y dejando al miedoso y al asustador viéndose despojados de sus circunstancias, desenmascarando al miedo como acuerdo, al miedo como política mundial, el grito de Venezuela, en voz de nuestro presidente, de Nicaragua, de Cuba, es el grito del Kilombo del mundo. Ha muerto el miedo.

Europa se deshace y desfragmenta, sus valores no se apoyan en sus habitantes, quiénes, al pensar en la dignidad, deben ver al sur, buscando un norte. Europa daba miedo, y hoy, ha cerrado el círculo de asustar-temer con su socio norteamericano. El estado y la realeza europeos, suerte de sincretismo sostenido con gasas y formol, ha dejado de asustar para pasar a tener miedo. El Cimarrón dejó de huir y no se calla, mira a los ojos, es una flecha que busca la libertad, no hace falta escondernos, somos la nueva cara del hombre, somos el valor que irrumpe, somos la conciencia de que fue nuestro trabajo, las riquezas de nuestros suelos, la que hizo posible la creación del mundo antiguo, Europa nos debe.

¿Serán ciertas las palabras de Nietzsche? Sin ser acólito del alemán de bigote, las entiendo como la anticipación -no creo en profecías- de la desintegración moral hecha desde una lectura profunda de las características culturales de Europa, incipientes en la época de Nietzsche. Son los ecos pasados de una decadencia de siglos que inició creciendo como la hierba –sonido para oídos sensibles- y hoy nadie ignora su caída de árbol, decadencia propia de una cultura que avanza comiendo de sí misma y mirando siempre al futuro por el retrovisor. Europa muere como un barco que se pudre desde adentro, y en su naufragio arrastra a jóvenes naciones que se agregan en comunidad, Los reyes posan en revistas y protagonizan sus propias vidas, los cimarrones suben la mirada destruyendo al miedo, dejando al asustador desnudo, en evidencia, retomamos el Palenque como el más temprano caso de movimiento libertario en América, somos parte de esa pelea.

El Cimarronaje es inicio de esa gran guerra contra el dominio foráneo, comenzó como respuesta dialéctica de los negros esclavos a la violenta venta y secuestro de sus hermanos africanos, y hoy, debe ser retomado, como elemento histórico, como antecedente de dignidad. En ese entonces, siglo XVII, en 1691, ante la agresividad de los palenques que resistían al dominio conquistador, el mismísimo rey de España, expidió la real cédula de agosto 23 y concedió libertad a los palenqueros de la Sierra de maría en Cartagena de Indias. Perdieron el miedo los negros, el Rey, como buen asustador, concede la libertad para “localizar” a los revoltosos, la cédula no libera a los esclavos, sólo “concede” libertad a los libres, el asustador a veces teme, no por eso dejaron de luchar y de nacer Kilombos, no por eso dejaron de ser libertarios.

La historia toma profundo sentido, quienes vimos a los cimarrones dando la cara, y a otros escondiéndola, sentimos una descarga eléctrica al ver a los presidentes dignos leerle la cartilla al Juan Carlos, aprenderá Zapatero de su tonta interrupción con las consecuencias en su entorno político, eso no se queda así Zapatero, eso se hincha, el Rey tendrá que cantar rancheras en la revista Hola! Agradeciendo los aplausos de la viejitas que todavía leen sobre las lágrimas de Isabel por su Paquirri, la careta de Juan Carlos se cayó y nadie se inclinó, algún pendejo la recogerá del suelo, la sacudirá del polvo y se la entregará pensando en el asustador que no asusta, y en el cimarrón que no teme.

¡Latinoamérica es el nuevo Kilombo del mundo!

¡Ha muerto el rey! (de nuevo)


proyectsucre@yahoo.es


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