Colombia y Venezuela, y el reformateo de la CAN

La velocidad del rayo con que vienen aconteciendo los hechos políticos, geopolíticos en esta Nuestra América, dificultan su cabal comprensión y real dimensionamiento. Por ejemplo, el rol mediador venezolano en el conflicto colombiano, circunscrito inicialmente al intercambio de personas privadas de libertad, no es una cosa menor; tiene sentido de trascendencia histórica de primer orden.

La integración energética con el modesto, si se quiere, pero primer gran paso dado por Venezuela y Colombia con la inauguración del gasoducto binacional, marca un hito fundamental en lo que será la dinámica geopolítica regional de ahora en adelante.

Estos dos acontecimientos, han impregnado la relación colombo-venezolana de una particularidad tal, que determina y “obliga” a la revisión de sus respectivas agendas y compromisos internacionales. Es que así de “siamesa” es la relación colombo-venezolana, que trasciende las diferencias políticas y de cualquier otra índole.

Más allá de si el “bloqueo” de la bancada demócrata en el Congreso USA al TLC con Colombia, o si el “bloqueo” del senado brasilero al ingreso venezolano al MERCOSUR, estén pesando y ejerciendo influencia -sin quererlo- a favor del necesario “reencuentro” Bogotá-Caracas, más allá de la coyuntura, la relación colombo-venezolana, por estratégica y por “siamesa”, esta llamada a ser determinante en el curso de los acontecimientos y de la vida de nuestros pueblos.

Es por eso que, a nuestro juicio, la Colombia que hoy solicita su ingreso al Banco del Sur, es la misma Colombia que entiende que no puede ni debe depender de factores hegemónicos foráneos, que además históricamente le han demostrado a Colombia y a otros “aliados”, cuan interesada y frágil es su solidaridad y con que facilidad desechan a sus antiguos “socios”.

Es lógico entonces que, a la luz de los acontecimientos que estamos históricamente viviendo los latinoamericanos de este tiempo, Colombia y Venezuela, con la aguda e inteligente influencia positiva del Ecuador, se planteen una revisión profunda de la CAN, para darle una oportunidad última de reformatearse en función de las nuevas realidades de este inicio de siglo (y cambio de época) que estamos viviendo y dada la incontrastable nueva correlación de fuerzas (y la erupción del pensamiento crítico frente al estado de cosas y el pensamiento único) que hoy existe en la región.


Pero, junto a una nueva CAN, menos signada por el sentido mercantilista y más consustanciada con el espíritu del ALBA (solidaridad, complementariedad y cooperación), la nueva dinámica geopolítica determinará la necesidad de revisar otras circunstancias y compromisos internacionales de la política exterior colombiana, y la venezolana. Asimismo, una nueva CAN reformateada -aunque no es lo deseable- pueda conducir a una salida y consiguiente mayor aislamiento del Perú respecto a Suramérica (único país que no ha mostrado interés en el Banco del Sur).

Aspectos a revisar como, por ejemplo, el Grupo de los Tres. Colombia debe entenderse con Venezuela para replantear YA ante México la revisión profunda y transformación del peor acuerdo comercial (por desequilibrado) suscrito en pleno reinado neoliberal: el G-3 del cual Venezuela tomó distancia. Creemos que Colombia no puede ni debería seguir asumiendo sus “costos”; correspondería ahora hacer causa común con Venezuela para replantearle a México un cambio radical de este instrumento que ha demostrado un déficit en cuanto a propiciar el desarrollo y solo beneficia a grandes corporaciones, “aplasta” a las PYME y aumenta los desequilibrios regionales, sin apuntar a la complementariedad y la cooperación entre nuestros países.

Al igual Venezuela, habrá de revisar aspectos fundamentales, pues hasta que no se dé la necesaria confluencia rumbo a la unión del Sur en el marco de UNASUR, no podrá ser miembro pleno a la vez, de la CAN y el MERCOSUR; los compromisos o esquemas arancelarios de ambos bloques, no lo permiten.

La nueva CAN -que nace o muere definitivamente en el 2008- tendrá fuertes opositores que buscarán la manera de que no se transforme en instrumento democratizador y al servicio de las mayorías, como fuertes son (no por numerosos, sino por los intereses y los recursos que manejan) los factores que en Brasil se oponen al ingreso de Venezuela al MERCOSUR.

Queda en manos de la voluntad política, inteligencia, sentido de trascendencia y desprendimiento de nuestros líderes asumir compromisos y consensos que muestren un cambio efectivo del modelo de integración, para colocarlo al servicio de las mayorías y que efectivamente apuntalen nuestra soberanía e independencia de los centros hegemónicos y que nos dé la fuerza para ser actores de peso en el concierto internacional.

En el 2008, o los procesos de integración se reformatean y se “bautizan” bajo el espíritu del ALBA, o los pueblos los superarán. La mesa está servida, hay razones para ser optimistas. Bolívar Vive.

Josesoto59@hotmail.com





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