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El “coco” del castrocomunismo

Desde hace mucho tiempo, los grandes capitalistas que detentan el poder real en lo económico, comprendieron que para mantener el control de las estructuras económicas predominantes, se requiere dominar también las estructuras políticas e ideológicas.

Esa necesidad los ha llevado a destinar enormes sumas de dinero a la creación de cierto tipo de organismos, conformados por equipos multidisciplinarios de destacados profesionales, denominados “tanques de pensamiento” y dedicados a diseñar planes a largo plazo, que abarcan las distintas esferas de la vida de un país, y con actividades milimétricamente calculadas, con base a técnicas y métodos especiales para ser aplicados por etapas, de acuerdo al objetivo que se persiga.

La indolencia por la vida humana, característica de esos organismos, los ha inducido a recomendar incluso el uso irracional y desmedido de armas que atentan contra la vida de seres indefensos. Son los mismos, en esencia, que recomendaron el uso del gas en los campos de exterminio de la Alemania nazi, así como el lanzamiento de bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, y son los mismos que aconsejaron los bombardeos con napalm en Vietnam y Centroamérica, que hoy recomiendan la utilización del uranio empobrecido.

Teniendo presente la complejidad de las reacciones de los seres humanos y el intrincado diseño de eso planes, resulta difícil en pocas líneas desentrañar cómo operan.

Lo que sí se puede afirmar es que la convicción de los empresarios de que el mundo es un mercado, y sus moradores más que ciudadanos son considerados potenciales consumidores, los lleva a utilizar un mecanismo de manipulación aparentemente inofensivo pero que en el fondo es una poderosa arma: la publicidad.

La muy extendida idea de que “la publicidad vende”, tiene un asidero real en los resultados que arroja su aplicación desde hace muchos años y en muchos lugares.

Es a través de la publicidad por diversos medios y formas que se incita a las personas a la adquisición de tales o cuales productos, de tal o cual marca. Creando falsas necesidades cuando se les convence de que son valiosos, importantes, seguros de sí mismos sólo si usan determinadas ropas o perfumes, conducen un carro de ciertas características o marca, y van a los lugares de moda. En resumen, se les impone un modo de vida en el cual se infunde una idea central: “Vales por lo que tienes”, y si no lo tienes “no vales” o no eres valorado

Una vez que un sector de la población se hace cautiva de un determinado modo de vida, supuestamente el único valedero, cualquier otro modo que pueda interferir con ese modo de vida se constituye en un peligro, y genera temores que son aprovechados por los publicistas para dirigir su conducta hacia la protección de lo que se tiene.

El problema se presenta cuando esto se percibe como un derecho individual, y no se piensa que los demás miembros de la sociedad tienen el mismo derecho. El afán de favorecer y monopolizar privilegios por un determinado grupo, en desmedro de las mayorías, conlleva a una distribución desigual de la riqueza.
Curiosamente, en contraposición con ese sector de la sociedad, surge otro que por su preparación profesional e incluso siendo propietaria de empresas, sin embargo muestra una mejor comprensión del problema social, inclinándose por fórmulas que propendan al bienestar colectivo. Este grupo acompaña a los sectores desfavorecidos en su justa lucha por alcanzar los derechos que le han sido negados.

En el caso de nuestro país, la parte mayor de los grandes ingresos de la renta petrolera, cayó en manos de empresarios que disfrutaron de jugosos contratos del Estado. Igualmente de comerciantes y falsos empresarios, y de intelectuales que gozaron de toda clase de regalías. En estos grupos la publicidad encontró terreno fértil para desplegar sus métodos y técnicas, haciendo de sus miembros “consumidores compulsivos.”

Pero Venezuela, por las características de su actual gobierno popular y revolucionario, está hoy en una situación especial. Ahora, los sectores que tuvieron esa forma fácil de obtener dinero y gozar de un elevado nivel de vida y privilegios, son los que hoy aquí conforman los grupos que se oponen al nuevo gobierno y sobre quienes surte efecto la propaganda del coco del “castro-comunismo”

Es a ese sector al que está dirigida esa campaña, en la cual la utilización de dicha imagen es desplegada por los medios de difusión masiva. Son esos medios los que se encargan de trasmitir de forma profusa, consignas como esta: “¡¡¡ALERTA!!!! Si se instala aquí el “castro-comunismo” ese apartamento que compraste con tanto esfuerzo, te lo quitará la chusma.”.

Lo que no alcanzan a percibir esos grupos es que mientras persistan condiciones estructurales que generen pobreza, habrá más delincuencia; mientras persista el descontento de las grandes masas, habrá inestabilidad política; y que por consiguiente las desigualdades socioeconómicas son explosivas.

El esfuerzo que realiza el gobierno del Presidente Chávez, por distribuir el ingreso de la renta petrolera de manera más equitativa, buscando cubrir las necesidades básicas de toda la población, así como el incentivo a participar en la toma de decisiones a través de los Consejos Locales de Planificación u otros mecanismos de participación, mediante los cuales los sectores tradicionalmente excluídos aprendan a luchar por sus derechos, son presentados de manera distorsionada, utilizando los métodos de la publicidad, disfrazando el principio de la redistribución de la riqueza como el FANTASMA DEL CASTRO-COMUNISMO QUE TANTO MIEDO LES INFUNDE.

Necesario es reiterar que redistribuir equitativamente los ingresos, no significa quitarle al que ya tiene, sino darle oportunidades al que nunca las ha tenido.



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