Cómo fue la conjura contra el Congreso de Panamá

Terminada la guerra de independencia en 1825, dos grupos se van a enfrentar por establecer una política hemisférica común, por un lado el genial Bolívar, y por el otro los mercantilistas Tomás Jefferson, James Monroe y Henry Clay.
La política internacional desde la capital en Bogotá la manejaba Francisco de Paula Santander cuya visión era la de un negativo y estrecho provincialismo. Santander no buscaba otra cosa que empecinarse en separar la Nueva Granada del resto de lo que conformaba la Gran Colombia, porque sus méritos militares estaban muy por debajo de todos los Generales en Jefe que había ganado las grandes batallas, entre los cuales había uno sólo granadino, José María Córdova. Su futuro entre la pléyade de laureados militares venezolanos era mediocre. Entonces hará muy bien su papel de saboteador el Congreso de Panamá, colocándose del lado de la política colonialista de los yanquis, revolviendo las aguas de las intrigas para que a la postre la nave de la gran nación colombiana se vaya a pique. La posición hemisférica que plantearán los gringos será la del Big Stick, la del Garrote. En realidad entonces, que el génesis del Panamericanismo viene en parte a ser obra de Santander, con sus enredos y la manera como desoye las órdenes del Libertador en cuanto a la manera como debe organizarse aquel fundamental Congreso.

El diplomático estadounidense Richard C. Anderson, llevaba en la mochila de sus planes que desenvolvería en Bogotá, la política de Jefferson, la de “absorber las colonias españolas pedazo a pedazo”. El método con el que le arrebataron a México, con la “guerra de Tejas” provocada por los algodoneros esclavistas, 944,825 millas cuadradas. Es decir, el territorio que hoy ocupan los estados de Texas, California, Arizona, Nevada, Utah, Nuevo México y Colorado.
Bolívar no pensó que los Estados Unidos pudieran formar parte del Congreso de Panamá porque ¿cómo podían ser incluidos en esta unión conociendo la posición colonialista de Jefferson, Monroe y Henry Clay y, porque las instrucciones de los delegados de Estados Unidos a este Congreso iban plagadas de órdenes opuestas a la liberación de Cuba y Puerto Rico?

Esto lo tenía que saber muy bien Francisco de Paula, porque Bolívar estaba claro en que sin las alianzas era prácticamente imposible mantener unificados los Estados recién constituidos. Era necesario pues, crear un plan de defensa hemisférico entre todos los pueblos recién salidos del colonialismo español, y debían prepararse para no caer en la garra de otro feroz imperio.
Decía genialmente el Libertador, que nuestra América estaba desencontrada de sí, porque estaba abandonada de todas las naciones; aislada en medio del universo, sin relaciones diplomáticas ni auxilio militares, y combatida por la España. Que cuando los sucesos no están asegurados y los estados son débiles, y las empresas son remotas, entonces los hombres vacilan, las opiniones se dividen, las pasiones se agitan y los enemigos las animan para triunfar por este fácil medio. Entonces proponía que fuese fuertes bajo los auspicios de una nación liberal que nos prestase su protección. Tal nación, él pensaba, debía ser Inglaterra, sacando del juego a EE UU, por consideraciones de orden político e histórico; el entendimiento con Gran Bretaña era de carácter táctico.

Añade el Libertador, con esa genialidad tan aguda y profunda, impregnada de ese amor tan entrañable y poético por lo nuestro: “Si me hubiera quedado un rayo de esperanza de que América pudiese triunfar por si sola, ninguno habría ambicionado más que yo el honor de servir a mi país sin degradarle a la humillación de solicitar una protección extraña. Esta es la causa de mi separación de la costa firme. Vengo a procurar auxilios: iré en busca a esa soberbia capital; y si fuese preciso marcharé hasta el polo; y si todos son insensibles a la voz de la humanidad, habré llenado mi deber aunque inútilmente y volveré a morir combatiendo en mi patria.”

En parte, tal idea venía expresada en la “Carta de Jamaica”, la de formar de todo el Nuevo Mundo una sola Nación con un solo vinculo que ligue sus partes entre sí y con el todo; pero entonces fue precisamente por este “boquete” confeccionado adrede por la mentalidad pro-norteamericana de Santander por lo que él decide encontrar la excusa mágica y así invitar a los Estados Unidos y al Brasil. Se mete pues, en el alma de los más vital, la confederación de los países antes colonias de España, la más perversa cuña antibolivariana; la que buscaban los yanquis, y que movía míster Richard Anderson en reuniones dentro del propio palacio de Bogotá.
¿Cómo Santander podía cometer tamaña estupidez, si tenemos en cuenta que ya Bolívar lo había planteado meridianamente, al decir que no sólo los europeos pero hasta nuestros hermanos del Norte se han mantenido inmóviles espectadores de nuestra contienda, y que lo habían hecho por egoísmo y porque nada temen en su estado domestico?

El Vicepresidente le escribe a Bolívar el 6 de febrero de 1825: “Con respecto a los Estados Unidos he creído conveniente invitarlos a la augusta Asamblea de Panamá, en la firme convicción de que nuestros íntimos aliados no dejarán de ver con satisfacción el tomar parte en sus deliberaciones de un interés a unos amigos tan sinceros e ilustrados…”. Es en este momento cuando vemos nacer el vil Panamericanismo, y con ello estaba destruido el plan hemisférico que buscaba Bolívar para la unidad, solidez y fortaleza de los pueblos latinoamericanos.

Sobre el sabotaje a la liberación de Cuba y Puerto Rico es contundente, fulminante, igualmente producto de los acuerdos a que había llegado con Anderson. Le escribe a Páez, el 22 de febrero de 1824: “Sobre expedición a Cuba o Puerto Rico no hay que hablar por ahora: primero, porque estando expuestos a ser invadidos en nuestra casa es locura ir a buscar fortuna a país donde creyéndose que hay jamones no hay ni estacas; segundo, porque el Perú demanda con más urgencia y necesidad auxilios que nos aseguren por el Sur; tercero, porque no tengo recursos para expediciones.”

Es realmente admirable esta coincidencia con la política que EE UU llevará al Congreso de Panamá con relación a Cuba y Puerto Rico.
Se plantea el escritor Ricardo A. Martínez, en su libro “De Bolívar a Dulles –El Panamericanismo, Doctrina y Práctica Imperialista”1, a qué se día tamaña omisión en las instrucciones del Gobierno de Colombia. Añade que Santander había sido informado confidencialmente por Mr. Anderson, sobre la decisión de su Gobierno de no permitir cambio alguno en la condición de esas estratégicas islas, salvo aquellos cambios que, en el futuro, fuesen resultados de su propia expansión colonialista.

“Esta no es una hipótesis aventurada –agrega Martínez-, pues puede fundamentarse en hechos y consideraciones históricas contundentes: 1) el contenido de las instrucciones impartidas por el secretario de los Estados Unidos, Mr. Henry Clay, a sus comisionados al congreso; 2) como uno de esos comisionado era el propio Mr. Anderson es seguro que Santander conocía su orientación general; y 3) el secreto deliberado que se ha mantenido sobre esas históricas instrucciones, sobre las que no se encuentra ni siquiera alusiones en la extensa bibliografía que trata de demostrar que el congreso de Panamá es la Génesis del panamericanismo, pues ella demuestra que fueron las génesis de la “política del dólar y del gran garrote”.

Henry Clay cumple a pie puntillas el mandato de Tomás Jefferson en las instrucciones que ordena a sus comisionados al Congreso de Panamá, Richard C. Anderson y John Sargeant: “entres los objetos que han de llamar la atención del Congreso, escasamente puede presentarse otro tan poderoso y de tanto interés como la suerte de Cuba y Puerto Rico y sobre todo la de la primera. Cuba por su posición, por el número y carácter de su población, por la que puede mantener, por sus grandes, aunque todavía no explotados recursos, es el gran objeto de la atención de Europa y América. Ninguna potencia, ni aun la misma España, en todo sentido, tienen un interés de tanta entidad como los Estados Unidos en la suerte futura de esta isla. Nuestra política con respecto a ella está franca y enteramente descifrada e la nota a Mr. Middleton. En ella manifestamos que, por lo que respecta a nosotros, no deseamos ningún cambio en la posesión, ni condición política de la isla de Cuba, y no veríamos con indiferencia que el poder de España pasase al de otra potencia europea. Tampoco querríamos que se transfiriese o agregue a ninguno de los nuevos Estados de América2”.

Ya avisoraba entonces desde 1826 el Libertador que con el fracaso de esta convocatoria, la guerra en el continente sería por más de doscientos años; será una guerra muy prolongada y ardua, le dice a Santander. El Vice permanece indiferente, como si nada.

1 Editorial América Nueva, México, 1959.
2 José Páez, autobiografía, tomo I, Pág. 337.


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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