El milagro kurdo. Ocalam y el sentido de la revolución 4: la mujer, la tierra, la democracia

El verdadero amor dice Ocalam, “es la emoción de sentirse partícipe en la creación de universo”. Con el nacimiento del ciudadano y del Estado-nación, estamos frente al advenimiento de nuevos dioses, nuevos cultos, que en este caso están relacionados con el salto del mercado hacia el capitalismo y la creación del método científico desde el renacimiento hasta hoy. La precisión que hace Ocalam respecto a este salto histórico es reiterativa en todo el texto. Se quiebra la relación sujeto-objeto, mientras como diría Hegel, el ser humano como Dios observa el universo como a él mismo. Buscando las raíces ciertas de la verdad, tratando de liberar la conciencia de los atavismos mitológicos, el ser humano se enrumba hacia nuevos cultos, que producirán una alienación cada vez más onda del hombre frente al mundo. Se encierra en su propio culto generando el desarrollo de una sociedad terriblemente competitiva e individualista, la imposición del sexismo y el consumismo, que van poco a poco moldeando lo que en un inicio era una figura de encuentro y democracia, es decir el ciudadano. El ciudadano sujeto aparentemente igualitario y soberano de sí mismo, termina convirtiéndose gracias a la ciencia dominante y el capitalismo (lo que Ocalam llamará la “modernidad capitalista”) en el asesino de su misma gesta. Es por ello que el amor como emoción sublime del ser queda desasistido de toda relación con el universo para arriconarse en un mundo completamente cosificado y sexualizado. La sociedad que vive en el nombre del amor que las grandes religiones monoteístas legaron a la modernidad, en este caso y en nombre de él se destruye a sí misma.
 
El problema del quiebre hombre-naturaleza, servirá a Ocalam para argumentar respecto a la razón de las grandes líneas estratégicas que guiará la nueva etapa de la lucha kurda. La mujer, la tierra, la democracia, en este caso no son figuras de utilería política como puede serlo en cualquier contexto partidario dentro del Estado burgués, que hacen de estos elementos argumentos de su permanente demagogia. El quiebre binario: espacio-tiempo, cuerpo-alma, hombre-naturaleza, sujeto-objeto, placer-dolor, propios del cientificismo moderno, constituyen la “ontología de la civilización moderna”, por lo cual las tareas emancipatorias deben estar en primer lugar centradas hacia la posibilidad de superar ese quiebre, superar la ciencia de la dominación y las instituciones ligadas a él comenzado por la figura del Estado-nación y encauzar la lucha hacia una nueva “naturalización del ser humano” tomando prestadas las palabras de Marx en los Manuscritos.
 
Nuevamente el sentido holístico del pensamiento de Ocalam es capaz de producir nuevas estrategias y sujetos revolucionarios. La “vida libre” recupera la magia del vivir. La nueva ciencia es a su vez mágica y cosmológica (“cuántica” dirían muchos científicos hoy), no se queda atada a la precisión del número ni la cuantificación del universo. Estamos entonces a las puertas de un movimiento revolucionario que promoverá una nueva sensibilidad y una nueva razón. Juntas van advirtiendo las tareas fundamentales del presente y es allí donde empiezan a aparecer la mujer, la tierra y la democracia, como elementos prioritarios dentro del programa de liberación. Estos tres elementos son una causa de lucha perfectamente comprensible dentro de un mundo globalizado cada vez más déspota, ecosida y patriarcal, pero a la vez, y más allá del asunto de “derechos”, estamos hablando de propósitos políticos que juegan exactamente el mismo papel que jugó en su momento el proletariado para marxistas y anarquistas, como único sujeto en la posibilidad de liberar a la humanidad entera.  La humanidad se liberará en la tierra, en la mujer, en el despliegue de sistemas confederativos, cooperativos y autogobernantes, que terminen de resolver el problema de la opresión y el quiebre binario del pensamiento y la existencia, que no hizo más que agigantarse en la época moderna. Por esto, dirán otros tratados de Ocalam, antes que la liberación de clase, antes que la liberación nacional, es prioritaria la liberación de la mujer, no sólo desde la perspectiva reduccionista de género, sino como símbolo de la liberación de toda la humanidad. La opresión humana comenzó con el despedazamiento de la “diosa-madre”, y la esclavización y utilización del cuerpo de la mujer, de allí la importancia universal que tiene esta figura. Al igual que el problema de la tierra, con las primeras formas de Estado se distancia el ser humano de la magia del mundo, comienza como diría Ocalam a desarrollarse exclusivamente el lóbulo izquierdo y analítico del cerebro y con el ello se van dando cuerpo a instituciones, ideologías, que fueron olvidando por completo la raíz natural del ser humano, buscando un ser divino en la tierra que terminó matando su madre esencial la tierra.
 
Por ello, no estamos tampoco dentro de un ecologismo ingenuo y fracturado del resto de la tareas de liberación, estamos ante el despeje de una cadena de luchas que deben sintetizarse en el problema de la tierra como uno de los principales cometidos de una lucha que vaya hacia la búsqueda de un reencuentro progresivo del hombre consigo mismo, es decir con su naturaleza.
 
La “sociedad natural, orgánica y libre”, nunca dejó de existir desde el neolítico, esta es una observación muy sabia del autor, dejando en claro posiblemente la lucha ancestral por excelencia del ser humano. Nunca dejó de confrontar la naturalidad con una urbanidad que en la medida en que fue creciendo fue al mismo tiempo absorbiendo la representación de lo humano frente a sí mismo. Incluso dentro de las mismas ciudades esa “sociedad natural, orgánica, libre”, logró sobrevivir entre sus paredes, entre los laberintos urbanos de la pobreza que se respondieron por el mundo entero. Por eso dirá Ocalam que el Estado ha sido un enemigo milenario ante ella, y por ello el programa estatista, lo que entendimos por mucho tiempo como el “socialismo real” tiene que ser desechado por completo. El Estado inspirándose en el filósofo Deleuze, es una “máquina de mentira”. Un nudo primero de la cadena histórica de la explotación que tiene que ser resuelta definitivamente. La democracia, al igual que el problema de la tierra y de la mujer, es igualmente un cometido esencial y ontológico que nada tiene que ver con el democratismo liberal, o la simple invocación de federalismos formales estilo Suiza, como muchos marxistas han atacado a Ocalam. La democracia definitivamente tiene que convertirse en el fin del Estado, de la modernidad capitalista, para dar paso a lo que Ocalam llamará la “civilización democrática”.
 
 Sin duda la raíz anarquista de este planteamiento es obvia, ahora el problema como vemos no puede quedarse en el problema en sí de la forma-Estado y su destrucción como centro de todo el programa revolucionario. Frente a ella caben muchas alternativas tácticas como lo han demostrado los mismos kurdos a la hora de enfrentarse a la situación de guerra en Turquía y Siria. El problema radica en la praxis democrática y autogobernante que debe reemplazar al Estado, elemento que los seres humano estamos a estas alturas apenas redescubriendo luego de no menos de 5 mil años en comenzó y se explayó por el mundo la dominación estatista. El viejo comunismo libertario de Kropotkin y la CNT española, vuelve a tomar respiro pero rompiendo con las ataduras dogmáticas y sobretodo integrando esta lucha a un complejo de elementos, la mujer, la tierra, entre otros, que sin ellos dejan de tener todo sentido. El “hombre natural” que muchos anarquistas invocaron a la hora de que se entienda la inutilidad del gobierno de Estado, en el caso de la obra de Ocalam es precisada y redescubierta históricamente en la mujer y la tierra. No estamos entonces ante abstracciones utópicas en que el viejo anarquismo cayó en muchas ocasiones. Estamos frente a un pensamiento materialista que reivindica como ninguno la “metafísica” y el pensar humano, que trata de fundamentar integralmente lo que hoy en día representa la lucha libertaria. La democracia por tanto no es un formato representativo de gobierno. Todo lo contrario, la democracia en el caso de Ocalam es un postulado civilizatorio que habrá que construir y aprender día a día, dentro de cada acto que produzca el movimiento revolucionario, como brillantemente lo están demostrando las organizaciones y milicias kurdas en el norte de Siria. Principio central de la “revolución de Rojava”.
 
La primera gran victoria es entonces hegemónica. La organización que en este caso no le ha quedado otra salida que vivir la guerra como el escenario permanente de su desarrollo, ha podido sin embargo salir del simple guerrerismo y hacerse a sí misma una parte esencial del desarrollo cualitativo de un pueblo, ofrendándole su lucha a la humanidad. La organización en guerra es la fachada primera, el frontal inmediato por donde se defienden saltos cualitativos radicales que convierten al pueblo kurdo en la primera vanguardia de la lucha revolucionaria en el Medio Oriente; es el oferente principal de un sentido de la revolución que trasciende el simple espectro de la guerra de clases sin destino para convertirse en una nueva conciencia sostenida en el principio matriz de la vida libre. La organización se convierte en un verdadero proyecto de sociedad gracias al trabajo paciente que va haciendo de la mujer, la tierra, la democracia absoluta (por decirlo en términos del filósofo Spinoza) en la inspiración que subyace detrás de toda esta gran gesta de lucha. De allí la trascendencia de un postulado desde el cual una gigantesca comunidad sin Estado, pueda no obstante unificarse rompiendo todos los destinos estamentarios y despóticos que perduraron con el desarrollo del capitalismo y de la forma-Estado que en sus distintas versiones. Desde la más liberal hasta la más fascista, acompañaron “esta gran prostituta que es el poder-Estado”, dirá Ocalam. El movimiento de liberación kurdo demuestra que no se necesitará de esta gran bestia burocrática para unificar la sociedad, para garantizar su estabilidad y libertad, solo de la espiritualidad que produce la causa liberadora y de las instituciones que va construyendo como poder constituyente en permanente desarrollo.
 
 
Adjuntos los links de las primeros 3 articulos de este trabajo:
 
 
 
 
Para profundizar en el tema recomiendo la descarga y lectura del siguiente material
 
Libro: CIVILIZACIÓN, La era de los dioses enmascarados y los reyes encubiertos
Autor: Abdullah Öcalan
 
 

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Roland Denis

Luchador popular revolucionario de larga trayectoria en la izquierda venezolana. Graduado en Filosofía en la UCV. Fue viceministro de Planificación y Desarrollo entre 2002 y 2003. En lo 80s militó en el movimiento La Desobediencia y luego en el Proyecto Nuestramerica / Movimiento 13 de Abril. Es autor de los libros Los Fabricantes de la Rebelión (2001) y Las Tres Repúblicas (2012).

 jansamcar@gmail.com

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