El lenguaje en la política

Tenía razón mi vecina cuando se alejó de la política por considerar que estábamos en una época en que el respeto por las personas se había perdido. Hoy el lenguaje utilizado por los políticos constituye la punta de lanza de las nuevas confrontaciones en el campo de la política como tal. Al respecto, como si fuera una moda, Soler(2006) refiere que "En estos últimos tiempos, el insulto, la ocultación de la verdad y la descalificación sistemática se han ido apoderando progresivamente de la lengua que utilizan nuestros gobernantes y representantes en los foros políticos y en los medios de comunicación, convirtiendo así el idioma en un medio de expresión barriobajero y hasta soez, que podríamos presentar a nuestros estudiantes como ejemplo de lo que nunca se debería decir, si se tienen en cuenta valores universales como la urbanidad y la ética"(Pág. 997)

Se puede interpretar en la anterior cita, la preocupación de la autora, que coincide con la forma de actuar de muchos políticos venezolanos que están dejando a un lado la oportunidad de que el idioma se convierta en garantía de convivencia y comprensión mutua, como lo señala Carreter(Citado en Soler, pág. 997) sobre todo cuando se está luchando por fomentar un dialogo que parece alejarse cada vez más.

Para conformidad de todos es preciso acotar que en el caso venezolano, actualmente, los bandos enfrentados por el poder tienen entre sus virtudes el manejo soez del lenguaje, que deriva en un discurso basado, según Soler, en "La vanidad, la seguridad en sí mismos, la posesión de la verdad absoluta y la denuncia feroz de los errores del adversario, real o inventada" Bajo estas premisas se intuye que doblar el brazo al otro está siendo una tarea difícil en nuestro país, desde el punto de vista político, razón por la cual, Landero(citado por Soler) señala que "Los mensajes de los políticos son muy pobres, están logrando el abaratamiento del lenguaje".

Por ejemplo, el caso más reciente sucedió después de la participación de Hermann Escarra y el ex-fiscal, Isaías Rodríguez, al manifestar que los actos de la actual Asamblea nacional son ilegales e inconstitucionales. De inmediato obtuvieron respuesta a través de la descalificación personal, de lo que se puede considerar agresiones verbales. Y esto parece ya costumbre en Ramos Allup que dijo lo siguiente respecto a Escarra: "El voluminoso jurista de cabeza atocinada es capaz de decir que lo cuadrado es redondo para cobrar sus "deshonorarios" en dólares". Y en cuanto a Rodríguez señaló: "Todos sabemos que el ex fiscal que leía la verdad en los ojos de sus testigos estrella es un jurista intestinal. Vago enchufado". En todo caso, parece que la inmunidad parlamentaria se hace extensiva hasta la impunidad del insulto. Pues, como lo señala Cruz (citado por Soler) "…Cuánta impunidad asiste al que insulta, hiere, reconviene y ensucia".

¿Cómo calificarían estos insultos frente a la posibilidad de un dialogo político entre gobierno y oposición? Sin duda estos insultos, pudieran convertirse en la continuación de dimes y diretes que provocarían más crispación del clima político y por ende la degradación de las personas, mientras se siga según Soler "subiendo el tono de los adjetivos, verbos y adverbios; el uso de apodos y motes degradantes y, concretamente, el paso al insulto, pasando por la mofa, el menosprecio y el uso sistemático de la mentira." (pág. 999)

Ante esta realidad sería aconsejable y preferible a los que resultaron insultados por Ramos Allup, no responder a tales agravios y considerar que el respeto ha desaparecido del discurso de los políticos actuales, siendo sustituido por el feísmo del cual Rivas (citado por Soler, pág. 1000) señala que "Un lenguaje feo, en boca de un político o un jurista, adelanta ideas feas, leyes feas que afearán la realidad". Es decir, el discurso político, aunque emotivo y vehemente, debe ser respetuoso.

Para finalizar, tal parece que la inmunidad de nuestros parlamentarios no les da derecho a insultar al otro, así como tampoco a manejar el lenguaje según su conveniencia y las circunstancias. Particularmente, creo que la violencia verbal caracterizada por herir, ofender, calumniar, insultar, burlarse de las características físicas de las personas, etc., es admitir la superioridad del otro. Esta forma de hacer política debería ser marginada y comenzar hacerla con P mayúscula.

Referencia:

Soler E, D (2006) El habla de los políticos. Del eufemismo al insulto,

http://cvc.cervantes.es/ensenanza/biblioteca_ele/asele/pdf/17/17_0997.pdf




 



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Jesús Rafael Barreto


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