Diálogo y guerra civil

El tema del diálogo entre los dos bloques en pugna en Venezuela vuelve a estar en la palestra. El gobierno y la oposición, agrupada en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) retoman el asunto, pero con una falta de seriedad y de compromiso que produce escalofríos.

En esta oportunidad se cuenta con la mediación del expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero e, incluso, se asoma por allí el Vaticano. Sin embargo, tanto el ejecutivo nacional como la MUD tienen la equivocada idea de que diálogo implica entreguismo, debilidad o traición de los principios. Además, resulta evidente que tanto uno como otro bloque piensa que está en condiciones de aplastar de manera definitiva al otro y aquí radica, tal vez, el mayor peligro para que estalle la violencia fratricida.

El lenguaje de odio, el desconocimiento absoluto del otro, el irrespeto y los constantes mensajes llamando a la violencia pueden desencadenar en un conflicto que, solamente, beneficiaría a los grandes centros de poder que tomarían por asalto nuestros recursos naturales, sobre todo la vasta riqueza petrolera que yace bajo nuestros suelos.

Debemos tomar en cuenta que la palabra mal empleada, como instrumento de manipulación y terror, puede ser un arma temible. Adolf Hitler hizo de su oratoria una herramienta de odio que abrió las puertas al genocidio. Igual ocurrió en Ruanda, hace poco más de dos décadas, cuando llamados asesinos transmitidos, fundamentalmente, por la radio impulsaron el exterminio de cientos de miles de seres humanos.

El presidente Nicolás Maduro, como jefe de Estado, tiene la principal responsabilidad de llamar a un diálogo sincero, evitando que otros personeros del Psuv lo pongan en peligro con señalamientos destemplados y extremistas que son los que, precisamente, ansían los buitres que sobrevuelan nuestros yacimientos.

Nelson Mandela convocó a los blancos para construir una nueva Sudáfrica, tras décadas de racismo y apartheid. El gran líder no se dejó llevar por algunos aliados suyos que le aconsejaban una política de retaliación contra los afrikaners. Mandela tuvo la valentía, el coraje y la firmeza para ganar el corazón de sus antiguos enémigos en lugar de enfrentarlos con saña, evitando así una guerra civil en su país.

Son muchos los casos de diálogo que se han dado entre facciones aparentemente irreconciliables, pero que entendieron la inviabilidad de luchar a muerte.

El Salvador es un buen ejemplo. Tras doce años de guerra civil entre el gobierno y el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN), con más de setenta mil víctimas mortales y miles de desaparecidos a cuestas, se hizo inevitable el diálogo para llegar a acuerdos. Actualmente el FMLN gobierna esa nación centroamericana.

Igual ocurrió en Nicaragua, cuando los sandinistas establecieron conversaciones con los "contra" que acosaban con prácticas abiertamente terroristas al gobierno de Daniel Ortega. Pero, era necesario hallar puntos de encuentro.

Recientemente, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC-EP) firmaron un histórico acuerdo de paz con representantes del ejecutivo neogranadino, en lo que ha sido un innegable triunfo político para el presidente Juan Manuel Santos.

Ejemplos abundan, pero en casi todo los casos, el diálogo se llevó a cabo luego que las masacres se hicieron presentes, martirizando naciones enteras. Solamente espero que tanto el gobierno como la oposición venezolana tengan la voluntad política para conversar seriamente y alcanzar acuerdos, antes que la violencia los alcance a ellos y al pueblo.

carlosaquino75@gmail.com



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