Una Revolución Infiltrada

La revolución que dirige el presidente Chávez es la más infiltrada del mundo. Toda revolución comienza con una gran erupción de energía, tomando los puesto claves del gobierno para impedir los sabotajes, para darle vitalidad y eficiencia a los cambios, para dotar al estado de un cuerpo defensivo y ofensivo confiable. Pero la revolución bolivariana se inicio con un cuarto poder infiltrado y podrido por los adecos y copeyanos que no se fueron sino que se quedaron jodiendo y perturbando. Ese cuarto poder podrido que es la madre de la corrupción que le da tan mala fama a la revolución, que negocia con pasaportes, que duerme feliz y copula cada mañana con la contrarrevolución, que carga con ese jumento de vagos y mantenidos metidos en las oficinas de las gobernaciones chavistas sin hacer un carajo, esperando que algún día se forme un despelote para volver por sus fueros, felices bajo la férula de otro William Dávila Barrios u otro Rondon Nucete. Y uno saben dónde están estos infiltrados, cómo joden de lo lindo, como nos besan los carrillos y nos muestran las muelas cuando nos saludan. Pero debe ser que saben culear. Yo, desde hoy, hago el juramento de no besar más adecas o copeyanas de la gobernación. Allí, dueños de la información, dueños de la plata, dueños de la contra-información, padres, madres y putas del sabotaje que no tiene fin, y que van haciendo su lenta pero formidable labor de zapa. ¿Y por qué vacila, porqué tarda tanto el gobernador en salir de esta gente? ¿A qué le teme? ¿Por qué tan condescendencia con estos criminales que hacer crujir todo por dentro y que provoca tanta degradación, tanta frustración en el pueblo, en la lucha, en la ofensiva? ¿Por qué se espera tanto para reformar las direcciones vitales del Estado? ¿Por qué se actúa con tanto complejo de inferioridad, con tanto culillo y con tanta tembladera y no se procede de una buena vez a darle un vuelco a una administración plagada de burros, de lerdos, vagos, inexpertos, inútiles, grises, oscuros, palurdos y burdos burócratas? ¿Hasta cuándo, tendremos que calárnoslos, señor gobernador? Esta es la única revolución que duerme mientras les están hundiendo el terreno en la Salud, en la Educación, en la OCI. Y pareciera que no se toman medidas, como si el propio gobierno estuviera agotado, arrinconado, desilusionado, acojonado, resignado a convivir con los viejos malditos adecos o copeyanos de siempre. Todavía tenemos miedo de gobernar, de sentir que tenemos el poder. Nos avergüenza tener que dar órdenes y mandar para el carajo a los que no quieren cumplir con su deber. Y uno aquí arrecho, impaciente, amargado, frustrado, viendo a tantos coños de madre infiltrados que nos ponen trabas para todo y que apuestan constantemente a que nos arruinemos, a que fracasemos, a que nos derroten. Uno arrecho, y los otros, los que mandan, parecieran felices, viajando, en eternas giras, en eternas reuniones, infiltrados, infiltrados, infiltrados, infiltrados, infiltrados, infiltrados, infiltrados, infiltrados, infiltrados, infiltrados, infiltrados, infiltrados, infiltrados, infiltrados, infiltrados, infiltrados, infiltrados, infiltrados,... ¡qué contrasentido, Señor! Ahora lo que falta es que esos propios infiltrados se arrechen y le den órdenes al gobernador para que nos jodan, para que nos acorralen y nos aniquilen, porque así ha ocurrido en el pasado. ¡Ave María Purísima!



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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