Nadie ha rebatido que las distintas escuelas filosóficas de la antigua Grecia fueron las encargadas de formar la totalidad del pensamiento y conocimiento del mundo occidental. Por demás, se argumenta que la conducta de cada occidental se adecua, de alguna forma, a alguna de estas escuelas. La primera escuela, fundada por Tales de Mileto, (según Aristóteles, el primer filósofo), se denominó: Escuela Cosmogónica, por supuesto, el hombre ante la inmensidad del universo preguntándose su rol, su papel ante tan grandiosa creación o no. Por allí andan aún astrónomos escudriñando la infinitud de la grandeza y especulando tal y como en su oportunidad lo hizo Tales por allá en el 600 a.C. No miden todavía lo más grande los cosmogónicos.
La escuela de los atomistas, con Demócrito de Abdera al frente, se fue a la inversa, hacia el micro universo, defendió que toda materia estaba compuesta por elementos originarios, eternos, infinitamente pequeños, al punto que son imperceptibles a los sentidos humanos, quizás equivocado cuando dijo que eran indivisibles. La utilización que resultó al derrumbar este principio de indivisibilidad, fue horrenda en Hiroshima y Nagasaky. Se liberó la energía del átomo de hidrogeno y se volcaron las pailas del infierno como si Abaddon, el ángel exterminador, se hubiese ensañado para que pagasen la locura de unos pocos japoneses inocentes que no fueron consultados sobre Pearl Harbor, lo que indefectiblemente los liberaba de responsabilidad. No miden todavía lo más pequeño los atomistas.
Los más fáciles de ubicar en la contemporaneidad son los seguidores de Epicuro de Samos, creador de la escuela Epicureista, cuyo principio es la búsqueda del placer…pero con prudencia. El fin de la vida humana es el placer… decía, al logro del supremo bienestar tanto corporal como espiritual lo llamó ataraxia. Lo de la prudencia se utiliza hoy en día incluso en algunas bebidas lícitas que generan alguna particular euforia, relax o alegría. Hubo también, en esta tendencia de placer, los denominados Hedonistas Cirenaicos, que consideraban la satisfacción de los deseos personales por encima de los intereses de los demás. Su lema: "primero mis dientes, luego mis parientes", planteamiento que en la contemporaneidad fue asumida por el eximio pintor surrealista Salvador Dalí: "Yo me como a Leda y Leda me come a mí", absolutamente visceral.
Pitágoras de Samos por su parte, fundó la Escuela de los matemáticos. Quién no disfrutó su teorema en estudios secundarios?. Su principio fue que en su nivel más profundo la realidad es de naturaleza matemática. Hoy existe un paradigma infranqueable, la realidad sólo se lee a través de la lógica y la matemática.
Y por supuesto están los Sofistas… con Protágoras de Abdera liderando. Se considera el más hábil argumentador de todos los tiempos. Padre de la ortoepía, cobraba altísimas sumas por enseñar este correcto uso de las palabras. Lo cierto es que para los sofistas era más importante la lógica elocuencia que la verdad. Llevar a la convicción al oyente con una retórica de acero, que lo expresado era cierto. Cuando escucho los argumentos explanados por políticos de todo el mundo, vendiendo lo que evidentemente es falso, lo que convierte su oferta en la más baja demagogia, tiemblo de solo imaginar que ilusos espíritus se están dejando arrastrar, como hipnotizados por la gran boa de la mentira, y que siendo mayoría, indefectiblemente nos hunde también en la podredumbre, por la inercia que representa el concepto también creado por los griegos, acerca del gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, como lo definió Abraham Lincoln en su célebre Discurso de Gettysburg: Demokratia o democracia, con su terrible axioma: la mayoría tiene la razón.
Hemos tenido oradores en la historia de la humanidad, seguidos por grandes mayorías, que arrastrados por este liderazgo mesiánico, se han embarcado en un sueño que al final ha tenido un desenlace más bien de pesadilla. Hitler, Mussolini, Mao…son solo algunos ejemplos de praxis sofista, materializada en un holocausto o en la ejecución de miles de personas en las manos ensangrentadas del llamado Clan de los Cuatro, liderado por la Sra. Mao en una salida denominada la Revolución Cultural. En Corea del Norte, el orador fue Kim II-sun, tan eficiente en su discurso, que en extremo, la Asamblea Suprema del Pueblo, lo designó como Presidente Eterno de la República, cargo que ha su muerte nadie ha ocupado, ni su hijo Kim Jong-il, designado por la misma Asamblea como sucesor de su progenitor.
Recuerdo cuando finalmente fue electo Rafael Caldera en su primera elección. Fue celebre su discurso en inglés, ante el mundo, y "sin papel" se vanagloriaban sus seguidores. Por cierto que representaba un movimiento político llamado Social Cristianismo, cuyo ramo radical y verdaderamente revolucionario se etiquetó como Comunitarismo, partiendo del Cristianismo Primitivo, y que se pretendió plasmar a través de la Reforma Agraria en nuestro país. Allí están algunos asentamientos campesinos en el Estado Lara prueba de nuestros dichos.
La presentación de Teodoro Petkoff en el Cine Bolívar de Carora, un economista graduado con laureles en la Universidad Central de Venezuela, fugado del Cuartel San Carlos; quien venía de escribir dos libros que criticaban, (como los hermanos Cohn- Bendit en el Mayo Francés), en lo que se había convertido la puesta en práctica de las ideas de Marx : " Checoeslovaquia: El socialismo como problema" y por supuesto "Proceso a la Izquierda" ; fue para nosotros todo un acontecimiento en el mundo de la oratoria y la gran ruptura con los Partidos Comunistas del mundo. Rómulo Betancourt por su parte, con su "conciudadanos" como introducción, para luego vendernos una nueva forma de liberalismo denominado Social Democracia, hasta creó la palabra parafernalia. Luego de toda esa jerga política histórica, podemos tener una clara conclusión a lo Nietzsche: solo basta ser humano para (me gustaría poder usar una expresión escatológica, referida a nuestros desechos corporales, pero por respeto al lector me limitaré), corrompernos y desvirtuar todas las teorías que en principio siempre persiguen el Bien Común erradas o acertadas.