¿Llegamos a donde debiéramos llegar?

Herido de muerte en la batalla de Carabobo, el valiente general, Ambrosio Plaza, jefe de una de las Divisiones del Ejército Libertador, dijo a Bolívar : “ Llegué dónde no llegó Páez”. Sus palabras fueron un testimonio de valor en el combate. Plaza y sus soldados habían avanzado en el campo de la batalla más allá de donde pudo hacerlo del más intrépido de los jefes del ejército patriota.

Esta anécdota viene a lugar cuando se cumple cuatro años de la elección de la Asamblea Nacional Constituyente. En muchas ocasiones, después del golpe de Estado del 11 de abril, después del ataque terrorista a la industria petrolera, después de cada una de las campañas de la prensa golpista dirigidas a desestabilizar a la joven revolución bolivariana, me he preguntado :

¿Los constituyentes de 1999 llegamos a dónde deberíamos llegar? ¿Estuvimos acaso a la altura del proceso revolucionario? ¿Correspondimos en realidad a las exigencias del proceso de cambio?

No puede negarse que la Constitución de 1999 es un extraordinario avance en relación a 1961. Pero ¿llegamos a dónde deberíamos llegar? ¿Llegamos a dónde correspondía llegar para asegurar y resguardar las exigencias revolucionarias del pueblo?

La abrumadora votación a favor de las listas de candidatos del Polo Patriótico a la Constituyente y la derrota aplastante de los representantes de los viejos partidos indicaron con absoluta claridad cuál era la tendencia político del país. El mandato del pueblo a los constituyentes fue romper con el pasado, refundar la Republica, crear nuevas instituciones, distintas en su contenido a las que fracasaron durante la cuarta República. Sin embargo, la Asamblea Constituyente dejó intacto un conjunto de estructuras contrarias a la voluntad de los electores de 1999.

¿Corresponde acaso a la Revolución Bolivariana el actual Poder Judicial, los jueces y tribunales, prisioneros del espíritu formal y contrarrevolucionario de la vieja política? La Asamblea Nacional pudo, en ejercicio soberano, sentar las bases de un Poder Judicial distinto, capaz de interpretar la Constitución y las Leyes con una nueva moral, en el marco de los principios que establecen un transparente deslinde entre el pasado, la vieja política, y la República Bolivariana.

La Asamblea Nacional Constituyente pudo llegar más allá y haber extirpado de raíz las prácticas contrarias a la democracia sindical. Pudo disolver la CTV, centro de la mafia que pervierte a los sindicatos y dirigentes obreros e impedir que de nuevo se impregnara al sindicalismo venezolano de los vicios y corruptelas del pasado.

Los constituyentes de 1999 hemos podido dar suficiente fuerza a los poderes del pueblo para defenderse de las acciones de los golpistas y terroristas. Hemos debido establecer rigurosas normas a fin de impedir la impunidad, el pero crimen contra las nuevas instituciones democráticas.

Sin duda, que se trata de una experiencia. Corresponderá en el futuro enmendar los vacíos de 1999. El camino quedó abierto porque el principal logro de la Asamblea Nacional Constituyente fue restablecer plenamente el principio de la soberanía como poder intransferiblemente del pueblo.





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Guillermo García Ponce


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