¿Olvidar lo que merece memoria o recordar lo que merece olvido?

Ah las primicias / cómo envejecieron

cómo el azar se convirtió en castigo

cómo el futuro se vació de humildes

cómo los premios cosecharon premios

cómo desamoraron los amores

cómo la hazaña terminó en sospecha

y los oráculos enmudecieron

todo se hunde en la niebla del olvido

pero cuando la niebla se despeja

el olvido está lleno de memoria.

Mario Benedetti

Hoy 19 de junio se cumplen cuatro años de haberse promulgado, por el Consejo Legislativo de nuestra entidad, la Ley de Patrimonio Documental del Estado Falcón. La iniciativa partió del grupo de cursantes (maestrantes y docente) de la cátedra "Introducción al Manejo de Archivos y Fuentes Documentales", de la maestría en historia que se desarrolló en los espacios académicos de la Universidad Nacional Experimental "Francisco de Miranda" de Coro. El proyecto fue socializado mediante una amplia discusión en la que participaron vocerías de algunos Consejos Comunales, triunfadores de la Misión Sucre del programa de Información y Documentación ofrecido en convenio con la Universidad Politécnica Territorial Andrés Eloy Blanco de Barquisimeto y estudiantes de la licenciatura en Conservación y Restauración de Bienes Culturales Muebles de la UNEFM. Sin embargo, hasta este momento nada se ha podido hacer para ponerla en ejecución, en razón de la opinión desfavorable que sobre el referido estatuto en esa oportunidad presentó la Procuraduría General regional. De esta forma, durante todo ese tiempo se ha privado a los falconianos de la posibilidad real de disponer de una normativa precisa que, si bien es cierto no resolvería todos los problemas que existen en este sector, de seguro hubiese contribuido a evitar se siguiera deteriorando de forma sistemática y absurda sus fuentes escritas que, sin dudas, son unas de las más importantes del país y del Caribe cercano.

En ese sentido, asumiendo el compromiso con un grupo de amigos intelectuales, historiadores, trabajadores y estudiantes, hombres y mujeres del pueblo, reiteramos nuestro reclamo angustiante ante el memoricidio que aquí se comete con los acervos escritos, pues es indignante presenciar desconcertados la indiferencia que frente a este problema asumen quienes están obligados a evitarlo. En el presente, la mayor parte de estos valiosos infolios siguen guardados en los mismos lugares inadecuados y cuyos ambientes son los más parecidos a los cuartos que se disponían en las viejas casonas de nuestras comarcas para arrumar todas las cosas que el paso del tiempo y la presurosa tecnología iban convirtiendo en los llamados cachivaches y objetos en desuso o inservibles que sólo atraían la atención de los abuelos, de las personas mayores de una familia o la de quienes tenían lo que entonces se consideraba la extravagante afición de coleccionar bártulos que en muchos casos se transformaron en las piezas museísticas de hoy, aunque en otras ocasiones terminaban en el basurero público.

Afrontamos tiempos difíciles, en donde el país es blanco de claras amenazas imperialistas que atentan contra nuestra independencia y soberanía. Esos poderosos enemigos externos e internos saben que una comunidad que no tenga un profundo sentimiento nacionalista y patriótico, al final sucumbe en la batalla (bélica o ideológica) porque no encuentra causa que justifique su lucha. Además, históricamente el modelo implantado del capital ha sembrado en la mente de los latinoamericanos la falsa ilusión según la cual las vitrinas repletas reemplazan a los cerebros vacíos y que acumular riqueza material, creando pobrezas en otros, es la razón de todo esfuerzo social. Cambiar ese modelo de vida en donde "…mientras más se desvaloriza el mundo de lo humano, más se revaloriza el mundo de las cosas", será un esfuerzo titánico y bastante cuesta arriba, si quienes aquí moramos no asumimos con conocimiento de causa esta realidad y si no se logra formar una auténtica conciencia liberadora que nazca desde el estudio y comprensión profunda de la historia y la cultura venezolana. No obstante, no hay que perder de vista que esto requiere de la formulación y desarrollo de objetivos muy bien concebidos en el Plan de la Patria (Ley de la República) y cuya implementación permitiría salvar o evitar la destrucción del legado escrito que contienen los testimonios que permiten conocer el esfuerzo realizado por generaciones de venezolanos que hicieron posible que en el presente podamos compartir el país que tenemos. Por eso, al reflexionar sobre este asunto, siempre recuerdo la conferencia que en una oportunidad ofreciera en Coro el Dr. Fernando Báez, en donde narró cómo había sido la destrucción de la Biblioteca Nacional de Irak por la acción de las tropas invasoras norteamericanas y de cómo los iraquíes, en medio del fuego incesante, se lanzaban a salvar sus valiosas colecciones que eran un patrimonio de su nación y de la humanidad. Su relato era tremebundo, pero, sin lugar a dudas, trataba de enseñarnos el por qué todo imperio o imperialismo lo primero que busca destruir, en ese tipo de incursiones, es la tradición identitaria del pueblo agredido. En consecuencia, era evidente que el erudito conferencista esperaba lograr que el atento auditorio, extrapolando lo ocurrido en el país árabe, mirara en ese mismo espejo el riesgo inminente que aquello significaba para quienes vivíamos de este lado del mundo. En esa oportunidad, estupefacto por lo que había escuchado, intervine y manifesté que, en el caso concreto de nuestro estado Falcón, los enemigos externos no tendrían mayores dificultades para alcanzar ese fin depredador, porque de ello se habían encargado por años los propios responsables de protegerlos.

En este sentido, no puede existir excusa posible que justifique ese crimen que sin pausa se continúa cometiendo contra los documentos en distintas entidades de nuestro país y en Falcón en particular, porque, como en otras ocasiones se ha expresado, frente a esa ineptitud contraria a los intereses de la patria, siempre han aparecido las voces de quejas de quienes de forma oportuna han advertido el impacto negativo que toda esta problemática causa al país y a sus propósito libertarios heredados de nuestros antepasados. En este contexto, en donde se entrelazan viejas y nuevas preocupaciones, bastaría sólo repetir lo dicho desde su alma profundamente venezolana por el escritor valenciano Enrique Bernardo Núñez, en junio de 1948, cuando con claridad meridiana, manifestó: "Un pueblo sin anales, sin memoria del pasado sufre ya una especie de muerte o viene a ser como aquella tribu que solo andaba por el agua para no dejar sus huellas. A pesar del número de sus cultivadores puede decirse que ignoramos la propia historia"

Por consiguiente, tenemos la obligación moral de exigir cumplimiento de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y de la legislación que rige esta materia para que, incorporando profesionales debidamente formados en este campo y a partir de la implementación de adecuados criterios técnicos-científicos, se oriente el trabajo de ubicación, organización, preservación y difusión de las colecciones documentales y hemero-bibliográficas de nuestra región, porque si éstas pierden, junto con ellas igualmente se irá parte de lo que somos y el olvido crecerá como ocurre en el campo cuando por falta del cuido del hombre, la planta fértil y de buenos frutos desaparece y ocupa su espacio el infecundo rastrojo y la mala hierba. Borrar nuestras raíces históricas ha sido una constante en las políticas de dominación de quienes, por el afán de acumulación de capital, han explotado a los trabajadores y robado los recursos naturales de las naciones del continente, acostumbrándonos, como sostiene Eduardo Galeano, "…a olvidar lo que merece memoria y a recordar lo que merece olvido."

Han pasado cuatro años de la aprobación de la Ley de Patrimonio Documental por los legisladores regionales y aún seguimos esperando por la firma que ordene su ejecútese o porque se tome distinta decisión de elaborar otro instrumento que sea capaz de proteger nuestros papeles de valor permanente. Elegimos gobernantes para que atiendan estos problemas medulares y sensibles de nuestra comunidad, no para que, de forma caprichosa y soberbia, los ignoren y vean enemigos políticos en quienes reclamamos soluciones. Nadie es eterno, ni en la vida ni en los cargos, y el tiempo, implacable juzgador de lo que hacemos y de lo que dejamos de hacer, tarde o temprano devela las mezquindades que el poder ampara y oculta, y a pesar de la hora menguada que vivimos, en la que los discursos poco se parecen a la realidad, por encima de cualquier circunstancia adversa, continuaremos aferrados a la sabiduría que nos deja la reflexión de Alejandro Tobón Restrepo, en su ensayo "América Latina: Continente de presencias y de olvidos. Conservar su memoria cultural, compromiso inaplazable", cuando sentencia: "América Latina (…) es una sociedad sumida en el letargo de las grandes ilusiones, que ha ido sucumbiendo a la lenta y aplastante maquinaria de alienación y desterritorialización. El desconocimiento de lo que fuimos, hoy nos lleva a ignorar lo que somos. No podemos construir identidad cuando la inconciencia nos conduce al olvido."

luisdovaleprado@gmail.com



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