Carajitos ricos y los parias de siempre: produciendo sujeto político desde la reacción y la revolución

Venezuela tierra milagrosa (I)

De verdad que no es normal lo que esta pasando en este país. Por más que le demos vuelta a lo que conocemos de las teorías izquierdistas hasta nos paseemos por la literatura seria de derecha, no se explica lo que pasa en Venezuela. Estamos en uno de los países donde se condensa con más fuerza la lucha ya no solo de clases, sino la lucha entre opciones de sociedad, opciones de mundo, de vida, de alternativa a la vida humana y hasta planetaria. Si vamos al pasado él en sí mismo nada explica. En la historia venezolana del siglo XX no hay mucho que buscar salvo guerrillas derrotadas, sindicatos absorbidos, campesinos silenciados, estudiantes reprimidos y estallidos sociales masacrados. Y en la historia actual si vamos a sus detalles estrictamente materiales tampoco es gran cosa lo que encontraremos: vivimos en una sociedad capitalista, organizada a su interno por los métodos clásicos del mercado y la producción al servicio de la acumulación de capital. Incluso con un estado capitalista cuyo sistema de redistribución de riqueza, justicia, inversión de capital, sus leyes y sus armas, hasta su constitución, salvo algunos detalles molestosos, están al servicio de los intereses del capital; reflejo perfecto de ese orden social en que vivimos. Se dirá de la existencia un gobierno revolucionario, en teoría sí pero administrado en sus tres cuartas partes por gentes que responden -por razones propias o ajenas- a esos grandes intereses. Ni hablar de los medios de comunicación y del ambiente cultural que se vive en la calle y dentro de nuestras casas, que igualito, sacando el 15% que ven Vive Tv y VTV, radios comunitarias, etc, o reciben talleres de comunicación alternativa, cooperativismo y poder comunal, todo el mundo esta pegado a las radios, televisoras y periódicos propiedad de la burguesía, buscando trabajo desde la mañana. En el cine y la política cultural de estado después de ocho años no hay una sola película que, ayudada por las finanzas públicas, haya “revolucionado” en algo ese lenguaje del cine nacional, más lo hicieron las películas de los años setenta en plena adecocracia. La empresa Polar impone un degradante “Reguetón” para vender cerveza en calles y playas, la publicidad y los centros comerciales invaden las ciudades, más un sistema educativo público por el suelo practicante de una pedagogía bien cerca de lo despótico. Y si bajamos un poco más al problema de la inseguridad y la violencia social, ya no nos queda ni polvo de razones.

No puede ser entonces que haya este lío por lo que Chávez dice o programa. Porque le dijo a Bush diablo e imperialista, hable mal del capitalismo y promueva el socialismo. O porque no aceptó el ALCA y propone el ALBA. Igual Lula y Krisner no lo aceptaron y no hay el lío de acá ni mucho menos. Putin le dijo imperialistas a los gringos y menos aún pasa algo en Rusia. O porque hable de soberanía y de una democracia participativa, revolucionaria o lo que sea. La presidenta chilena pregona lo mismo y es adorada por gringos y derechas. Ni porque se hayan accionado misiones y políticas sociales que por más entorpecidas que estén en su implementación, al fin y al cabo lo que hacen es asentar la paz social. La historia esta llena de estas situaciones donde los liderazgos políticos son anómalos al orden pero no pasa nada, ni los imperios se molestan tanto. Discurso no preña utopías, ni políticas de buenas intenciones por sí solas transforman mundos. Se dirá por tanto que si aquí hay una revolución es en todo caso “una revolución sin revolución”. ¿Qué es lo que pasa, cuál es el miedo entonces?. ¿Perder la faja petrolera y gasífera?, eso ya está garantizado con los últimos convenios de explotación mixta. ¿”Disociación psicótica”?, no mi hermano, eso no creo que sea el problema ni psíquico ni ideológico del director de la CIA y el rector de la Universidad Católica. A menos que nos sinceremos y digamos que lo que vivimos aquí no es una revolución sino un problema psiquiátrico generalizado entre las clases pudientes y único en la historia.

De todas formas Venezuela se ha convertido en un centro de confrontación que en estos momentos precisamente absorbe buena parte de las inteligencias políticas y mediáticas, nacionales y del mundo. Pereciera, oyendo comentarios de afuera o de nuestro terruño, que la salida de estos carajitos a la calle porque le devuelvan su RCTV y a unos cuantos payasos que le echan paja al gobierno, se convierte por sí misma en la reinaguración de una “guerra de proyectos civilizatorios” que parecía acabada con la implosión de la URSS o que en todo caso no tuvo ninguna fuerza al dividir las cosas entre la santa cristiandad y el diabólico y terrorista mundo islámico. Hay en todo caso una confrontación de fondo que supera aquella coyuntura terrible del año 2002 donde las cosas se quedaron encerradas en la guerra de una “sociedad civil” contra un militar ambicioso a punto de volverse loco. Hoy, a pesar de los ribetes que reproducen esta imagen del tirano contra los buenos ciudadanos, las cosas parecieran situarse en el terreno en que viene planteándose la lucha entre trabajo y capital, entre capitalismo y comunismo (por resumir), desde hace por lo menos 150 años. Pero lo que no se explica es porqué llegamos a ese punto “si aquí no ha pasado nada”. Pareciera que no hay teoría ni hay hechos en sí mismos que nos explique bien las cosas. Lo único que nos queda es tratar de entender a los sujetos reales que se expresan, a las matrices de subjetividad aquí creadas y producidas, a su presencia real y mediática, al hecho político y civilizatorio que cada uno proyecta. En concreto, el proyecto de los carajitos y los buenos ciudadanos que le siguen detrás, y del otro lado el de nuestras mujeres, de nuestras comunidades y trabajadores que ponen por delante su sueño y su práctica descaradamente liberadora.

Venezuela mas que “representar” en sí misma un punto de batalla central entre el mal y el bien (casi nadie ha dicho que Chávez es terrorista o quiere matar inocentes gringos y buenos ingleses, dictador sí pero no tanto al menos para CNN) es una “república forajida” donde emerge con claridad la lucha entre hombres y mujeres libres y el monstruoso mundo que nos tiene preparado el orden subjetivo y cultural del capitalismo del siglo XXI. Si vamos a la teoría, en efecto todavía aquí no ha pasado mayor cosa y todavía es muy borroso eso del “socialismo del siglo XXI”, y con este estado y esta burocracia mucho más. La pelea, al menos por ahora, no gira alrededor de las políticas, los programas, los discursos, los idearios, ni siquiera en las peleas geopolíticas por más malestar que crean los movimientos internacionales de Chávez (Venezuela acaba de bajar cabeza en la reunión energética de Margarita y todo el asunto del Etanol, nuevamente le dijeron a los gringos que no se preocupen). La pelea está exactamente en lo que dice la última pancarta de estos carajitos: el problema de la libertad. La libertad desde el rico, la libertad desde el pobre. El problema clásico e insuperado de la confrontación entre trabajo y capital, en Venezuela toca un fondo peligrosísimo y radicalmente antagónico entre las partes; está metido en nuestros cuerpos: en cómo entendemos, vivimos, ejercemos, gozamos, luchamos, incluso sacrificamos, el problema crucial y milagroso de la libertad. No siendo ella una libertad que se libra alrededor de la pelea entre fantasías grupales, sino entre expresiones colectivas y dispuestas políticamente que emergen de “sistemas de producción” de sujetos francamente antagónicos.

La derecha como decíamos en un artículo anterior “ha creado sujeto”; su primera fachada: los estudiantes que han hecho suyas las protestas de corte más reaccionario que haya habido en la historia republicana de Venezuela y quizás del continente, incluidas las protestas contra Allende. Muchos más reaccionarios estos carajitos que la desesperada sociedad civil del 2002, muy parecida en ese entonces a la derecha antialledista en su momento, pidiendo militares, muerte y garrotes contra “los rojos”. Espacio, Objetivos, Palabra, Orgánica, Método de articulación, Estrategia, se concentra en momentos en un sujeto que reivindica la obediencia absoluta al orden y la ley (marchas que no solo reivindican la primacía de la propiedad privada, de la privatización de la libertad de expresión, sino que serían capaces de pararse ante un semáforo rojo en la vía “para no violar la ley”, y sólo si hay una cámara o periodista hacen algún teatro de confrontación con la policía para seguir el guión mediático, de lo contrario son besos y abrazos con ella: nada más idéntico a ellos que un agente de policía). En otras palabras, ell@s sostienen un proyecto de sociedad donde la libertad se convierte en sumisión total ante una legalidad y un orden real que garantice la soberanía absoluta del capital sobre el trabajo, del trabajo muerto sobre el trabajo vivo, del comando capitalista sobre la sociedad: Su único sueño: el reconocimiento de los derechos del consumidor, llamados por ellos “derechos civiles”. Una democracia de consumidores que –así no tengan los medios económicos para consumir- asumen “su ciudadanía” no desde el punto de vista de de quien se expresa, de quien produce, de quien piensa, de quien crea, de quien necesita decidir, sino desde el punto de vista de aquel que compra lo que ya esta hecho y decidido, así sean ellos mismos los que hayan garantizado la fuerza de trabajo para hacer posible ese producto (condensado en la mercancía) y esa decisión (condensada en la ley y el estado). En definitiva, una sociedad perfecta moral y políticamente donde nada se transforma todo se consume. Así son sus paredes en sus universidades y escuelas, absolutamente blancas y vacías y si ven alguna pinta, mural o graffiti hecho por algún descarriado chavista o rebelde fuera de línea, no ponen la suya sobre ella o al lado, “limpian” todo para volver a poner la pared en blanco esperando que llegue al fin un permiso de la alta jerarquía universitaria (absolutamente incuestionada) para que la coca cola ponga allí su publicidad; objeto comunicacional adorado por este sujeto y una pared vacía que simboliza su ideal de paz y armonía. Si vemos Globovisión desde un punto de vista semiótico como estético, o el manejo de sus códigos morales, más que los contenidos de contrainformación que lanzan, allí tienen el modelo acabado de libertad y democracia de este monstruo.

Como ya decíamos, no creamos que esto es un problema de unos cuantos sifrin@s, su autorepresión, la esclavitud voluntaria que pregona, el ideal del “buen obediente” tiene una amplia aceptación social sobretodo dentro de los núcleos familiares tradicionales de clase media baja y de los sectores asalariados relativamente privilegiados al menos frente a un mundo donde priva el desempleo y el subempleo. Nos referimos principalmente a l@s funcionarios públicos de carrera y los trabajador@s de empresas “pico” de servicios transnacionales y nacionales (que de hecho ya son la misma cosa, y su modelo de gestión, fachada y conducta empresarial, idénticos) sin excluir algunas franjas de la clase obrera (en Sidor el grueso de los trabajadores no quiere nacionalización ni control obrero quieren “acciones” de la empresa) y una juventud ansiosa de participar “en la rebelión del consumidor”. Ya hablamos sobre el problema político que esto implica y la posibilidad de una rebelión civil lograda por vía violenta o pacífica. Lo que nos interesa resaltar ahora es que esta “producción subjetiva” (insistimos que estos carajitos y todo lo que delante y detrás de ellos, no es sujeto “manipulado” por la CIA y los medios, es un sujeto “producido”, mejor dicho, “fabricado” por el aparataje capitalista, incluida claro está la labor de formación e infiltración de la CIA, partidos, centros de formación política norteamericana, medios, redes virtuales, etc). En el 2002 efectivamente se manipuló mediáticamente una situación concreta y de allí se organizó un golpe de estado, en este caso no se manipula –o al menos no solamente- se fabrica virtual y mediáticamente un sujeto político a partir de una subjetividad social real, o si se quiere una ideología encarnada, sembrada en los códigos del consumidor, el de deseo de obediencia, de ley, de orden, de tradición.

Venezuela es el Guernica del Siglo XXI, un laboratorio de destrucción completa de una situación de liberación en avance, aunque ya no se comienza con los bombardeos masivos (no confundamos esto con Irak que allí no había ninguna situación de liberación en avance, el análisis desde el punto de vista de la guerra en ese caso es muy distinto) sino con la producción milagrosa de un monstruo político fabricado con la fachada de la angelical juventud. Milagroso sin duda poner a 100 mil muchachos a gritar obediencia, ley, tradición, libertad para el rico silencio para el resto. Eso no es fácil, en otras épocas imposible, incluso en escuelas privadas, pero hoy aquí en Venezuela lo han logrado. El rechazo mayoritario al cierre de RCTV fue su materia prima, las coordinaciones medias estudiantiles de universidades privadas y algunas públicas, los capataces de fábrica, los mismos estudiantes (seres humanos iguales a todos pero que producen desde sus cuerpos dirigidos un sujeto colectivo prediseñado desde un lugar externo a ellos) su fuerza de trabajo bruta, el capital constante: sus medios de propaganda televisiva, radial y de prensa,, sus computadoras y celulares, sus carros y motos, el rector de la católica UCAB, la UCV y la USB, las direcciones estudiantiles y de partidos PJ y UNT, los ingenieros que armaron el diseño de producción, oligarquía y gobierno yankee ponen el capital y la estrategia general. La fábrica comenzó sus labores a principios de Mayo a través de la guerra mediática, la utilización de la imagen de la farándula y la movilización social, y un mes después salió el primer producto con una calidad casi perfecta. Igual que el bombardeo genocida a Guernica planificado semanas antes por los comandos militares italianos, españoles y alemanes. Su reto ahora es cómo generalizar el modelo, sus escenarios de producción y distribución, y cómo van a administrar y vender esa mercancía donde ya que tienen el problema de que no se venda bien en el mercado sociopolítico, que baje la productividad o se les desordene la fuerza de trabajo –y hasta se rebele una parte- con el tiempo (ya hay signos de eso) y no consigan la nueva fuerza de trabajo que necesitan: masas y juventudes de piel negra y cobriza, de pocos recursos pero en plena obediencia a ellos. De no conseguirla están fritos, muere su milagro y su proyecto de libertad.

Pero en todo caso por el lado de la derecha lo mas importante es que después de estar 18 años (27 de febrero 89), cultural y políticamente a la defensiva, sin propuesta ni sujeto capaz de generar un campo duro de hegemonía encarnizada en un sujeto político real, en estos momentos lo están consiguiendo dejando perplejas las esferas políticas e intelectuales instaladas hoy en el “oficialismo” y la dirección burocrática de estado. Estos últimos han propuesto “el debate” -buena táctica-, pero no hay nada que debatir. La hegemonía de la derecha esta hecha sobre un sujeto vacío y controlado, incapaz de producir desde sí mismo, mucho menos producir ideas y criterios, es solo un consumidor que grita ¡libertad!, ¡autonomía! en forma insignificante, tal y como lo ratifican en el texto leído en la Asamblea Nacional y luego salen corriendo. Ese vacío es su propia estrategia, su propio proyecto hegemónico y de sociedad: una sociedad ideal de control social absoluto. Lo curioso es como desde el bando burocrático, a pesar de que develan intenciones ocultas, “golpes suaves”, etc, se acusa de fascistas y “guarimberos” a los muchachos (nada más lejano a estos carajitos que el desorden público, su violencia mayor está esperando su momento dentro de los portaviones que divagan en golfo pérsico, la menor se esconde entre las oscuridades de la noche matando y amenazando a diario), en el fondo le hacen el juego a los valores y el vacío que esta nueva hegemonía contrarrevolucionaria. Envidia por estos “buenos ciudadanos” incapaces de rayar una pared, no quedándole otra cosa para acusarlos que decir que son “violentos” en vez de acusar lo más peligroso y destructivo de ellos: su pasividad, su nada, su “civilismo”, la monstruosa y destructiva paz que nos venden; es que son en definitiva los mismos intereses de clase actuando cada uno desde espacios políticos confrontados…por ahora. Ya quisieran tener los alcaldes de Caracas, el ministro de comunicaciones y de relaciones interiores, una camada de carajitos que griten en su favor con igual comportamiento y eficiencia que los niñitos ricos. Sin embargo, el aparato de estado es demasiado bruto y torpe para arropar y generar una perfecta maquinaria de producción política como lo ha hecho la empresa capitalista, a pesar de lo aplastante que puede ser su presencia y su manipulación –allí si- al interno de la contraofensiva revolucionaria que por pedazos disgregados empieza a brotar. Sobre este punto trataremos en la otra parte de este artículo.



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Roland Denis/PNA-M.13 A

Luchador popular revolucionario de larga trayectoria en la izquierda venezolana. Graduado en Filosofía en la UCV. Fue viceministro de Planificación y Desarrollo entre 2002 y 2003. En lo 80s militó en el movimiento La Desobediencia y luego en el Proyecto Nuestramerica / Movimiento 13 de Abril. Es autor de los libros Los Fabricantes de la Rebelión (2001) y Las Tres Repúblicas (2012).

 jansamcar@gmail.com

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