¿Hasta cuando?

¿Esperar? ¿Pero que esperar?

¿Que el pueblo, este viento que los tronos despedaza,

Venga abismos a cavar? (Castro Alves, poeta brasileño)

La estulta suposición que la lucha de clases se interrumpe hasta que podamos tener una visión absolutamente clara, límpida e indiscutible de su realidad concreta, lo que su vez sería obtenido a través de debates, discusiones y críticas en lo campo de la búsqueda de un (absurdo) consenso, todo eso, no es de verdad más que una grave estulticia heredada de la estupidez reformista. Pero es lo que parece ocurrir con parte de la izquierda venezolana hace algún tiempo. ¿Por qué?

Antes que nada, tenemos que considerar esta cuestión en su ámbito histórico mundial. Desde que la Unión Soviética hizo opción formal por el reformismo institucionalista en el año de 1936, estrategia en la que se legitimaban alianzas democráticas con las burguesías nacionales en las luchas socialistas en todo el mundo, el reformismo se cambió en verdad natural atestada por el poder soviético. Fue el marxismo, así, lanzado a la basura. Las tentativas programáticas que se presentaran como alternativas al reformismo – el trotsquismo como la principal de ellas – se mostraran incapaces de hacer presentes en las luchas de clases las teses básicas y fundamentales de la teoría y de la práctica del marxismo.

Quizás la característica la más típica del reformismo y de las equivocadas alternativas a él sea la del desprecio a la realidad concreta, el abandono del principio leninista de análisis concreto de la situación concreta. Abandono que, al final, significa la adopción del subjetivismo como método de hacer política.

En caso de Venezuela, ese olvido del principio de materialidad en la práctica revolucionaria se identifica en la persistente incapacidad de gran parte de la izquierda insistir en no comprender la naturaleza del campo de lucha en el que se encuentra instalado el conflicto entre burguesía y proletariado. Hay aquellos, los más atrasados, que suponen vivir la lucha en Venezuela en algo como una etapa ideológica, en la que la prioridad sería ‘ganar corazones y mentes’ para la causa de la revolución. Por supuesto, sus defensores no saben de eso, pero lo hacen. Los siguen, más adelante, aquellos que suponen vivir el país en el campo ‘político’, destinando sus esfuerzos a lucha institucional, electoral como camino a la revolución o, lo que es lo mismo, el camino de la revolución. Y, a la izquierda, aquellos que intentan una acumulación gradual de sus propias fuerzas, suponiéndose el único núcleo real de un partido comunista revolucionario, despreciando la elementar lección de que la profundización de la luchas de clases – el fuego de las luchas de clases, dijo Lenin – é que podrá apuntar el camino concreto a la construcción del partido revolucionario del proletariado. Tengamos todos muy claro que sin la consideración real, material, de la coyuntura en su movimiento proprio jamás conoceremos el camino a seguir.

Y la materialidad de las luchas de clases apunta inexorablemente para que las luchas de clases en Venezuela se sitúan, hace tiempo, en fase militar. Eso nos parece decisivo e indiscutible. La hipótesis de una reversión de los corazones y mentes de todo el proletariado, o de su mayoría, a la causa del bolivarianismo es no más que un sueño hoy. La más que eficiente guerra económica desencadenada por la burguesía obtuvo todo el suceso que podría, al desacreditar el bolivarianismo en el seno del proletariado. ¿Chantaje? Por supuesto, la burguesía es y siempre será chantajista. No esperemos otra cosa de ella. La prueba clara e incontestable de la victoria burguesa fue el resultado del 6D. No hay lo que hacer en eso. De otra mano, no podemos creer en la fantasía reformista que una revolución proletaria exigiría la participación activa de todo el proletariado. Votar, todos votan. Pero hacer la revolución, solamente la vanguardia de ese proletariado la hace. Una vanguardia que crece vigorosamente en el momento de la toma del poder, pero que no deja de ser vanguardia.

Pero ese crecimiento de esa vanguardia dispuesta a dar su sangre por la revolución (Lenin) atinge niveles de conciencia que no son permanentes, independientes de los cambios coyunturales. Y si eso ocurre en nivel de la vanguardia, mucho más ocurrirá en el seno del pueblo en general. La burguesía sabe muy bien el modo de actuar para atacar a la conciencia revolucionaria. Usa el hambre. El desabastecimiento, la guerra económica. En síntesis, se puede asegurar que el bolivarianismo no volverá a ganar elecciones en Venezuela. Tiempo ideal de recuperación hay, por supuesto. Pero no hay tiempo real en razón de una agudización de las luchas que las puso irreversiblemente en la fase militar.

Las Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas, lo sabemos, se forjaran en remotas y recientes batallas heroicas en defensa de los de abajo. La demostración de su alineamiento a Chávez – y a todo que él representa y siempre representará – en la tentativa del golpe fascista del 2002 es prueba contundente de eso, no podemos olvidar. Al mismo tiempo que conocemos el carácter popular de las FANB, tenemos que llevar en cuenta que poder ningún, en tiempo alguno, puede sobrevivir al hambre de su pueblo. Y sabemos igual que la guerra económica burguesa seguro va a encontrar medios de proseguir mismo con todas le medidas que el gobierno Maduro venga a tomar. Puede hasta dejar de ser en forma de acaparamiento etc., pero la burguesía sabe que siempre podrá jugar sobre los defensores del proletariado la culpa por el hambre que ella provoca. Por eso trabaja duro por el referendo en contra de Maduro.

Venezuela y los venezolanos son ejemplos de valentía y coraje en lucha por la revolución proletaria. Ayer y hoy. Nadie puede tener duda cuanto a eso. Exactamente por eso, nosotros nos sentimos en el derecho de proponer aquí la reflexión sobre la necesidad de la izquierda venezolana asumir la prioridad de la lucha militar. No se trata más de pensar frentes o acciones conjuntas en torno de objetivos de agitación, de propaganda o de organización para luchas parciales. Hay que mirar al poder y el estado burgués. Y mirarlos militarmente. En ese cuadro, por ejemplo, el trabajo junto a las FANB no puede centrarse en banderas genéricas de defensa nacional etc. Hay que convocarlas al erguimiento de un estado proletario y a la destrucción de la gran propiedad privada, nacional o multinacional, de los medios de producción. Se trata de cuestión de sobrevivencia. Simple de así.

¿Hasta cuando vamos esperar que alguien venga a nuestra puerta ofrecernos el poder? ¿Hasta cuando?

Venceremos!

Leovegildo Leal es militante del Movimento Marxista 5 de Maio/MM5-Brasil

leoleal46@uol.com.br



 



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